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Así emplea como arma Rusia la energía para hacerle la guerra económica a Europa

Rusia, Europa, Estados Unidos y China han dispuesto sus fichas en un tablero en el que se disputan la supremacía y el papel de potencia referente del orden mundial. Y, en esa partida, el control del gas juega un papel estratégico que se entrelaza con el tejido socioindustrial y económico, no solo europeo, sino mundial.

La economía de subsistencia, el futuro de las empresas, la estabilidad de un sistema económico que ya ha sufrido varias crisis y, sobre todo, el futuro de muchos países, depende del tiempo que dure la decisión de Rusia de restringir el suministro de gas, así como de la capacidad de resiliencia que tenga Europa. En este contexto, España está preparada y con suficientes reservas de gas natural para afrontar la crisis, pero la reducción de producción en Alemania puede afectar a su economía.

Así emplea como arma Rusia la energía para hacerle la guerra económica a Europa

Los efectos de las restricciones impuestas por el ejecutivo ruso, agravadas ahora por el sabotaje del gaseoducto Nord Stream 1 del mar Báltico, tienen un impacto en la economía, la industria y la sociedad. De ahí que los planes de la Unión Europea (UE) para hacer frente a una economía de guerra sean ahora más necesarios a fin de, como apuntan los analistas, frenar los precios disparados del gas en los mercados, que afectan a los ciudadanos centroeuropeos y a las industrias.

El arma energética

Nos encontramos ante el empleo del gas natural como una herramienta geopolítica, por ser un recurso geoestratégico que influye en la producción industrial de muchos países que usan el gas para generar energía eléctrica. Por esa razón, la subida incontrolada del precio del gas conlleva la de las tarifas eléctricas que afrontan industrias básicas como la farmacéutica o la cerámica y que afectan también al transporte y al turismo, vital en el caso español. Ante esta demanda de gas natural, algunos países ven ahora una oportunidad para jugar sus cartas en esta mesa de juego geopolítico.

En este puzle roto por Rusia y que afecta a un mundo que vive inmerso en una economía globalizada, con recursos deslocalizados, Europa depende del gas ruso, cuyo flujo ha ido reduciendo Moscú y que ahora se agrava con los daños al gaseoducto del Báltico. De ahí que las peores previsiones de un crudo invierno se van cumpliendo.

La UE consume anualmente unos 400.000 millones de metros cúbicos (400 bilion cubic meters) de gas natural, mientras que apenas producen 75 bcm al año. Es por eso que el gas ruso haya sido el bastón al que la mayoría de países europeos se haya asido. De hecho, en 2021 le compraron 155 bcm, el 45 % de las importaciones, según datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Gas preciso para calentar los hogares de casi 500 millones de europeos, que tienen calefacción de gas, como recuerda la AIE.

Los países del sur de la UE apenas se verán afectados si se cierra el grifo del Nordstream 1, al contrario que en Alemania

Sin embargo, no todos los estados miembros de la UE tienen la misma dependencia del gas natural ruso. Los del sur, entre los que está España, apenas se verán afectados si se cierra el grifo del Nord Stream 1, al contrario de lo que ocurrirá –de hecho ya está pasando– en Alemania. País señalado por los expertos como el más perjudicado en este contexto.

El director de Próxima Energía y analista del sector energético, Jorge Morales de Labra, recalcó en la BBC que la casi monodependencia alemana del gas que recibe de Rusia le pone en «una situación especialmente grave por la falta de alternativas» y añade que «es lamentable que Alemania no tenga una sola estación regasificadora» a diferencia de lo que ocurre en España que ha diversificado las fuentes suministradoras.

Conocer el futuro

Ante el futuro pesimista que se esbozó en los primeros meses de este año, tras la invasión de Ucrania, con las consiguientes sanciones económicas de la UE a Rusia, el Kremlin amagó con una política de restricciones energéticas, lo que llevó a las instituciones económicas a explorar un futuro sin el flujo del gas ruso al 100 %.

Así, el Fondo Monetario Internacional (FMI) encargó un informe a expertos como Andrea Pescatori, Martín Sutuermer, Alfred Kammer y Mark Flanagan, del Departamento Europeo del FMI. Informe que permite tener una visión general y de futuro del problema del desabastecimiento. En el trabajo se repasa cómo la fragmentación de los mercados y la demora en el traspaso de los precios pueden agravar los impactos, el papel del mercado mundial de gas natural licuado en la moderación de los resultados y cómo podrían evolucionar estos factores en Alemania, la economía más grande de Europa.

Como resultados, se añaden a Alemania otros países centroeuropeos y de la Europa oriental que se verán también afectados. Es el caso de Hungría, Eslovaquia y la República Checa.

Alertan, asimismo, «sobre el riesgo de que la escasez se eleve hasta el 40 % del consumo de gas y de que el Producto Interior Bruto (PIB) se contraiga hasta un 6 %. Sin embargo, estos impactos podrían mitigarse si se consiguen proveedores y fuentes de energía alternativos, se reducen los cuellos de botella en las infraestructuras, se incentiva el ahorro energético, al tiempo que se protege a los hogares vulnerables, y se amplían los acuerdos de solidaridad entre países para compartir el gas».

Añaden que el impacto de las restricciones en Austria y Alemania serían «menos graves, aunque aún así importantes, dependiendo de la disponibilidad de fuentes alternativas y la capacidad de reducir el consumo de gas de los hogares». Para salvar esa situación proponen buscar proveedores y fuentes energéticas alternativas.

El impacto negativo sobre el producto económico sería especialmente importante

Ante un panorama pesimista sostienen que «si las dificultades físicas obstaculizan el flujo de gas, el enfoque de mercado fragmentado sugiere que el impacto negativo sobre el producto económico sería especialmente importante, hasta del 6 % en algunos países de Europa central y oriental, sobre todo en Hungría, la República Eslovaca y la República Checa, donde la intensidad de uso de gas ruso es alta y los suministros alternativos escasos. Italia también afrontaría impactos importantes debido a su alta dependencia del gas en la producción de electricidad».

España, ¿a salvo?

En un mundo global e interdependiente, afirmar que un estado está libre, a salvo, en esta crisis generada por las decisiones de Rusia sobre el suministro del gas natural es arriesgado.
A la hora de responder, hay que atender a varios factores y analizar distintos campos, como apuntan expertos como los autores del estudio del FMI o Morales de Labra, entre otros.

Las reservas subterráneas disponibles están al 72 % de la capacidad de almacenamiento

Si se analiza el aspecto de las reservas de gas y la diversificación de los puntos de suministro, podría afirmarse que España «ha hecho los deberes» y tiene reservas garantizadas, además de no ser dependiente del gas ruso, apenas se importa el 7 % del que consumen hogares e industria. Al mismo tiempo, las reservas subterráneas disponibles están al 72 % de la capacidad de almacenamiento.

El Ejecutivo también se ha empleado en diversificar los países abastecedores. España recibe de Argelia recibimos un 25 % del gas, en tanto que de los Estados Unidos percibimos un 35 %, que llega licuado en barcos para ser trasformado en las regasificadoras. El 33 % del gas llega de Catar o Nigeria, como informa el Ministerio de Transición Ecológica, que dirige Teresa Ribera.

Esas fuentes apuntan, basándose en los datos que aportan los operadores europeos GIE-AGSI, que las reservas subterráneas a principios de julio son las más altas de los últimos cinco años. Y resaltan que en 2021, España consumió 378,5 teravatios de gas natural, un 76 % en los hogares, comercios e industrias, y el resto se destinó a generar electricidad.

La guerra en los hogares

Desde la perspectiva del consumo de gas en hogares e industrias, hay que anotar que también España, como el resto de países de la UE, ha tomado medidas para evitar el impacto del encarecimiento de la energía en el bolsillo de consumidores y empresarios. Así se van a subsidiar temporalmente los costes de energía de las plantas de combustibles fósiles en un intento por reducir los altos precios a corto plazo.

En paralelo, se recortan los impuestos para reducir las facturas de los consumidores y el Gobierno de Pedro Sánchez anunció 16.000 millones de euros en ayuda directa y préstamos blandos para ayudar a las empresas y los hogares a capear los precios de la energía.

Nuestra industria, tanto la química como la automovilística, está vinculada a las exportaciones a Alemania

Otro apartado a tener en cuenta a la hora de valorar si España se verá afectada por la crisis del gas natural de Rusia, es el de la producción. Y es que nuestra industria, tanto la química como la automovilística, está vinculada a las exportaciones a Alemania, que también es receptora de nuestras frutas y legumbres.

Por ello, si la falta de gas  impuesta por Rusia obliga a los germanos a recurrir a medidas de racionamiento, estas tendrán como consecuencia el paro de algunas de sus industrias. Son varias las instituciones germanas que vaticinan la entrada en recesión de su país con el arranque de 2023. Esa ralentización económica afectará a España -dado que es el segundo socio comercial español- al que exportamos productos por un valor total de 29.500 millones en 2020.

Otra amenaza a la lista

En tanto, otra amenaza de carácter económico se cierne sobre las industrias españolas. El encarecimiento del precio del gas natural que, de acuerdo con la AIE puede sextuplicarse respecto a 2019 a la vista de los precios que alcanza este gas en el mercado TFE de referencia europeo. Y la proyección a tres años vista, en 2025, apunta que ese precio será el triple del actual, lo que frenará la evolución de industrias como la cerámica española, con un peso importante en la economía nacional.

No es de extrañar que las asociaciones empresariales del sector azulejero: Ascer y Anffecc pidan apoyos para afrontar el coste de la factura eléctrica, un elemento vital para producir. Prevén, como apuntan desde Anffecc, «perdida de la rentabilidad por los continuos incrementos de costes que el sector está asumiendo desde principios de 2021, tanto de la energía como de las materias primas». Al tiempo que esperan que «la UE proponga un plan de control de los precios energéticos, que esperamos se secunde por el Gobierno. Pero, de momento, todo son conjeturas», apuntan.

Y, por si el efecto del conflicto bélico con Rusia y su afección al suministro de materias primas y recursos estratégicos que afectan a hogares e industrias no fueran suficiente motivo de incertidumbre, ahora se suma la destrucción en varios puntos de su trazado del tubo que, por el mar Báltico, sirve el gas ruso a Europa. Cualquier previsión a medio plazo se da de bruces con la realidad a corto. Mientras, la geopolítica se desarrolla en tapetes y foros lejos de Europa.

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