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Adiós a Tupperware, la icónica firma que nació de las estrecheces de la guerra

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La historia del popular táper (tupper), un envase de plástico para el almacenamiento de alimentos, es la de uno de esos desarrollos empresariales que logra revolucionar el mercado hasta el punto de convertirse en el icono de una época. Una invención, en apariencia sencilla, que llegó como un torrente a los hogares, de los estadounidenses primero, y del mundo.

Una historia de éxito empresarial que, sin embargo, toca a su fin. La multinacional norteamericana Tupperware Brands, heredera de la mítica firma original Tupperware Plastics Company, ha iniciado el proceso para declararse en quiebra arrastrada por la caída de las ventas y la fuerte competencia.

Adiós a Tupperware, la icónica firma que nació de las estrecheces de la guerra

Por el camino quedan más de siete décadas de historia de una innovación icónica, el denominado «tazón maravilla», surgido del desarrollo tecnológico y la visión emprendedora de su creador, Earl Silas Tupper. El químico y empresario estadounidense, imagen del self-made bussinesman norteamericano, terminó por retirarse tras vender en 1958 la compañía a la cadena de droguerías Rexall Drug (Kraft) por 9 millones de dólares -que equivaldrían a cerca de 100 en la actualidad-.

Los primeros pasos del táper, el nacimiento de una revolución

La historia de la firma Tupperware tiene comienzo en Massachusetts, en el año 1938, aunque no sería hasta ocho años después, en el periodo inmediatamente posterior al fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando los primeros táperes llegasen al mercado. Con apenas 31 años, momento en el que Earl Tupper funda la firma, el emprendedor ya contaba con experiencia en el sector de los plásticos y había incluso fracasado en una firma de interiorismo que no sobrevivió a la gran depresión.

Haciendo valer la máxima empresarial de que fracasar al emprender es tan solo parte del proceso, Tupper no se dio por vencido. Como muchos otros grandes diseños, el táper nació fruto de buscar la solución a un problema. Tal y como explican en la web de la firma, «durante la guerra, no podía comprarlos -los plásticos que necesitaba como materia prima- porque los contratos eran concedidos a las compañías más importantes, por eso solicitó a sus antiguos jefes de la planta le vendieran el material sobrante.

Earl Tupper presentando la baquelita con la que se fabricaban los táperes.

«Era desecho de polietileno, un residuo de la refinación del petróleo, negro, duro y casi imposible de trabajar, pero que Earl Tupper logró purificar y convertir en un plástico moldeable, transparente, suave y flexible», explican.

La idea de los primeros recipientes se inspiraba en las tapas de los botes de pintura, puesto que buscaban lograr un sellado hermético del contenido. La idea era sencilla pero innovadora, y no pasó mucho tiempo hasta que los tupper llegaron a las estanterías de los grandes almacenes y, de ahí, a todas las cocinas de Estados Unidos. El diseño cosechó además diversos premios y logró un gran impacto en el mercado. Sin embargo, aunque sencillo, el invento era algo nuevo y la barrera de entrada se hacía notar. La firma debía encontrar una forma de dar a conocer su producto.

De los grandes almacenes al living room, el despegue del táper

Cuando imaginamos el mundo de la publicidad y las ventas en los Estados Unidos de finales de los años 50, muchas veces lo primero que nos viene a la mente es una figura al estilo de Don Draper, el icónico protagonista de la serie de ficción Mad Men. Sin embargo, en este caso fue una vendedora, Brownie Wise, quien logró hacer despegar las ventas de Tupperware. Su método fue simple, pero eficaz: la comercial organizaba reuniones para promocionar productos entre grupos reducidos de mujeres en sus propias salas de estar.

Brownie Wise lanza un táper durante una de las reuniones para dar a conocer este producto.

La idea tuvo tal éxito que Tupper no sólo contrató a Wise, sino que decidió retirar sus productos de las estanterías de las tiendas y centrarse completamente en estas ventas «a corta distancia». La relación entra la vendedora y la marca se estrechó durante los años posteriores, hasta el punto de que Wise logró convertirse en la primera mujer en protagonizar una portada en la revista especializada Business Week.

Pese a las buenas cifras y el éxito cosechado, la relación entre Wise y Tupperware no terminó bien. Rencillas personales entre la comercial y el empresario, que creía que la comercial se estaba centrando demasiado en su imagen personal y alejándose de los intereses de la firma, culminaron con un complicado despido de la vendedora, que perdió sus acciones en la compañía. El -feo- asunto terminó por cerrarse con un acuerdo en el que Wise recibía 30.000 dólares a cambio de no demandar a la compañía.

Brownie abandonaba así la compañía en 1958. Tupper la seguiría poco después.

Tupper deja Tupperware: El empresario vende la firma

Earl lo tenía claro: se iba a jubilar. El mismo año de la salida de Wise, el empresario vendía Tupperware Plastic Company a la química Rexall Drug, detrás de la cual se encontraba Kraft, por la friolera de 9 millones de dólares de la época -alrededor de 100 millones en la actualidad-, según publicó el New York Times. A los 51 años Earl Tupper cumplía el sueño de muchos, se retiraba a una isla -que adquirió- en Puerto Rico. Casi dos décadas después, el empresario fallecía, víctima de un ataque al corazón.

La historia de Tupper y Tupperware, unida en fondo, pero ya no en forma, tocó a su fin. Nuevos tiempos esperaban a la firma, que supo adaptarse a base de comerciales televisivos con las denominadas «fiestas tupperware». La llegada del color a la publicidad les sentó bien. La compañía dio el salto internacional y llegó, con el mismo éxito, a mercados como el europeo. La American way of life estaba de moda y el táper, en su vertiente doméstica, se había convertido en uno de sus emblemas.

Comercial de Tupperware durante los años 60.

La llegada de los años 80, sin embargo, y el progresivo desligamiento de las mujeres al ámbito doméstico, no sentó bien a la compañía. Además, muchas de las patentes de los productos desarrollados por la firma comenzaban a caducar, cosa que hizo que a la firme le brotasen competidores por doquier. La gente continuaba usando los táper, pero ya no -solo- eran de Tupperware.

A partir de ahí, la firma vivió una lenta decadencia que ha culminado en quiebra, más de siete décadas después de abrir sus puertas. Por el camino quedó la compra de la compañía por la firma Kraft, una salida a bolsa y una progresiva caída en ventas que la firma no logró revertir.

El fin de una época: Tupperware se declara en quiebra

La compañía ya había retrasado en marzo de este año la presentación de las cuentas anuales de 2023, y en junio anunció sus planes para el cierre de su única fábrica en Estados Unidos y el despido de casi 150 empleados. El ejercicio pasado, la firma, cuyas acciones han caído cerca del 75 % en lo que va de año, llevó a cabo una reorganización de su equipo directivo y nombró a Laurie Ann Goldman como CEO para reflotar la empresa, un cargo en el que sustituyó a Miguel Fernández.

La multinacional estadounidense inicia así el proceso para declararse en quiebra, buscando la aprobación de los tribunales para continuar operando y facilitar un proceso de venta para proteger su marca. Según apuntan varios medios, Tupperware presenta activos de entre 500 millones y 1.000 millones de dólares y pasivos de 1.000 a 10.000 millones de dólares. Asimismo, cuenta con más de 700 millones de dólares en préstamos.

Toca a su fin una empresa icónica, que logró transformar durante más de siete décadas el mercado doméstico a través de la innovación y el uso inteligente del marketing. Por el camino queda una marca que ha sabido dejar su impronta en el imaginario colectivo de varias generaciones.

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