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¿Cuánto cuesta un traje de fallera? «Lo que estés dispuesto a gastarte»

Las falleras y falleros apuran ya los instantes previos a la tríada de días grandes (17, 18 y 19 de marzo) para pulir los últimos detalles de su indumentaria. Han tenido todo un año para ello, pero siempre hay algún rezagado. Ante la avalancha de encargos de última hora, los talleres de confección trabajan a contrarreloj para que no quede ni un fallero por vestir.

Pese al ahogo y la urgencia de sacar a tiempo esos últimos trajes, algunas de estas casas artesanas han sacado un hueco para atendernos. Nos responden a algunas preguntas sobre el mercado de la vestimenta tradicional valenciana.

¿Cuánto cuesta un traje de fallera? «Lo que estés dispuesto a gastarte»

¿Cuánto cuesta un traje de fallera estándar? ¿Y uno de fallera mayor? ¿Cuánto se tarda en confeccionar un traje completo? ¿Cómo influyen los materiales utilizados en el precio? ¿Se cobra por horas dedicadas o un precio fijo acordado de antemano? ¿Hay mercado online? Respondemos a todas estas preguntas de la mano talleres de contrastada trayectoria como Pinazo y Burlay, L’U i Dos Indumentaria Valenciana o Aguas de marzo.

¿Cuál es la horquilla de precios para un traje de fallera?

Alisa Burlay es la artesana jefa de la casa Pinazo y Burlay, taller situado en la calle Guillem de Castro de Valencia. Según explica, el precio de un traje de fallera, incluyendo aderezos y otros complementos, no tiene un tope como tal, sino que depende de “hasta dónde esté dispuesto a llegar el cliente”.

Lo que más encarece el traje es el tejido que se use. Se pueden encontrar telas muy asequibles, desde 150 euros el corte, pero también tejidos muy lujosos, de hasta 18.000 euros la pieza. La mayoría de los trajes, en todo caso, suelen hacerse con tejidos como el damasco o la seda de doble ancho. En el caso del damasco, los precios suelen variar entre 150 y 1500 euros. Mientras que los cortes de seda de doble ancho son la gama inmediatamente superior, con precios comprendidos entre los 1500 y 5000 euros.

“Hay telas de seda que valen 2.500 el corte entero. Es una seda de una cantidad un poco más baja, con precios más económicos que el espolín, y está hecha a máquina”, especifica Alisa. Y recalca que, independientemente de la opción elegida, cuando se trata de tejidos valencianos, “no hay ni uno feo”.

Según Rosa María Sanchis, creadora de L’ú i dos Indumentaria Valenciana, se puede tener un traje de fallera con una inversión de 1500 euros, eso sí, “cogiendo cosas muy económicas”, tanto en en lo que respecta al tejido y los materiales de confección como en cuanto a los complementos y aderezos. Pero, al igual que Alisa, incide en el alto coste que puede llegar a suponer si se cuenta con el presupuesto suficiente y la voluntad de gastarlo: “Te puedes gastar 20.000 euros en un traje perfectamente incluyendo los tejidos, los aderezos, los zapatos, las peinetas y la confección”.

Fátima Aguas, de la tienda Aguas de marzo, también recalca el extenso abanico de precios a la hora de adquirir un traje de fallera. Aunque sitúa el precio de la confección a medida entre los 600 y 1000 euros, destaca que los tejidos y ornamentos que se usen es lo que realmente puede aumentar el gasto final.

En cuestión de telas, la gama es muy amplia: “Si lo haces de rayón te puede costar unos 700 euros. También tienes el damasco, que te puede salir por 200. Mientras que la seda puede costar unos 3000 euros”. Según explica, estos precios son muy variables incluso dentro de cada tejido, ya que estos pueden tener también diferentes calidades.

El rayón valenciano suele ser el más comprado junto a la tapicería, que, tal y como han observado en Aguas de marzo, en los últimos años se ha convertido en una alternativa muy interesante que permite “recuperar los tejidos tradicionales en cuanto a dibujo”. Los damascos también se venden mucho por ser la opción más económica.

Respecto al resto de piezas del traje, hay manteletas entre 150 y 3.000 euros. Y una peineta te puede costar desde 100 hasta 700 euros. En cuanto a la confección en sí, el precio también puede variar en función del tipo de traje y los materiales utilizados. “Puede haber baremos en función del trabajo que lleve la prenda”, indica Alisa. Y precisa que, en caso de querer un traje de espolín, la confección puede llegar a los 2.000 euros. “La confección es más cara si lo haces con seda que si lo haces con una tela inferior, como el rayón. Requiere un tratamiento más elaborado”, agrega.

En cualquier caso, lo más normal es gastarse entre 200 y 1000 euros en la tela fallera y 800 euros en la confección, lo cual, sumándole el precio de los aderezos, la manteleta y demás indumentaria, da como resultado un gasto estimado de entre 2.000 y 3000 euros. “Puedes tener un traje desde 1.500 euros la confección más lo que te cuesten los complementos. La siguiente gama puede situarse en torno a los 6.000 euros. Y si te vas al espolín, puede salirte por 25.000 euros”, resume Fátima.

Los trajes de fallera infantil, una inversión a largo plazo

Los trajes de fallera infantil son algo más económicos, principalmente porque requieren menos cantidad de material. No obstante, Alisa remarca la importancia de dejar mucha tela dentro del traje para aprovecharlo más tiempo: “Luego se va a sacar esa tela durante 5 años o más. Es importante dejar mucha reserva”. De esta manera, durante los siguientes años, las familias pueden llevar los trajes al taller y pagar solo la adaptación del traje a la talla actual de la niña.

Trajes de fallera mayor, una oportunidad para lucirse

Rosa, de L’ú i dos, piensa que los trajes de fallera mayor representan una valiosa oportunidad para demostrarle al público las dotes para crear algo único: “Al estar un traje de fallera mayor mucho más expuesto que el resto, intentas esmerarte más en el resultado final. Es un escaparate que aprovechas para exponerte y lucirte un poco más”.

Por su parte, Alisa Burlay ve en este tipo de encargos un reto a nivel creativo, ya que las falleras mayores siempre piden varios trajes. “Si me encargan 5 trajes, intento que ningún traje se parezca a otro, para que tenga muchos modelos diferentes. Te tienes que calentar la cabeza para que no sean idénticos. Hay gente que opina diferente, que tienen que ser todos iguales, con el  mismo patrón y que solo cambie el tejido. Hay indumentaristas que tienen un patrón único para todos los trajes y tallas. Yo como diseñadora no puedo trabajar así, tengo que dar vida a cada prenda con cada detalle”.

Los trajes de fallero, mucho más económicos

La indumentaria fallera masculina no tiene nada que ver con la femenina en cuestión de coste económico. Independientemente del tipo de traje (saragüell, torrentí o fallero), el conjunto completo no suele costar más de 500 euros. Tal y como nos cuenta Rosa, con tres metros de tela un hombre “ya va más que sobrado”, mientras que una mujer necesita 13 metros. “Gastándose 300 euros, un hombre ya puede ir guapo”, concreta.

¿Qué valen los trajes más caros?

Incluso dentro de las telas de gama alta, hay diferencias de calidad importantes. No es lo mismo la seda hecha a máquina que el espolín elaborado a mano. “Estamos hablando de que al día solo se pueden producir 33 centímetros de espolín —un tejido de seda estrecha tejida a mano de forma tradicional— y para un traje completo de fallera se necesitan al menos 12 metros”, ilustra la modista. “Tienes que pagar a una persona haciendo este corte durante un mes, más la seda, que es muy cara”, agrega Alisa, la cual afirma que solo la tela del traje puede llegar a costar 18.000 euros. Aunque, eso sí, esta opción se reserva a unas pocas elegidas.

Si se consideran los adornos como parte del traje, también son elementos que elevan el precio peligrosamente. Así lo confirma Alisa: “Hay joyas de oro macizo que pueden valer alrededor de 10.000 euros, mientras que otras te pueden costar 190 euros”. “La franja es muy amplia, porque el material puede ser latón, plata, oro, imitación… Depende de lo que compres”, señala la diseñadora.

La importancia de una buena confección

Alisa Burlay tiene muy claro que para crear un buen traje de fallera es imprescindible dedicarle un esmero especial a la confección: “Para mí es muy importante casar las costuras, coger bien las medidas. El traje tiene que estar flor con flor. Yo he visto muchísimos trajes en los que se cortan las flores por donde pilla el patrón y eso es un desastre”. “Para que el traje quede impecable —afirma la artesana— debe respetarse el dibujo. El diseñador, antes de cortar, debe mirar dónde quiere poner el patrón para que las costuras queden perfectas y casadas”.

Para Fátima Aguas, la calidad de la confección, más que en la técnica que se utilice, reside en la maestría de la persona que cose. “El patronaje puede ser diferente, más tradicional o menos. Hay varias técnicas y cada una es muy válida. Está el sistema Martí, la técnica Amador… Hay diferentes tipos de costura según donde hayas aprendido. Pero lo importante es cómo llevas a cabo esa técnica y la habilidad que desarrolles con ella”.

La confección también depende del tejido, asegura Rosa: “Si el tejido es de seda, que es más delicado, es un pelín más cara, ya que es más difícil de tratar. Necesita mucho más oficio. Como es un tejido natural, las manos que lo tocan tienen que tener oficio. Y luego pues es más específico a la hora de saber las temperaturas que tienes que utilizar, qué hilos usar, cómo cortarlo. El tratamiento, en general, es distinto”.

También hay telas que se tejen en poliéster. Para Aguas, aunque “son muy bonitas a la vista, a la hora de coserlas son un infierno porque no quedan igual de bien. No tienen la caída natural que tienen los tejidos naturales como el algodón, la seda…”.

¿Cuánto se tarda en confeccionar un traje de fallera completo?

Ante esta pregunta, Alisa Burlay comenta que es difícil decirlo porque, al dirigir un equipo en el que se trabaja en varios vestidos a la vez, los tiempos de elaboración son variables. Mientras ella ejerce como diseñadora y realiza los patrones de cada nuevo encargo, las demás hilvanan, cosen y hacen los pespuntes siguiendo sus indicaciones. El reparto de las tareas acorta considerablemente el plazo de entrega: “En una semana podemos tener hecho un traje completo”.

En cambio, para un taller un poco más pequeño, como el de Aguas de marzo, se suele necesitar un mes y medio o dos meses para hacer un traje. Eso no quita que puedan tener ciertos encargos en menos tiempo: “Nosotros hemos hecho trajes en 15 días, dependiendo de la urgencia y la temporada del año. Pero, cogiendo el encargo con un cierto margen, suele tardar un mes y medio”.

La dificultad de coser un traje de fallera depende también del tipo de vestido que se haga, lo cual repercute a su vez en su precio. Alisa explica que el traje del siglo XIX, conocido como “traje de farolet” por la forma de sus mangas, “es más económico porque es más simple”. Esto se debe a la estandarización de este modelo: “Es un patrón estándar que no cambia, es único. Todos los trajes del siglo XIX son iguales, solo cambia el tejido. El corpiño no tiene ni varillas ni ballenas y tampoco hace falta pespuntear. Es una confección muy fácil”.

Frente a la uniformidad del traje del siglo XIX, Fátima destaca la riqueza del traje del siglo XVIII, el cual admite una mayor imaginación e ingenio: “Es mucho más creativo y puedes jugar mucho más con los tejidos y las formas”. Lo mismo opina Alisa: “El corpiño del siglo XVIII puede variar en la forma del patrón. Muchos detalles pueden cambiar. La confección puede ser más complicada y puedes tardar días para hacer los detalles”.

Un negocio estacional

Respecto a la variación de trabajo a lo largo del año, desde L’ú i dos explican que la mayoría de las peticiones se concentran tras el verano: “La gente se programa mucho. Nada más acabar el verano es cuando la gente empieza a venir y es cuando se abren las agendas de las agencias de confección”. Son seis meses hasta las Fallas en los que los talleres cosen a destajo: “Cada vez somos menos los que cosemos artesanalmente. Nuestra producción es lo que es, porque es todo a mano. Yo cojo unos 30 encargos al año”.

“Lo gordo es de octubre a marzo”, afirma Fátima, la cual habla de una acumulación importante en los tres meses previos a las fallas: “Durante todo el año tenemos confección, Pero es en enero cuando nos comemos el turrón. Los meses de muchísima faena suelen ser enero y febrero, cuando menos margen hay”.

El boca a boca en el negocio de la indumentaria fallera

El boca a boca sigue siendo crucial en el sector de la indumentaria valenciana. Alisa Burlay lo corrobora: “Yo no necesito publicidad, porque no doy a basto. Hemos tenido más de 5.000 clientes en los últimos 10 años. Y esto va a más porque la gente se da cuenta de que es una confección que hago con el alma”.

El canal online en el mercado de trajes de fallera

Rosa nos confirma la utilidad de los medios online incluso para un sector tradicional y local como el suyo: “En mi caso el boca a boca ha funcionado mucho. Pero tengo hijas de 22 y 19 años y están muy puestas en redes sociales. Desde que han empezado a moverlas, nos hemos hecho más visibles y viene gente de mucho más lejos que antes. La comunicación antes era un poco más difícil. Realmente ha funcionado”.

Este invierno una señora de Badajoz le compró una tela valenciana para restaurar una banqueta antigua. También vendió tela a un convento de Madrid que quería el material para confeccionar vestuario religioso. “Esas ventas han sido gracias a internet. Si no, ¿de qué me iban a conocer en Madrid?”, apunta Rosa, la cual, pese a que no utiliza mucho las redes, reconoce que “son un escaparate abierto al mundo que te da mucha visibilidad y te pone en el mercado de otra manera”.

En Aguas de marzo, aunque no renuncian al canal online, están mucho más enfocados en el cara a cara: “Tenemos redes sociales, pero como lo hacemos todo nosotras no le podemos dedicar mucho tiempo. Somos muy perfeccionistas a la hora de escribir los textos, montar las fotos… Requiere muchas horas de trabajo. Utilizamos las redes, pero lo que nos funciona es el boca a boca. No hacemos publicidad en ningún medio. Lo que de verdad nos ayuda es que la gente se vaya contenta por la puerta”.

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