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El asesor de Banco de España pone en valor el euro y calendariza el euro digital

Ahora que se habla del Sur, la nueva moneda común que podría convertir a Latinoamérica en otra UE, Juan Luis Vega, asesor en el Departamento de Economía Internacional y Área del Euro de la Dirección General de Economía y Estadística del Banco de España pone en valor lo que ha supuesto el euro para la Unión Europea –a su juicio uno de los mayores logros– y avanza los siguientes pasos para el desarrollo del euro digital.

Un logro europeo

-Una de las fechas clave para nuestra economía fue la entrada en vigor el 1 de enero de 2002 del euro. ¿Cómo ha cambiado nuestras vidas? ¿Qué efectos provocó con su entrada en funcionamiento?

El asesor de Banco de España pone en valor el euro y calendariza el euro digital

En sentido estricto, tres años antes –el 1 de enero de 1999– fue el momento en el que once países de la UE, entre los que se encontraba España, decidieron compartir su soberanía monetaria y adoptar el euro como moneda común, fijando irrevocablemente los tipos de cambios de las respectivas monedas nacionales. Este momento fundacional inauguró un período en el que el euro existió, sin bien no físicamente, sino solo como registro contable, utilizado por empresas y, sobre todo, en los mercados financieros.

Con la puesta en circulación de los billetes y las monedas en euros, el 1 de enero de 2002 se cerraba dicho período transitorio y el euro se convertía así en la moneda de uso diario para más 300 millones de ciudadanos europeos.

En perspectiva, sorprende que la transición se produjera sin apenas fisuras dada la complejidad logística: el 3 de enero el 96% de los cajeros automáticos de la zona del euro ya dispensaban billetes en euros y una semana después más de la mitad de las transacciones en efectivo se hacían en euros; solo dos meses más tarde, los billetes y monedas nacionales dejaron de ser de curso legal.

Hoy en día, el euro representa uno de los mayores logros de la integración europea. Según los datos más recientes del Eurobarómetro, el apoyo a la moneda común entre los ciudadanos del área del euro se sitúa en el 80%, cifra que se eleva al 87% en el caso de España.

Tras los mínimos alcanzados en plena crisis del euro, en 2013, los niveles de apoyo al euro se encuentran en la actualidad en los niveles máximos registrados desde su creación.

Estabilidad de precios

– La moneda nació con el objetivo de simplificar nuestras vidas. ¿Lo ha conseguido?

– Efectivamente, uno de los beneficios buscados con el euro era la reducción de lo que, en jerga económica, se denominan «costes de transacción»; por la sustitución de las diversas antiguas monedas nacionales por una moneda común. Este ahorro de costes, que es significativo en términos cuantitativos para el conjunto de la sociedad, obviamente se materializó desde el primer instante.

Pero conviene subrayar que, más allá de las consideraciones microeconómicas, las principales razones que empujaron a los países a adoptar el euro fueron de índole macroeconómica: la integración en un área en la que el objetivo de estabilidad de precios estaría respaldado por una autoridad monetaria independiente y en la que los tipos de cambios entre socios que compartían el Mercado Único no constituirían ya una fuente autónoma de perturbaciones, como tantas veces lo había sido en la historia la UE.

Faltaron reformas estructurales

– Con su llegada, los tipos de interés se redujeron, la volatilidad de las divisas desapareció y la entrada de capitales se disparó, lo que desencadenó en una década de gran crecimiento económico. ¿Cómo se benefició España de estas circunstancias?

La convergencia de tasas de inflación y tipos de interés a largo plazo hacia los niveles de las economías más estables del área es uno de los mayores logros del euro, un éxito que –impulsado por los criterios de convergencia exigidos para la participación en el proyecto– antecedió temporalmente, de hecho, a la propia adopción del euro.

Aunque la convergencia nominal debía sentar las bases para el crecimiento económico, y así pareció hacerlo durante la primera década de la moneda, la sostenibilidad de ese crecimiento se vio, a la postre, gravemente comprometida por la falta reformas estructurales que fomentaran la productividad y el crecimiento a largo plazo e incrementaran la flexibilidad de las economías para ajustarse ante perturbaciones específicas.

En el caso de España, el dinamismo de la demanda interna en los primeros años del euro, impulsada por expectativas de crecimiento excesivamente optimistas y una abundante financiación en condiciones muy generosas, pronto chocó con la restricción de oferta de la economía.

Esto dio lugar, por un lado, a un diferencial de inflación persistentemente positivo con respecto a nuestros principales socios comerciales, que se tradujo –al no verse compensado con incrementos de la productividad– en pérdidas de competitividad, déficits por cuenta corriente crecientes y elevado endeudamiento exterior, que dejaron a la economía española muy expuesta al estallido de la crisis financiera internacional.

En este contexto, la crisis dio lugar a una brusca detención del proceso de fuerte convergencia real de nuestra economía que había comenzado en el período post Maastricht. Así, en términos de la evolución del PIB per cápita, ajustado por la paridad del poder de compra, la brecha con respecto a nuestros socios –que se había recortado unos 15 pp, hasta el 92% de la renta media del área- ha retomado ahora apenas los valores que tenía en el momento en que se introdujo el euro (80%).

Exportaciones

– Y todo ello en un contexto de éxito rotundo de la apertura comercial de España gracias a la moneda única…

En pocos ámbitos la incorporación de España a la moneda común ha tenido una incidencia tan relevante como en el proceso de internacionalización de nuestra economía, para el cual el euro supuso un impulso de gran calado.

Ya en los últimos 40 años del siglo pasado, la apertura económica al exterior había comportado numerosas ventajas para nuestro país, que incluyeron el acceso a innovaciones y financiación procedentes del resto del mundo, la mayor exposición de la economía a la competencia internacional y un mejor aprovechamiento de las ventajas competitivas del tejido productivo, con los consiguientes efectos beneficiosos sobre la capacidad de crecimiento.

La adopción del euro –que ha facilitado el comercio con nuestros principales socios– junto con el proceso de globalización de la producción –con la supresión de muchas de las barreras a los movimientos internacionales de bienes y capitales– han intensificado estos procesos.

El grado de apertura comercial y, especialmente, financiera de la economía española ha aumentado significativamente en las últimas dos décadas. Para nuestras empresas, el euro ha representado un acicate para la expansión de su actividad multinacional, muchas veces en forma de inversiones directas. Igualmente, se ha multiplicado el número de empresas exportadoras, caracterizadas por ser más eficientes y competitivas que el promedio del tejido productivo, lo que les ha permitido competir globalmente con éxito.

¿Se contendrá la inflación?

– También la inflación se benefició de esta política monetaria: La inflación media en España en estos últimos 23 años ha sido del 2%; mientras que la de los 23 años anteriores a la entrada del euro era de casi el 10%.  Pero, ¿qué pasa ahora, nos sigue beneficiando el euro en este sentido?

Yo creo que esos datos históricos permiten visualizar adecuadamente el que es el mayor logro asociado al euro para un país como el nuestro: su integración en un área de estabilidad monetaria, condición que no siempre habíamos logrado asegurar en el pasado. Los datos también ayudan a poner en perspectiva el actual episodio de inflación alta y persistente, que responde a factores coyunturales de carácter muy excepcional.

Tras varias décadas de inflación muy contenida, el levantamiento de las mayores restricciones asociadas a la crisis sanitaria provocó, en la segunda mitad de 2021, que la recuperación de la demanda agregada —apoyada por políticas monetarias y fiscales muy expansivas— fuera más intensa que la de la oferta —afectada, entre otros factores, por cuellos de botella en las cadenas globales de valor–.

Más recientemente, la invasión rusa de Ucrania ha espoleado los precios de las materias primas y alimentos hasta niveles sin paragón, que han llevado la inflación a tasas desconocidas en la historia de UEM.

Lo que yo destacaría es que, a pesar de la magnitud de la perturbación, las expectativas de inflación a medio y largo plazo de los diversos agentes económicos –consumidores, empresas y mercados financieros– permanecen ancladas en niveles próximos el objetivo del 2% del BCE.

Los diversos actores parecen comprender el carácter excepcional y temporal del actual repunte inflacionista. La credibilidad de la política monetaria del BCE, orientada sin vacilación a garantizar a medio plazo la estabilidad de precios, constituye la mejor garantía de que el actual repunte de la inflación no se prolongará por tiempo indebido.

Deberes hechos

– ¿Han salido unos países más beneficiados que otros con la incorporación al euro? ¿Cuáles? ¿Y por qué? ¿Y España en concreto?

La moneda común abrió todo un mundo de oportunidades que beneficiaban, sin distinción, a todos los países que decidieron participar en el proyecto histórico.

Pero, ciertamente, yo creo que las economías que, a la postre, más se han beneficiado han sido precisamente aquellas que comprendieron de forma más temprana que, ausente el instrumento cambiario, la pertenencia a una Unión Monetaria ponía un plus de exigencia sobre las políticas económicas nacionales.

En otras palabras, se trataría de aquellos países que hicieron «los deberes» en dos ámbitos: en primer lugar, reformas estructurales que fomenten la productividad, la competitividad de la economía y su capacidad de adaptación a perturbaciones; y en segundo, una política fiscal prudente que asegure unas finanzas publicas sostenibles en el medio plazo.

Crisis financiera

– La crisis financiera ha sido uno de los tragos que hemos tenido que superar. ¿Cómo ha contribuido el euro en esta situación?

Una de los padres fundadores de Europa, Jean Monnet, dejó escrito en sus memorias: «Europa se forjará en las crisis y será la suma de las soluciones adoptadas para afrontar esas crisis». La crisis financiera de 2008 y la de deuda que le sucedió, así como las crisis del COVID-19 y la de la guerra en Ucrania son ejemplos, cada una con sus peculiaridades, de esos momentos que forjan la historia de la integración europea.

Las crisis de 2008-2012 nos enseñaron que los países que compartimos una política monetaria común éramos mucho más interdependientes de lo que habíamos sido capaces de imaginar y que las vulnerabilidades acumuladas en algunos de dichos países, incluso los más pequeños, podían llegar a tener, con relativa facilidad, implicaciones sistémicas.

Esa no era exactamente la percepción sobre la que se había construido el sistema de gobernanza de la Unión Económica y Monetaria, basado en una política monetaria común, pero con atribución responsabilidades eminentemente nacionales para el resto de políticas, a pesar de existir un marco de reglas en el caso de las políticas fiscales.

La toma de conciencia de que el marco de gobernanza de la UEM no había sido plenamente eficaz para generar patrones duraderos de crecimiento y convergencia llevó a las distintas instituciones de la UE a promover un ambicioso programa de reformas que completaran su diseño: se crearon mecanismos de asistencia financiera condicional a los países; se reforzaron los mecanismos de disciplina fiscal y de control de desequilibrios excesivos; y se creó una unión bancaria.

A pesar de lo avanzado, están aún pendientes piezas fundamentales, como un sistema común de garantía de depósitos, o la unión de mercados de capitales.

Tampoco se ha avanzado suficientemente en establecer una capacidad común permanente de estabilización cíclica, que amortigüe los shocks más intensos y respalde la capacidad estabilizadora de las políticas fiscales nacionales.

En este sentido, algunas de las innovaciones introducidas en respuesta a los nuevos desafíos planteados por la crisis de COVID deberían servir a futuro como guías, como son el Instrumento de Apoyo Temporal para Mitigar los Riesgos de Desempleo en una Emergencia (SURE) o el nuevo Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, que se ha diseñado con esquemas de incentivos novedosos que vinculan el desembolso de fondos a la puesta en marcha de reformas comprometidas.

Completar las reformas de la gobernanza resulta imprescindible para hacer que la UE y la UEM sean más resilientes frente a perturbaciones futuras.

¿Qué nos deja el Brexit?

– El brexit ha sido otro punto de inflexión para Europa. ¿Cómo nos ha afectado la salida del Reino Unido de la Unión Europea?

La salida del Reino Unido —que fue miembro de la Comunidad Económica Europea desde 1973— conforma una nueva UE, menos diversa, pero más cohesionada también.

Tras una década de grandes tensiones económicas, sociales y políticas por las consecuencias de la crisis iniciada en 2008, la fractura de la UE —la primera desde que en 1951 seis países crearan la Comunidad Europea del Carbón y del Acero— ha tenido lugar finalmente por la salida del país que se reservó siempre un estatus especial por no compartir la aspiración común de «una unión cada vez más estrecha»; formulada ya en el Tratado de Roma de 1957.

En mi opinión, esto reivindica la visión fundacional de que la sostenibilidad a largo plazo del Mercado Único exigiría con el paso del tiempo mayor integración monetaria y económica, y, eventualmente, una estrecha cooperación en el ámbito de la política. Yo creo que el grado de cohesión de la propia UE ha salido también reforzado de un proceso negociador extraordinariamente complejo, durante el cual los países de UE, liderados por la Comisión Europea, fueron capaces de defender posiciones comunes.

Euro digital

– El siguiente paso será el euro digital. ¿Este proyecto está avanzado? ¿Qué supondrá para nuestra operativa diaria?

El euro digital responde a la demanda creciente de medios de pago rápidos, sencillos, seguros y económicos. Sería una forma electrónica de dinero emitido por el Eurosistema que todos los ciudadanos y empresas podrían utilizar —como los billetes, pero en formato digital— para realizar sus pagos diarios. Complementaría al efectivo sin sustituirlo, por lo que el Eurosistema continuaría, en cualquier caso, emitiendo efectivo.

Actualmente el proyecto está todavía fase de investigación; comenzó en octubre de 2021 y durará aproximadamente dos años, hasta octubre de 2023. El BCE y los bancos centrales nacionales están estudiando su diseño y distribución a comercios y al público en general, así como los cambios legislativos necesarios y su impacto en el mercado.

En este sentido, los expertos han establecido algunos requisitos básicos para un euro digital, como accesibilidad, solidez, seguridad, eficiencia, privacidad y cumplimiento de la legislación. Una vez concluida la fase de investigación, el Eurosistema tendrá que decidir si comienza la fase de desarrollo.

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