El rearme de la Unión Europea: ¿un estímulo económico para el continente?

La Unión Europea (UE), cuya economía lleva varios años estancada, ha tomado conciencia de la necesidad de aumentar su competitividad y apostar firmemente por la tecnología y la innovación para hacer frente a potencias como Estados Unidos y China. Con esta idea en mente, Bruselas parece haber encontrado en el rearme de Europa no solo una respuesta ante los crecientes riesgos en materia de seguridad, sino también un estímulo con el que reactivar la economía de la eurozona y sacarla del letargo en el que lleva años instalada.
«La era del dividendo de la paz ha quedado atrás. La arquitectura de seguridad en la que confiábamos ya no puede darse por sentada», aseguró en marzo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Con estas palabras, la líder del Ejecutivo europeo dejaba claro que el contexto internacional al que se enfrenta la UE es muy diferente al de hace unas décadas, especialmente por la postura que el presidente estadounidense, Donald Trump, ha adoptado con respecto a Ucrania y su visión de la geopolítica.
El ambicioso plan presentado por Bruselas, que contempla movilizar 800.000 millones de euros para aumentar el gasto en defensa, plantea varios interrogantes. Por un lado, surge la duda de si Europa y sus empresas están realmente preparadas para afrontar este reto; y por otro, cabe preguntarse si, más allá de garantizar la seguridad del continente, existe también un interés económico subyacente.
Un plan de rearme que podría reactivar la economía
El plan de rearme de la UE pretende aumentar el gasto en defensa del 1,9 al 3% del PIB europeo. ¿Cómo podría impactar esto en la economía? Si nos centramos en el caso de España, el incremento del gasto en defensa hasta alcanzar el 2% del PIB antes del año 2029, anunciado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, podría generar más de 25.000 empleos en el país y aumentar el PIB en un 1,35% anual, según estima la consultora NITID Corporate Affairs.
En este sentido, el analista de Seguridad y Defensa Jesús M. Pérez Triana considera que «invertir en la industria de defensa, donde Europa es bastante competitiva, puede ser un camino para impulsar una industria de alto valor y que requiere mano de obra cualificada». Asimismo, señala que el potencial de la industria de defensa como locomotora económica reside también en el desarrollo de áreas que tienen uso en la vida civil, como por ejemplo la Inteligencia Artificial o las comunicaciones satélite.
Este efecto dinamizador del gasto en defensa podría resultar especialmente relevante para economías como la alemana, que atraviesa una situación de estancamiento desde hace varios años. De hecho, se plantea la posibilidad de que sectores tradicionales, como el de la automoción —clave en Alemania—, se transformen para atender a la producción militar. Sin ir más lejos, la empresa armamentística Rheinmetall ha manifestado su disposición a asumir la gestión de plantas inactivas de Volkswagen con el objetivo de fabricar tanques.
El experto en Relaciones Internacionales y profesor de la Universidad Europea, Frédéric Mertens, opina que el sector de la automoción, especialmente el alemán, podría ser clave para impulsar el plan de rearme. «Si queremos ser eficientes en tiempo con este plan, necesitamos contar con Alemania, que es la gran potencia industrial y económica», destaca.
¿Estamos preparados para el rearme?
Más allá del impacto económico que pueda tener este plan, surge una cuestión quizá aún más relevante: ¿está la Unión Europea preparada? Para Mertens, la respuesta es negativa: «Existe voluntad política, pero entre esa voluntad y la realidad hay un problema».
Tras haber dejado durante décadas las cadenas de producción de este sector prácticamente abandonadas, Mertens cree que la Comisión Europea aspira ahora a «recuperar el tiempo perdido en muy poco». «Los más optimistas creen que podríamos alcanzar un nivel de producción aceptable en 2030. Yo lo veo muy difícil y, por ello, están surgiendo movimientos orientados a la compra de material militar turco. Sin embargo, depender de terceros países puede suponer un riesgo», añade.
Según un análisis de Funcas, el 78% de las compras de armamento realizadas entre 2022 y 2023 en Europa fueron importadas, principalmente desde Estados Unidos. Por ello, la cuestión está en cómo van a suplir las empresas europeas esa producción procedente del país norteamericano.
En el caso de España, Jesús M. Pérez Triana aboga por el impulso de «campeones nacionales» dentro del sector de defensa. «El problema no radica tanto en el gasto en armamento estadounidense, sino en la falta de empresas propias con peso en los consorcios europeos, donde actualmente somos socios minoritarios. El futuro de la industria española pasa por establecer alianzas con empresas de potencias medias, como Brasil o Corea del Sur», señala.
Así, España —explica— deberá apostar por el desarrollo de una industria propia, fomentar colaboraciones industriales con otros países, participar activamente en consorcios europeos y negociar las compras a Estados Unidos.
El fin de los dividendos de la paz
El rearme europeo representa también un cambio de paradigma respecto a lo que ha sido Europa hasta ahora, plantea interrogantes sobre la dirección que tomará en el futuro y si desviará inversiones desde el gasto social hacia el gasto en defensa.
Frédéric Mertens opina que, durante muchos años, Europa «lo ha apostado todo al mercado», dejando de lado el aspecto de la seguridad y la defensa. «La UE fue concebida como un gran supermercado y se ha convertido en un imperio económico sin dientes y sin uñas», agrega.
A su juicio, esta apuesta por el rearme conlleva tener que renunciar a otras partidas presupuestarias. El famoso concepto económico «cañones o mantequilla» representa precisamente esa disyuntiva entre invertir en defensa militar (cañones) o en bienes de consumo civil (mantequilla).
¿Cañones o mantequilla?
El Gobierno laborista de Keir Starmer ha sido uno de los que ha planteado una reducción del gasto social en el Reino Unido para incrementarlo en defensa hasta el 2,5% del PIB. «Diga lo que diga Pedro Sánchez, va a ser inviable y es mentira decir que no van a tocar nada al aumentar el gasto de defensa exigido por la OTAN y la Comisión Europea», remarca Mertens.
Por su parte, Jesús M. Pérez Triana señala que esta disyuntiva entre gasto social y gasto militar constituye «un falso dilema». «La guerra de Ucrania nos demuestra que, cuando no se disuade de forma eficaz a los rivales geopolíticos, estos acaban realizando apuestas arriesgadas. La inversión en defensa se hace precisamente para alejar el horror de la guerra y evitar que caigan bombas sobre escuelas y hospitales, como ha sucedido en Ucrania».
Insiste, además, en que la inversión de defensa en Europa «no se tiene que entender como una inyección puntual, resultado del shock inicial de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, sino que es la nueva normalidad de un mundo multipolar». «La autonomía estratégica sin el paraguas de seguridad estadounidense requiere niveles de inversión en defensa más altos. No es una inyección puntual como refuerzo temporal», concluye.