José Moisés Martín: «Las pymes innovadoras son nuestro talón de Aquiles»

Con más de 25 años de trayectoria en los sectores público y privado, José Moisés Martín Carretero fue nombrado en 2024 director general del Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (CDTI). A lo largo de su carrera, ha ocupado puestos de responsabilidad como director y socio de la consultora Red2Red, además de formar parte del Consejo Asesor de Asuntos Económicos del Ministerio de Economía y del Consejo Asesor del Alto Comisionado para España Nación Emprendedora.
Es licenciado en Economía por la Universidad Autónoma de Madrid y ha completado diversos programas de posgrado: finanzas en el IE Business School, análisis económico en la UNED y relaciones económicas internacionales en el Cepade de la Universidad Politécnica de Madrid.
Entre otros cargos destacados, ha sido jefe del Departamento de Cooperación Multilateral en la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) y asesor económico en la Embajada de Corea del Sur en España. También ha impartido docencia como profesor de economía y emprendimiento tecnológico en la Universidad Camilo José Cela.
El reto principal: ampliar el número de pymes innovadoras
– España ocupaba el puesto 18 en el ‘European Innovation Scoreboard 2024’, donde era considerado un país de innovación «moderada» en Europa. ¿Qué medidas está implementando el Centro para el Desarrollo Tecnlógico y la Innovación para hacer de España un país más innovador?
En los últimos años, España ha mejorado su posición pero, efectivamente, seguimos siendo considerados un país innovador moderado. Desde el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, se están desarrollando pasos para mejorar nuestro desempeño innovador no sólo a través de fondos públicos y privados sino, también, desde otras estrategias.
En lo relativo al CDTI, acabamos de aprobar un nuevo Plan Estratégico para el ciclo 2024-2028 que incluye tres líneas fundamentales de actuación: mejorar el acceso a la financiación para la innovación a las empresas con intensidad innovadora media o baja, fortalecer el ecosistema de acompañamiento a la innovación empresarial y fomentar la cultura de la innovación.
En 2024, el CDTI movilizó, a través de sus diferentes instrumentos de financiación, más de 2.300 millones de euros pero la clave no reside solo en la financiación; también hay que trabajar aspectos como la formación de los líderes empresariales, favorecer la transferencia de conocimiento desde la universidad y estimular la demanda de productos tecnológicamente avanzados e innovadores. El reto principal que enfrentamos es ampliar el número de pymes innovadoras, que es nuestro principal talón de Aquiles.
Avances «esperanzadores» en ciencia e innovación
– ¿Cree que la inversión en innovación y tecnología es realmente una prioridad en España? ¿Percibe un interés real por parte de la política española en este ámbito?
La evidencia nos dice que los países más innovadores son aquellos que están cohesionados por retos externos y en los que no existen problemas ni debates distributivos: Finlandia, Corea del Sur, Taiwán o Israel cumplen esos criterios. En España, el debate político y social se mueve mucho en términos distributivos y, afortunadamente, no tenemos una amenaza externa inminente.
Sin embargo, en los últimos años, hemos vivido algunos avances esperanzadores en materia de consenso sobre la ciencia y la innovación. La reforma de la Ley de Ciencia se aprobó sin un solo voto en contra en el Parlamento y la colaboración entre administraciones, en el ámbito de la innovación, es muy amplia. Creo que son buenas bases para seguir avanzando. La toma de conciencia sobre la aportación de la innovación a la autonomía estratégica, sin duda, actuará como catalizador.
Innovar es «pensar en nuevos modelos de producción»
– En su opinión, ¿cuáles son las principales necesidades de las empresas españolas en materia de innovación y tecnología?
Creo que, en muchos aspectos, existe un amplio margen de mejora, pero el más relevante para mi es la construcción de capacidades gerenciales capaces de hacer que una pyme tradicional comience a innovar en su campo. Innovar no es adoptar tecnología: es pensar en nuevos modelos de producción, nuevos productos y nuevos procesos. Eso es más complicado que comprar ordenadores o software.
Por ello, se necesita de un mayor acompañamiento desde centros tecnológicos, consultoras, parques científicos… sólo cuando se ha recorrido ese camino la financiación y los incentivos aparecen para facilitar los procesos, pero hay que comenzar el camino antes. Los incentivos son el punto de llegada pero la toma de conciencia sobre la necesidad de avanzar en la innovación es lo prioritario y es un grave déficit en nuestro país.
«Lo tecnológico, por sí mismo, no aporta per se»
– El debate sobre la reducción de la jornada laboral ha reavivado la discusión sobre la baja productividad en España. ¿Cómo pueden la tecnología y la innovación contribuir a mejorar nuestra productividad?
Afortunadamente, ahora contamos con información muy detallada sobre cuáles son las fuentes de la productividad: el capital humano, las instituciones, la estructura del mercado, los intangibles y la tecnología. La tecnología es una fuente de productividad sólo si viene acompañada por nuevos procesos, capacidades gerenciales, formación del capital humano…
Comprar tecnología, por sí mismo, no incrementa la productividad; necesitas además un modelo de negocio y un capital humano capaz de extraer todo el potencial que tiene esa tecnología. Hoy día, cualquier teléfono móvil tiene más potencia que los mejores ordenadores de hace 20 o 30 años, pero lo usamos para redes sociales y distraernos con juegos banales.
Ampliar la frontera tecnológica es necesario, imprescindible, pero tenemos que aprender a usar la tecnología y a sacarle todo el provecho. La innovación avanza sobre esos intangibles generando un valor que, lo tecnológico, por sí mismo, no aporta per se.
El debate sobre la competitividad en Europa
– En Bruselas hay un intenso debate sobre la competitividad europea. La Unión Europea parece haber tomado conciencia y ahora busca reforzar su capacidad en innovación y tecnología para competir con China y Estados Unidos. ¿Qué opinión le merece la Brújula de la Competitividad, la estrategia presentada por la Comisión Europea para conseguir este objetivo?
El debate sobre la competitividad europea no es nuevo. Sólo en los últimos 30 años, hemos oído hablar del libro blanco de Delors, la Agenda de Lisboa, la Agenda Europa 2020 o el propio Green Deal. La Brújula de Competitividad viene a reforzar mensajes que sabemos desde hace tiempo y que, ahora, parece que pasan de ser una amenaza a convertirse en una realidad.
El problema de todos estos documentos es la dificultad de su implementación, que choca con las limitaciones de un sistema institucional complejo en el que hay que defender al mismo tiempo los intereses de todos y los intereses de cada uno, y no siempre son lo mismo.
En España, abogamos por una mayor integración y cohesión territorial, con nuevos instrumentos de alcance europeo, mientras otros países prefieren que la competitividad descanse fundamentalmente sobre capacidades nacionales. Ese debate no está resuelto. De estarlo, Europa estaría en mucha mejor situación.
«El desarrollo económico no es un fin en sí mismo»
– ¿Qué errores ha cometido Europa en este sentido? A menudo se critica a Bruselas por un exceso de regulación, lo que podría haber frenado el desarrollo económico. ¿Comparte esta visión?
Se habla mucho del exceso regulatorio de la Unión Europea, comparado con Estados Unidos o China. Yo, sin embargo, no soy tan crítico y creo que una regulación que proteja a consumidores, trabajadores y medio ambiente es esencial. No estaría tan seguro de que esa regulación sea un error; bien al contrario, puede ser una referencia para nuevos estándares internacionales, como lo ha sido en el pasado.
No debemos olvidar que el desarrollo económico no es un fin en sí mismo sino un medio para lograr un mayor desarrollo social, cultural y humano. No creo que haya contradicción entre unas cosas y otras e intento no plantearlo así.
Los problemas estructurales siguen en España
-Hace unos años, usted publicó el libro ‘El futuro de la prosperidad’, en el que desafiaba el pesimismo instalado sobre la economía española. Pasado un tiempo, ¿sigue manteniendo el mismo optimismo? ¿Cómo ve el crecimiento económico en España?
La tesis fundamental del libro es que tenemos a nuestro alcance las herramientas para generar una prosperidad compartida que favorezca la innovación, refuerce la cohesión social y respete el medio ambiente. Lamentablemente, la evolución de la economía internacional no avanza en ese sentido, aunque mantengo la esperanza de que los mensajes calarán y, tarde o temprano, podremos volver a mirar con esperanza el futuro.
En términos de coyuntura, los resultados de España son espectaculares, con crecimientos muy positivos y datos de empleo muy esperanzadores. Pero los problemas estructurales siguen estando ahí. Estamos viviendo un gran momento en el que podríamos aprovechar esta bonanza para dar respuesta a algunos de los desafíos que tenemos a largo plazo. Ojalá lo logremos.
La productividad, el gran desafío
-¿Cuáles son, a su juicio, los principales retos estructurales que España aún debe superar en materia económica?
Sin ningún género de dudas, la productividad es el principal. Crecemos, pero lo hacemos a base de trabajar más y menos eficientemente que nuestros socios europeos. El segundo problema es la persistente desigualdad. Hemos avanzado mucho, pero todavía quedan importantes lagunas que debemos resolver. Si lográsemos encauzar ambas cuestiones, estaríamos hablando de un país diferente