Ricard Camarena ha vivido un año único por la cantidad de reconocimientos que se han sucedido. Pocas veces utiliza el yo y casi siempre la primera persona del plural. Se define como hiperactivo y tiene muchas cosas claras. Una de ellas es el papel decisivo que desempeña su mujer en esta aventura vital, gastronómica y empresarial,

– Este año ha sido una explosión.
– Los últimos doce meses han sido interesantes. Posiblemente hemos tenido los reconocimientos más importantes que nos han catapultado un poquito: segunda estrella Michelin, el Premio Internacional de Identitá Golose y ahora el Premio Nacional de Gastronomía.

Portada de la Revista. | Foto: V.A, Jiménez

– ¿Le afecta esa avalancha de reconocimientos internacionales?
– Me afectan cuatro o cinco días, porque tengo más compromisos mediáticos, pero una vez pasa, vida normal.
Para mí, cada día es totalmente diferente y en un mismo día pasan diez cosas distintas y todas con un alto nivel de exigencia.
Nosotros recobramos la normalidad muy rápidamente, porque no nos afecta en nuestro trabajo diario. No hay más exigencia porque la que tenemos ya es altísima.

– Cuando agradece la concesión de un premio siempre menciona a su mujer, Maricarmen.
– Es mi apoyo, es la que me permite hacer lo que quiero. Siempre ha estado conmigo, pase lo que pase, la que ha creído en mis posibilidades, la que ha generado el ecosistema –tanto dentro de casa como en la empresa– para que los proyectos sean exitosos.
Además de generar un concepto bueno, tiene que ser sostenible, debe tener la operativa necesaria para que funcione y ella se encarga de que todo eso sea posible. Hace muchísimo trabajo en la sombra, no le gusta la exposición, pero es una pieza indispensable.
En la empresa dirige el equipo de gestión. Eso, al final, me deja a mí mucha libertad para centrarme en lo que a mí me interesa, que es la parte gastronómica, por la que dan los premios.
Ella me ha quitado de delante las cosas que me puedan estorbar para desarrollarme como profesional.

– Hace unos años, el panorama gastronómico de València, sobre todo en la capital, era bastante triste. Ahora empieza a tener presencia, se reconoce y empieza a mirar sin complejos a cocinas como la vasca o la catalana.
– Ha sido todo. Mi amigo Quique Dacosta siempre ha dicho que necesitaba tener gente fuerte alrededor, porque la competencia era con otras comunidades. Que ahora seamos bastantes profesionales, hace que la visibilidad sea muy grande, que exista una ruta gastronómica.
Esa ha sido la clave. Han ido emergiendo profesionales con potencial que se les ha ido reconociendo tanto en el ámbito nacional como internacional. Ese ecosistema se contagia. Los que abren cosas lo hacen con cierta seguridad, porque ven que los que lo han hecho antes han tenido cierto éxito.

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