Martes, 23 de Abril de 2024
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Jorge Ballester, la soledad fue la libertad

Jorge Ballester, la soledad fue la libertad

Los aficionados al arte, con el paso de los años, aprendemos a desterrar de nuestro vocabulario el concepto de «artista maldito». Si se piensa bien, Van Gogh no sudaba segando los campos de trigo al sol. Prefería retratarlos, sin que nadie se lo ordenara, y luego ya le añadía unos cuervos siniestros también porque quería.

Jorge Ballester (València, 1944-2014), fue un creador «decisivo en su generación», según lo definió el presidente de la Fundación Bancaja, Rafael Alcón, gracias a las obras de pop contestatario del Equipo Realidad, del que fue fundador. Pero, con la llegada de la democracia, acompañada por la llegada del liberalismo económico -de momento la democracia no se ha inventado de otro tipo-, «no quería participar en la Feria de las Vanidades del mercado», como dijo el comisario Jaime Brihuega. El Equipo Realidad se disolvió y Ballester se encerró en su estudio para pintar exactamente lo que él quería, sin que nadie le dijera qué debía hacer ni cómo hacerlo. Y menos, el mercado.

Jorge Ballester

Esperanza Piñero, viuda del artista; Pampa Ballester, hija; Rafael Alcón; y los comisarios Joan Dolç y Jaime Brihuega; e Isabel Rubio, coordinadora de la Dirección General de Comunicación de Bankia en la Comunitat Valenciana. | E3

Desde el pasado jueves, se puede visitar en la Fundación Bancaja la exposición Jorge Ballester. Entre el Equipo Realidad y el silencio, la primera muestra antológica del pintor, dando a conocer parte de su obra que permanecía inédita hasta ahora. Ballester, junto a Joan Cardells y Enrique Carrazoni, a mediados de los años 60 y con un lenguaje pop figurativo que hoy entra fácilmente por los ojos del espectador, se lanzaron a denunciar la situación predemocrática de la sociedad española de la época. Temas como el consumismo, la opresión política, los falsos convencionalismos de los mass-media, la función del arte o el papel de la mujer en la sociedad protagonizan las obras, todo ello representado con una importante carga satírica y de denuncia. El escritor y realizador Joan Dolç, también comisario de la exposición, declaró que «el Equipo Realidad era un proyecto casi suicida desde el inicio: los cuadros no soportarían estar colgados en un ambiente burgués». 

El Equipo Realidad sacaba imágenes de la represión franquista sobre los movimientos estudiantiles contestatarios, y las mezclaba con obras «sagradas» del arte español como El entierro del Conde de Orgaz, de El Greco, con intención blasfema; se recreaba en imágenes crueles de la Guerra Civil para mantener viva la memoria de esos hechos; denunciaba la condición de objeto que se le otorgaba a la mujer, por ejemplo, limpiando un coche con una sonrisa terrible; y avisaba de la pervivencia del colonialismo a través de alegres soldados cargando barriles de petróleo en el desierto. «‘Nulla esthetica sine ethica’ es el lema que define a su obra. El Equipo Realidad antepuso la ética sin sucumbir al devaneo estético», apuntó Brihuega, profesor de Arte Contemporáneo de la Universidad Complutense de Madrid.

A principios de la Transición, en la etapa postmoderna del arte, la mayoría de los artistas exitosos dejaron atrás la denuncia social y el compromiso político. En la presentación de la exposición, se citó el conocido aforismo de Vázquez Montalbán de «contra Franco, vivíamos mejor». El Equipo Realidad se disolvió y Jorge Ballester «se recluyó en el silencio, por el imperativo autoimpuesto de no integrarse en la sociedad», como señaló Brihuega.

Jorge Ballester

| E3

Desde entonces y hasta su muerte, sólo permitió que se le dedicara una exposición en el año 2011, en La Nau, también comisariada por sus amigos Brihuega y Dolç. Pero esa soledad autoimpuesta fue una fórmula elegida para seguir creando en libertad. «Ballester, en solitario, fue capaz de responder con la misma lucidez a contextos distintos». Siguió jugando según las propias reglas y no las de otros. Cuando le preguntaban por su profesión, respondía «yo soy Hartista», expresión con la que manifestaba su hartazgo respecto a los ambientes que se cultivaban en la esfera del arte.

Sin embargo, en la presentación de Jorge Ballester. Entre el Equipo Realidad y el silencio, algunos de los presentes lo recordaron como un tipo cercano, simpático, hasta sociable, y que vendió obras a quién él quería y según las razones por las que alguien estaba dispuesto a pagar por ellas. No las prostitutía. Por todo ello, su condición solitaria no debe confundirse con marginal; su escaso conocimiento entre el gran público no parece sinónimo de fracaso; como lo que veía alrededor no le gustaba, se encerró para ser libre. Nada de malditismos.

«El éxito y la fama hacen a la gente estúpida y también al producto», afirmó en declaraciones a El País poco antes de morir. Descubran la obra de un artista accesible, uno de aquellos que piensan lo que dicen, y lo dicen muy bien. Tienen plazo hasta el 1 de septiembre. Y recuerden que, como acertó a destacar Dolç, «la Fundación Bancaja es un centro cultural, no una galería de arte».

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