Jueves, 25 de Abril de 2024
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La maldita crisis del petróleo

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En 1975, José Meliá en persona tuvo que hacer declaraciones a la revista “Blanco y Negro”, propiedad del diario ABC, para salir al paso de los mil rumores, ninguno bueno, que había sobre la firma. Las ocho ramas del negocio matriz tenían autonomía funcional y estaban trabajando de forma saludable. Pero desde 1973, como una maldición, estaba flotando la crisis del petróleo, que lo perturbaba todo y que incluso contraía la ilusión por viajar.

Meliá desmintió que un descenso del 2 % en el número de turistas fuera un dato alarmante cuando las ventas de coches habían caído un 30 %. Y aseguró que, con 17 hoteles funcionando en España y otros 22 en proyecto, 18 de ellos en el extranjero, las cosas no le iban mal a la empresa. Había habido reajustes de personal “pero es una medida necesaria de profilaxis”. Dijo también que “habría que montar una oficina anti-rumores”, para pasar a precisar, seguidamente, que mantenían una muy buena relación con el Banco Coca, pero que esa entidad no le había puesto “personal en mi despacho”.

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Desafortunadamente, la crisis estaba en la puerta. Él, que había soportado el rumor de que el negocio estaba en manos de los Jesuitas, y más tarde que el Opus Dei lo manejaba a su antojo, tuvo que ceder al apoyo del Banco Coca y posteriormente al control por Banesto. Aunque siempre ostentó el título de presidente honorario, la aventura de José Meliá llegó a su fin en 1987, cuando Giancarlo Parretti compró al Español de Crédito todo el paquete accionarial de Meliá. El financiero italiano, no mucho después, traspasó la propiedad de los hoteles a la cadena Sol de Gabriel Escarré, que nunca ha querido borrar el apellido Meliá por ser una marca acreditada, entrañablemente española y querida por el público.

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