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Crecer en un mundo incierto: así escalan las empresas en España

Crecer en un mundo incierto: así escalan las empresas en España
Publicado a 24/06/2025 18:15 | Actualizado a 27/06/2025 12:35

Las empresas españolas se enfrentan a un panorama de oportunidades y desafíos. Con un crecimiento previsto del PIB del 2,3% en 2025 y una posición destacada respecto a otras economías de la eurozona, España parte de una base sólida. Sin embargo, la inestabilidad geopolítica, el proteccionismo creciente y las incertidumbres regulatorias exigen una revisión estratégica para sostener el crecimiento y la competitividad empresarial.

Esta fortaleza relativa abre una ventana de oportunidades para que el tejido empresarial –especialmente, las pymes– impulse su competitividad y expanda su presencia más allá de nuestras fronteras. Sin embargo, para lograrlo no basta con repetir fórmulas conocidas: crecer en 2025 implicará repensar prioridades, ajustar estrategias e invertir con inteligencia.

Internacionalización

La internacionalización vuelve a ocupar un papel central en la agenda empresarial. A pesar del giro proteccionista que está marcando la nueva administración estadounidense de Donald Trump -–con aranceles que amenazan especialmente a sectores como el agroalimentario, químico o tecnológico–, las empresas españolas mantienen su apuesta por los mercados exteriores.

Según un informe de Caixabank Research, un 43% prevé incrementar su actividad internacional este año y un 2 % comenzará a dar sus primeros pasos fuera del país. Europa sigue siendo el destino preferente, pero América Latina, Estados Unidos y mercados emergentes como Asia o el Golfo Pérsico ganan peso en la estrategia exportadora. Esta apertura es especialmente visible en sectores como la tecnología, la alimentación o la industria manufacturera, que han identificado en la diversificación geográfica una vía para reducir su exposición a riesgos regionales y ganar volumen.

Prioridad: rentabilidad

Este impulso hacia el exterior se combina con una reconfiguración interna. Las empresas están revisando sus prioridades estratégicas con un enfoque mucho más orientado a la rentabilidad. Ya no se trata solo de crecer, sino de hacerlo de forma eficiente y sostenible. Para ello, dos ejes dominan las agendas corporativas: la transformación digital y la atracción del talento. La digitalización, que durante años fue un objetivo difuso, se ha convertido en una necesidad urgente.

 

Según KPMG, el 69% de las empresas planea aumentar sus inversiones en nuevas tecnologías, con especial énfasis en inteligencia artificial, automatización de procesos y análisis de datos. De hecho, el 85% de los directivos afirma haber invertido o tener previsto invertir en IA a corto plazo, un salto significativo respecto al 54% del año anterior.

No obstante, esta transformación tecnológica no es viable sin una evolución paralela de las capacidades humanas. El desarrollo y la fidelización del talento es ya el segundo gran foco estratégico. El 45% de las empresas invertirá en formación y capacitación de sus plantillas, mientras que el 31% prioriza la atracción y fidelización de profesionales como uno de sus principales objetivos. El diagnóstico es claro: sin personas preparadas para extraer valor de la tecnología, no hay competitividad posible. Y, sin embargo, casi la mitad de los empresarios reconoce que sus organizaciones están sufriendo retrasos en sus procesos de transformación digital por la falta de habilidades adecuadas. La brecha de talento es, en muchos casos, el verdadero cuello de botella del crecimiento.

Ciberseguridad

La necesidad de formar equipos más preparados también responde a una amenaza creciente: los ciberataques. La ciberseguridad se ha consolidado como una preocupación transversal en todos los sectores; un 34% de los directivos la incluye entre sus principales áreas de inversión. Las empresas no solo tienen que proteger sus datos y operaciones, sino también adaptarse a una normativa europea cada vez más estricta.

 

La complejidad de los ataques y su potencial impacto económico obligan a desplegar una respuesta mucho más profesionalizada, donde tecnología y formación, como apuntábamos antes, vayan de la mano.

Grandes protagonistas

En este escenario de modernización acelerada, algunos sectores despuntan como grandes protagonistas del crecimiento. La tecnología, por su dinamismo y capacidad de tracción sobre otros ámbitos, lidera las previsiones de facturación y empleo. Le siguen el turismo –favorecido por cifras récord de visitantes y gasto–, los seguros y la banca, que están redefiniendo su propuesta de valor mediante soluciones digitales cada vez más personalizadas. En paralelo, sectores como la energía, las infraestructuras o la logística se ven impulsados por los fondos europeos y la urgencia de avanzar en la transición verde y digital.

 

Por el contrario, industrias como la automoción afrontan un panorama más incierto, afectadas por el encarecimiento de materias primas, la presión regulatoria y la dificultad para adaptarse al cambio tecnológico.

Entorno volátil

Estos avances conviven con importantes riesgos estructurales. La fragmentación política complica la estabilidad regulatoria y retrasa reformas clave en el ámbito laboral, fiscal o educativo. Además, la débil productividad del tejido empresarial -lastrada por el escaso tamaño medio de las empresas y por la falta de profesionalización en la gestión- es un obstáculo que sigue sin resolverse. Todo ello, en un contexto global marcado por tensiones geopolíticas, guerras abiertas y un nuevo orden comercial en disputa.

Eso sí, frente a este entorno volátil, las empresas españolas muestran una actitud resiliente y decidida. Tres de cada cuatro directivos afirman que la situación de su empresa es buena o excelente y el 71% prevé aumentar su facturación en los próximos doce meses. Más de la mitad planea incrementar su inversión y un 42 % prevé contratar personal, según KPMG. Este optimismo, sin embargo, no debe conducir a la complacencia.

El reto, por tanto, no es menor: se trata de construir una economía empresarial más digital, más internacional, más sostenible y más centrada en las personas. Solo desde esa ambición transformadora podrá España consolidar su posición como una de las economías más dinámicas de Europa y garantizar que su tejido empresarial no solo crezca, sino que se fortalezca en un mundo cambiante.

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