Viernes, 19 de Abril de 2024
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Tiempos de cambios, tiempos de valientes

Jaime Esteban, Socio fundador en Speed Out

En estos días inciertos que nos está tocando vivir parece que si no hablas de la crisis del coronavirus no eres nadie, o que si tratas el tema con cierta distancia eres agresivo o insensible, nada más lejos de la realidad. Lo que si es cierto es que recibimos a diario una auténtica avalancha de informes de las más prestigiosas entidades del mundo, consultoras, bancos centrales, universidades, institutos de investigación, fundaciones, asociaciones y grupos políticos dando todos su visión de los hechos, del impacto económico y de las consecuencias que esta tremenda situación está teniendo en nuestras vidas y de la que tendrá -más allá del drama humano con la irreparable pérdida de vidas- en el empleo, en la destrucción de tejido empresarial, en los usos y costumbres sociales…

Todo el mundo trata de predecir el futuro y las predicciones no son nada halagüeñas.  Y no hay nada peor que las predicciones que se cumplen a sí mismas, por eso no debemos contribuir en la medida de nuestras posibilidades, por pequeñas que estas nos parezcan, al cumplimiento de los malos augurios. Cada uno, a su nivel y desde su trabajo, debe contribuir para minimizar el impacto de esta insólita situación con espíritu constructivo y positividad. Luchando por mantener nuestra actividad o pivotando cuando la tozuda realidad nos impida continuar el camino que nos habíamos trazado.

Es ingenuo pensar que todo va a volver a ser igual tras la COVID-19, hay cosas van a cambiar, algunos usos sociales, algunas formas de trabajar. A todos los que su negocio permite el trabajo a distancia, la videoconferencia ha llegado para quedarse, no parece lógico que cuando la pandemia pase, que pasará, desechemos herramientas que se han revelado tan útiles y eficientes. Merece, por tanto, más la pena hablar de cambios posibles que tratar de adivinar el futuro.

¿A qué me estoy refiriendo? Si algo caracteriza a las crisis es que son tiempos de cambio, la humanidad avanza a través de impulsos que surgen en situaciones críticas. Ante estos momentos podemos optar por acurrucarnos con la cabeza escondida bajo tierra cual avestruz esperando a que escampe y que otros arreglen las cosas o podemos tomar las riendas y ser protagonistas en el diseño del cambio y, por tanto, de nuestro futuro.

No nos dediquemos a predecir, trabajemos en cambiar las cosas y desafiemos el statu quo. Reconozco que afrontar los cambios requiere de valor y coraje, así como de visión de futuro. Así que si me preguntan quién saldrá reforzado o quien sobrevivirá tengo clara la respuesta: aquellos que sean capaces de adaptarse al cambio y hacerlo de forma ágil. No podemos pensar en cambiar mañana, ya será tarde, el cambio tiene que producirse ya. El cambio es la constante y en el cambio está la oportunidad.


Las empresas más preparadas para sobrevivir son las que tienen el driver de la innovación incrustado en su ADN,

En este entorno, hemos visto como todo tipo de compañías han sido capaces de adaptarse a la nueva situación haciendo de la desgracia virtud y transformando su actividad para ponerla al servicio de las necesidades del mundo sanitario. Todos hemos visto como empresas, startups o consolidadas, pivotaban su actividad, bien por necesidad bien por solidaridad.

Conozco empresas que siendo expertos en la fabricación de embalajes de cartón han dado un giro y han fabricado mamparas protectoras para poner su granito de arena en esta situación. Son muchas las compañías que se han encontrado cómo de la noche a la mañana su negocio desaparecía, y han sido capaces de reorientarse para prestar su servicio o productos en otro entorno o por otro canal. Ni que decir tiene la explosión del e-commerce al amparo del confinamiento. Las empresas que tenían implementado este canal han hecho su agosto, aquellas que han decidido hacerlo al ver cerradas sus instalaciones físicas, bien hecho, pero sin duda llegan tarde.

Las empresas más preparadas para sobrevivir son las que tienen el driver de la innovación incrustado en su ADN, aquellas que tienen más desarrollado su área de exploración que les permite visualizar oportunidades donde otros sólo ven problemas y están listas para abordarlas con agilidad. No tengo miedo a pronunciarme en este sentido, el futuro es de las empresas innovadoras, con o sin coronavirus de por medio. Esta situación no hace más que evidenciar mi afirmación.

Hay que estar muy ciego, y perdonadme la expresión, para no ver que el futuro de la empresa es la innovación. Que es obvio que, si no haces tú la disrupción de tu negocio, vendrá otro jugador y la hará por ti, expulsándote del mercado. Es más, seguro que, en cualquier rincón del planeta, confinamiento incluido, hay varias compañías innovadoras trabajando en ello en este mismo momento, encontrarlas y aliarse con ellas es una buena opción.

Parece más que evidente que existe una constante necesidad de explorar nuevos modelos de negocio que garanticen la viabilidad futura de las “corporates”, esto es algo en lo que creo profundamente. Parece, también, que en este camino la colaboración con startups es la solución más ágil, eficaz y contrastada. Si todo esto parece claro, aunque todavía tengamos mucho que predicar, ¿por qué el capital huye de financiar estos proyectos innovadores? O, cuanto menos, ¿por qué le cuesta tanto?

Sé que habrá una larga lista de porqués respondiendo esta pregunta, pero todos ellos fruto de una visión lineal y piramidal de los negocios y las inversiones, nada que ver con el pensamiento exponencial que nos abre la puerta al futuro.  Parecen estar dando la espalda a ese futuro.  ¿No parece de sentido común que si se dedica capital el proceso innovador se acelerará? Y con él la supervivencia en el tiempo de la compañías.

Lógicamente hay que dar respuestas a estas preguntas, y si bien será tema para otro artículo, creo que hay un canal idóneo para solucionar este dilema. El capital necesita de profesionales para poder embarcarse en esta cruzada innovadora. Generar un auténtico marco de relación entre las compañías innovadoras o startups, los centros de conocimiento (universidades o institutos tecnológicos) con estrategias de transferencia tecnológica, y una estrecha colaboración entre corporates y especialmente los venture capital corporativos (con sus profundos conocimientos de mercados, sectores, procesos y necesidades)  y los venture capital al uso (con la dilatada experiencia en procesos de selección de objetivos, inversión y seguimiento), parece una palanca de crecimiento sólida pero claro, los cambios requieren de valientes con visión ¡¡¡y coraje!!!

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