Jueves, 25 de Abril de 2024
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Mi novena final valencianista

Mi novena final valencianista

Por novena vez en mi vida, hoy he salido de la cama esperando a que llegue la noche para ver al Valencia CF jugar una final. Nueve veces en casi 44 años de mi deambular por este plano de la realidad. Ojo, la novena final si contamos las del 79 y 80 -de las que no recuerdo nada- y eliminamos supercopas de España y Europa, que si no existieran las echaría de menos igual que a la quinoa. No nos pasemos de estrictos.

En marzo, tuve la oportunidad de pedirle a Mario Alberto Kempes un pronóstico temprano para la final. Parecía que quedaban muchos días hasta hoy. En realidad, el icono del Valencia no dijo «abro y cierro los ojos y ya está ahí«, como transcribí, sino que se puso a parpadear cómicamente y soltó «qué va, ya está ahí, ¿viste?».  Pues sí, veo que ya está aquí y ahora, la estamos jugando durante este mismo segundo, el segundo anterior y el próximo, y así desde el momento en que el árbitro pitó la conclusión del partido en Zorrilla y nos metimos en la Champions. Todos estos días hemos estado jugando la final, y eso es lo que más mola, los días previos, y además esta semana sin muchas angustias. En el momento en que Undiano Mallenco dé el último pitido inicial de su vida a las 21 horas, ya estaremos en el tiempo suplementario. La final habrá empezado a acabarse.

Sabemos que a un lado del campo estará la rutina, vestida de blaugrana, y al otro la ilusión y el flipe, blanquinegres ambos. Unos están muy disgustados y en el fondo lo seguirán estando a medianoche, ponga lo que ponga en el marcador. Los otros tienen muy remotas posibilidades de disfrutar de una gran fiesta, abrazarse, besarse y achucharse con sus respectivos parejos o con desconocidos físicamente, pero espiritualmente familiares. Los primeros cenarán tranquilamente sin pensar mucho en nada, como después de un día de oficina. Los segundos sabrán que se acordarán siempre de con quién estaban, dónde lo vieron y cuál pensaron que fue el momento clave. También perdiendo, digo. Un «quina llàstima, xé» que se prolongará durante mucho tiempo, o un «som els millors!!!» a voz en grito.

novena

Foto oficial de la temporada 2018-2019. | Foto: Valencia CF

La reflexión es inevitable (bueno, no lo es, pero la voy a hacer). Pienso que eso de pasarse la vida exigiendo todos los éxitos por los siglos de los siglos, haber ganado ya nada menos que La Liga y aún así estar tristes…Me parece un fallo tremendo. Es como que te has equivocado de perspectiva existencial. El éxito es algo extraordinario en cualquier empeño, lo normal es fracasar cuando alguien se propone grandes metas, o incluso no tan grandes.

En realidad, yo mismo caí en ese error y visto con la distancia me escandalizo. Cuando el Valencia logró su primer y único doblete hace quince años, después de que Albelda levantara la Copa de la UEFA, me puse el pijama y me acosté, sin mayores emociones. Me creí que eso iba a ser bastante normal. Que los siguientes años serían más o menos así, los títulos caerían con cierta regularidad, y muy pronto entraríamos en el selecto club de Campeones de Europa, sólo hacía falta sentarse y esperar. Desde entonces, todas  las cosas estrambóticas que le han pasado al Valencia han sido un aprendizaje.

Por ese largo viaje no han pasado ni los culés ni los merengues, al menos las últimas generaciones, como sí lo hemos hecho los demás mortales. Desde fuera dan la impresión de haberse quedado, parafresaendo a Los Planetas, en un mundo de gente incompleta, convirtiendo la ilusión en obligación, el juego en algo sin apenas alegrías pero con profunda tristeza cuando el destino no hace caso a sus dictados.

En fin, nosotros a lo nuestro. Hoy es el día de la Final del Centenario. Lo que empezó en el desaparecido Bar Torino y ha acabado en Singapur nos sigue tocando el corazón a muchos, a quienes lo traemos de cuna y a quienes en alguna esquina del camino decidieron adorar al Murciélago incluso desde los rincones del mundo más disparatados. Bienvenidos sean. Si el espíritu valencianista es fiel a su carácter tan extremo, pienso que pueden pasar dos cosas: lo más probable, un cinco a cero en contra sin mucho alboroto; lo menos, que suframos hasta el extremo y ganemos con un gol absurdo que convierta la enorme sonrisa que nos ha brindado la Fortuna este año en una tremenda carcajada.

Seguimos jugando la final. Empezamos el pasado domingo, ya queda poco y vamos 0-0. ¡Árbitro, la hora! A ver qué pasa en los penaltis.

 

 

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