Cuando parecía que iba a empezar la era del curriculum ciego en la búsqueda de empleo, los departamentos de recursos humanos de la mayoría de empresas, según distintas fuentes, han dado un giro radical y prefieren consultar la actividad en redes sociales de los candidatos. En general, más allá de LinkedIn.

El curriculum sin nombre ni foto se ideó para acabar, de entrada, con discriminaciones gratuitas por género, raza o físico. Algo es algo, aunque, por supuesto, no eliminarían el filtro definitivo de la entrevista en la que ambas partes, como se hace siempre que se quiere seducir, mienten casi todo el tiempo, ni que conceptos abstractos como «química» o «feeling» decidieran la apuesta final.

Las empresas, además, disponen de distintos tipos de contratos de formación o temporales, con los que se puede evaluar el desempeño, e incluso soluciones digitales que lo pretenden calificar con la mayor objetividad posible. Que yo sepa, cuando el trabajador sale por la puerta al final del día, ningún compañero o superior le sigue para averiguar qué compra en el súper, cómo le va con su pareja o qué hace con sus amistades para continuar evaluando.

Supongo que por ingenuidad me cuesta imaginar a alguien sondeando el Facebook de los aspirantes antes de la elección final. Porque, según algunos responsables de portales de búsqueda de empleo, la presunta red privada que sólo pueden ver tus amigos es, oh sorpresa, a la que más suelen acudir los profesionales de recursos humanos.  Si manejan tres candidaturas para ocupar un solo puesto, se pueden encontrar con actualizaciones del tipo«Me he depilado el pecho y me escuece tanto que creo que he mandado mi verano al garete» o «el daño que los envases de plástico producen al medio ambiente es intolerable. Ojalá nos concienciemos todos para acabar con esta lacra de una vez. Comparte». Incluso se corre el grave peligro de toparse con un videoclip de Maluma.

Imagino que el más correcto y polite de estos tres ejemplos es el que más puntos sumaría para ganarse la vida. Claro, ¿quién va a estar a favor de aumentar el uso de plásticos y de perjudicar el medio ambiente? ¿Quién no confiaría en una persona que exprese pensamientos tan acertados?

Saber cómo piensa el candidato, qué palabras utiliza o qué paella tan buena se comió el domingo pasado, no veo qué relación directa pueda tener con la captación de talento. Es más, si este tipo de prácticas acaban por asentarse, y estiramos el chicle, me suena a que jugaría innecesariamente con el fuego de la libertad de expresión. Quien esté buscando un trabajo y se le ocurra un chiste con el que sacarle una sonrisa mañanera a sus amigos o seguidores, ¿tendrá que callárselo por si le afecta en el futuro? ¿Debe ir con cuidado antes de comentar una noticia? ¿Debe dejar de escuchar a Maluma (urgentemente)?

Los curriculums ciegos prometían otorgar posibilidades a personas a las que, por razones superfluas e injustificables, se les eliminaba con un golpe de clic. Pero, en fin, el viento ha cambiado de repente y sopla en la dirección contraria. Si se potencian tanto los focos que buscan talento, lo más probable es que no se llegue a atisbar nada más que difusas siluetas y luces parpadeantes.