Miércoles, 24 de Abril de 2024
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Los aranceles y la literatura

El ministro valenciano no tuvo que pechar con la ruina de la pérdida de las colonias. Otros ministros asumieron el doloroso trabajo de subir los impuestos tras la debacle de 1898. Navarro Reverter, inteligentemente, reapareció en la política varios años después, cuando el ciclo estaba remontando.

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Junto con los liberales reformistas Dato y Romanones, se le vio al frente del Ministerio de Hacienda en tres ocasiones más: entre julio y noviembre de 1906, con López Domínguez; entre diciembre de 1906 y enero de 1907, con Aguilar Correa; y entre marzo y diciembre de 1912, con Canalejas. Esta etapa la cerró con el Ministerio de Estado (Asuntos Exteriores) que desempeñó entre diciembre de 1912 y junio de 1913, a las órdenes de Romanones.

Las Provincias, en un agudo comentario, definió la tarea de Navarro Reverter en esos años cruciales de la economía española. “Los catalanes, sobre todo, vieron en el joven ingeniero valenciano el futuro campeón de la producción nacional, a quien luego aplaudieron con entusiasmo, realizada ya con su eficaz concurso, la reforma proteccionista del arancel, en las esferas del Gobierno”.

Ese fue el gran papel de Navarro Reverter: la implantación del arancel protector de la producción nacional, que tanto benefició a la industria catalana. Para el periódico, el político lo hizo “imponiéndose por su decisión, por su talento y por su palabra agradable y persuasiva”.

También tuvo gestos notables hacia su tierra. En 1908, el Hospital Provincial, dependiente de la Diputación de Valencia, vio resuelta, gracias a su intervención, una larga deuda histórica, pendiente con el Estado, que ascendía nada menos que a 8 millones de pesetas. La gratitud valenciana se hizo patente al año siguiente, durante la Exposición Regional, con un multitudinario homenaje.

Hacienda y política, parlamentarismo y pensamiento; Juan Navarro Reverter es un ejemplo de armoniosa combinación entre acción y reflexión. Dedicación a la empresa privada y a la pública durante una vida intensa. Aparentemente, con tiempo para todo: porque fue también embajador ante la Santa Sede y presidió el Consejo de Estado.

Como fue miembro de la Academia de Ciencias Exactas (1890) y de la Real Academia de la Lengua Española (1914), donde ingresó con un poco conocido discurso sobre el renacimiento de la poesía provenzal en España; es decir, la Renaixença. Porque no en balde escribió la mejor biografía de su maestro y descubridor, Teodoro Llorente, publicada en su día por Lo Rat Penat.

 

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