El periodo de incertidumbre económica que atravesamos está haciendo mella también en las grandes fortunas. El número global de HNWI -individuos con un elevado patrimonio por encima del millón de dólares- se redujo durante el año pasado en un 3,3%, según el Informe sobre la Riqueza Mundial elaborado por la consultora internacional Capgemini.
Esta bajada se traduce en que el número de fortunas se sitúa en los 21,7 millones -cerca de un 0,3% de la población mundial-. Paralelamente, el valor de su riqueza de los HNWI disminuyó en un 3,6% y se sitúa en los 83 billones de dólares, si bien la concentración de la riqueza todavía se encuentra en máximos históricos desde que tocase techo en 2021.
Pese a la bajada, y según las cifras de Oxfam Intermón, el patrimonio de estas grandes fortunas siguen sumando 2,6 billones de dólares más que su valor anterior a 2020, el año de la pandemia.
Las empresas apuestan por los grandes patrimonios
El informe de Capgemini también señala que la ampliación de la base de clientes potenciales de gestión de patrimonios es ahora un imperativo para ayudar a impulsar el crecimiento a largo plazo en todo el sector.
El segmento «affluent» -franja patrimonial con activos invertibles comprendidos entre 250.000 y 1 millón de dólares-, representa una gran oportunidad para las empresas, ya que esta población sigue creciendo en tamaño e influencia financiera.
A nivel regional, Norteamérica (46%) y Asia-Pacífico (32%) concentran la mayor parte de los ricos del mundo en valor patrimonial y tamaño de la población. A pesar de poseer casi 27 billones de dólares en activos (casi el 32% del patrimonio total de los HNWIs), el 34% de las empresas no está explorando este segmento.
Mayor riqueza, pero también mayor desigualdad
Los informes del Banco Mundial indican que la dinámica global desde el inicio de la pandemia ha venido marcada por un aumento sin precedentes de la riqueza extrema, paralelamente a un gran incremento de la pobreza extrema registrada durante los últimos 25 años. Vivimos, afirman en la organización multinacional, el mayor incremento de la desigualdad global y el mayor revés para los esfuerzos de reducción de la pobreza a nivel mundial desde la Segunda Guerra Mundial.
Para el profesor titular de Economía y Finanzas en la Deusto Business School (DBS), Massimo Cermelli, asistimos a un periodo caracterizado por una gran concentración de la riqueza, que ha quedado reflejado en coeficientes como el índice de Gini -una de las métricas utilizada para medir la desigualdad económica-. De hecho, explica, «durante la pandemia lo que se produce es un gran aumento del ahorro, lo que ocurre es que tuvo lugar únicamente entre aquellos que pudieron conservar su trabajo».
«Quien pudo mantener su empleo pudo ahorrar, quien no se vio desplazado. Eso ha determinado que, en conjunto, si bien el ahorro ha crecido, éste ha sido muy desigual. Esto también se ha traducido en que sí ha habido en España una concentración del patrimonio y la riqueza, al igual que en otros países, que están haciendo aumentar y acentuando las desigualdades», explica el economista.
La capacidad para asumir las consecuencias de la inflación es otro de los factores que más está acentuando la brecha de la desigualdad entre la población de nuestro país. El crecimiento, explica Cermelli, de más de un 13% de promedio de la cesta de la compra, ha «levantado un muro entre aquellos hogares que han podido asumirlo y aquellos que no».
Renta y generación, la pinza de la desigualdad
En España, además, dicha acumulación de la riqueza adquiere una vertiente doble: al mismo tiempo que los mayores de 45 años son los que más han visto incrementado su patrimonio, los jóvenes son aquellos que menos riqueza acumulan, debido, entre otros factores, a la precariedad del mercado laboral. Y es que nuestro país cerró febrero con un 29,3% de paro juvenil, el segundo más elevado de la OCDE.
«Esta situación se puede achacar también a la propia dualidad del mercado laboral. No sólo influye el porcentaje de población que tiene contratos indefinidos o temporales, sino que, sobre todo, la diferencia se encuentra entre colectivos de más de 50 años y aquellos que acaban de entrar en el mercado laboral. En la Encuesta de Población Activa se aprecia claramente un problema con el empleo que se está reflejando en una disminución de la productividad, y eso se ve sobre todo con los jóvenes», asegura el profesor Cermelli.
Y matiza: «Podemos decir que hay una generación más joven que tiene menos recursos financieros y que por ello tarda más en independizarse, viven todavía de los recursos de los padres, que son al final los que tienen patrimonio. Es prácticamente un pacto informal intergeneracional, un poco como el sistema de pensiones pero al revés».
El relevo generacional en el horizonte
La próxima década en nuestro país será testigo de la jubilación de prácticamente el 50% de la población que se encuentra activa en la actualidad. En concreto, son 6.2 millones los empleados que cuentan hoy con más de 50 años y que protagonizarán un relevo que difícilmente podrá llevarse a cabo de una forma carente de tensiones.
La situación, asegura el economista, va a suponer «un problema gordo». Una de las soluciones que Cermelli propone para atacar la problemática consiste en aumentar salarios: «además de los factores demográficos, un sistema de pensiones sostenible pasa por una mejora del mercado laboral; es decir, que quien trabaje tenga un mayor salario y, por tanto, cotice más». Una mayor cotización por parte de las empresas, afirma, también puede ayudar a mantener el sistema de pensiones.
«No podemos seguir manteniendo las pensiones actualizadas al IPC, hay que mantener unos niveles de subida de las pensiones pero no en línea de la inflación. Necesitamos un esfuerzo de pensionistas, empresas y una subida salarial. El hecho de pagar más a un trabajador, no sólo es beneficioso para la economía en términos de consumo, sino que es beneficioso para un sistema de pensiones futuro», asegura Cemerlli.
Y concluye: «El problema es que ningún partido político se ha atrevido a abordar a este problema de forma conjunta. Se requiere una reforma sistémica que tiene que tener en cuenta el esfuerzo de todos. Lo más importante es que suban los salarios, ya que de esa forma aumentará la cotización para las pensiones».