La historia del “tacaño” fundador de IKEA
Si por algo se ha caracterizado Kamprad a lo largo de su vida es por su austeridad, que le llevó a mudarse a Suiza para pagar menos impuestos. Fue en una entrevista en la cadena helvética de televisión TSR (Télévision Suisse Romande) donde este magnate sueco reconocía conducir un Volvo de 1993, volar en compañías low cost y comprar en rebajas, y es que según decía, tener dinero no significa tener que derrocharlo.
El carácter emprendedor de Kamprad se manifestó ya a los cinco años de edad, cuando este jovencísimo sueco comenzó a vender cerillas a sus vecinos, para con siete años ampliar su radio de acción hasta donde le alcanzara su bicicleta.
Posteriormente, se dio cuenta de que comprando productos al por mayor en Estocolmo – él vivía en una granja cercana a la localidad de Agunnaryd – podía venderlos a un bajo precio en su pueblo y seguir obteniendo buenos beneficios.
Fue en 1943, a la edad de 17 años, cuando Kamprad funda IKEA con el dinero que su padre le había dado por sus buenas notas. Inicialmente esta empresa vendía carteras, relojes, marcos, bolígrafos, medias para mujeres y demás productos demandados por sus vecinos.
No es hasta 1948 cuando Kamprad introduce los muebles entre sus artículos. Mobiliario que fabricaban los ebanistas locales y que este emprendedor repartía con la furgoneta de la leche.
Cuatro años más tarde, y siempre con la idea de ampliar horizontes, nace el famoso catálogo IKEA, del que ya en 1984 se repartieron 45 millones de ejemplares en nueve idiomas, para en 2013 llegar a los 198 millones en 27 idiomas. Asimismo, y según la empresa sueca, la edición de 2010 fue la tercera publicación más imprimida de todo el mundo, sólo por detrás de la Biblia y de Harry Potter.
Datos 2013:
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Ventas totales: 27.900 millones de € -
Tiendas: 303 en 26 países -
Productos: 9.500 en la gama -
Visitas a las tiendas: 684 millones -
Visitas al sitio web: 1.300 millones -
Catálogos solicitados: 212 millones de ejemplares en 29 idiomas
Sus filosofía empresarial de céntimo a céntimo se ve bien reflejada en el documento «Testamento de un comerciante de muebles» en el que se explica que no sólo por razones de coste evitan los hoteles de lujo, los coches llamativos, los trajes caros o cualquier otro símbolo de estatus y es que: “Confiamos en nuestra fuerza y en nuestra voluntad”.
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