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¿Ganar dinero con un huracán? Los bonos catástrofe baten récords de emisión

Las catástrofes naturales siempre son malas noticias, aunque eso no significa que no puedan generar beneficios económicos. ¿Cómo? A través de los llamados bonos catástrofe o cat bonds. Se trata de instrumentos financieros de renta fija emitidos por compañías de seguros y reaseguradoras. Su principal objetivo es transferir a los inversores el riesgo asociado a eventos catastróficos como huracanes, terremotos, inundaciones o pandemias.

Tras registrar niveles récord de emisión en 2024, el mercado de bonos catástrofe parece ahora preparado para ofrecer un punto de entrada muy atractivo para los inversores interesados. Según datos de la firma Neuberger Berman, la emisión récord hasta la fecha -con más de 12.000 millones de dólares de capital de riesgo emitido a través de 75 bonos- ha ayudado a que los diferenciales se mantengan fuertes en 2024.

¿Ganar dinero con un huracán? Los bonos catástrofe baten récords de emisión

También apuntan a que es probable que este año supere el récord de los 15.000 millones emitidos en 2023. Nuevos emisores destacados, como el Gobierno de Puerto Rico, también ingresaron al mercado, lo que evidencia «la creciente adopción, el robusto crecimiento y la utilidad» de los bonos catástrofe como una forma de transferencia de riesgo.

El ‘huracán’ de los bonos catástrofe

En el primer trimestre de 2023, los desequilibrios entre la oferta y la demanda -agravados por el huracán Ian en Florida (Estados Unidos)– provocaron limitaciones de capacidad en los mercados tradicionales de reaseguro. A medida que aumentaba la necesidad de cobertura, los diferenciales de los bonos catástrofe (el componente de prima de riesgo del cupón) alcanzaron un máximo de aproximadamente el 11,5%, aproximadamente. Es decir, 1,4 veces más que el diferencial de 12 meses antes y 2,2 veces más que los niveles de precios observados durante los mínimos relativos de 2017.

Además del aumento de las primas, el mercado se benefició de mejoras significativas en la suscripción, como el aumento de las franquicias de siniestros y una cobertura de riesgos más limitada.

¿Cómo funcionan los bonos catástrofe?

Los bonos catástrofe se diseñan alrededor de un evento específico o de una zona geográfica determinada. Si ocurre el evento catastrófico definido en el contrato, el bono puede perder parte o todo su valor. Esto significa que el inversor se convierte, en cierta medida, en un coasegurador. A cambio de asumir este riesgo, los inversores reciben un cupón que suele ser superior al de otros bonos de renta fija, compensando así la mayor volatilidad.

No hay que olvidar que este tipo de instrumento financiero es complejo y que requiere de un  profundo conocimiento del mercado y de los riesgos asociados. Entre otros,  si se produce el evento catastrófico, el inversor puede perder la totalidad de su inversión. No obstante, los beneficios son grandes: aportan una alta rentabilidad que compensa el alto riesgo.

Interés de los inversores

El interés por los bonos catástrofe ha aumentado en los últimos años, especialmente entre inversores institucionales como fondos de pensiones y hedge funds. Esto se debe a la búsqueda de rendimientos más altos en un entorno de bajos tipos de interés y a la creciente conciencia sobre los riesgos climáticos.

Los cat bonds están diseñados para inversores con un alto perfil de riesgo y un horizonte temporal a largo plazo. Se recomiendan especialmente a aquellos que buscan diversificar sus carteras y obtener rendimientos atractivos, pero que están dispuestos a asumir una mayor volatilidad.

El experto y asociado de Neuberger Berman, Jack Burdick, apunta a que, en estos últimos meses, la volatilidad «también ha sido evidente, con entradas de capital y vencimientos que a veces crearon un exceso de capital que deprimió los diferenciales, solo para ser seguidos por altos volúmenes de emisión primaria que llevaron a correcciones bruscas de precios». Esto se observó con mayor claridad en el segundo trimestre de 2024, cuando, en ausencia de entradas de capital y grandes vencimientos, la alta emisión forzó un «ensanchamiento considerable» de los diferenciales.

Rendimiento «sólido»

Como resultado, el tamaño promedio de las transacciones disminuyó, la mayoría de las operaciones se valoraron por encima de su guía de mercado y algunas, incluso, fueron retiradas. En algunos casos, los precios se acercaron a los niveles vistos después del huracán Ian, un grado de ensanchamiento sin precedentes en ausencia de un evento real. Los bonos catástrofe también se benefician de un mercado secundario activo, donde la volatilidad puede crear oportunidades.

Según los datos aportados, el rendimiento histórico de los bonos catástrofe sigue siendo sólido, con pérdidas acumuladas inferiores al 3% para el mercado, a pesar de la actividad de eventos en los últimos 20 años. A la luz de los volúmenes récord de emisión, las mejoras en las características estructurales y los diferenciales resilientes, Burdick opina que este mercado «está preparado para un crecimiento y oportunidades continuas».

Ejemplos de bonos catástrofe

El primer cat bond fue emitido en 1997 por la United Service Automobile Association. El origen radicó en el  huracán Andrew que azotó Florida en agosto de 1992, causando daños por valor de  26.000 millones de dólares; provocando la quiebra de ocho compañías de seguros. De esta forma, las aseguradoras empezaron a buscar formas de asegurar siempre los fondos necesarios para cubrir futuras catástrofes.

En la actualidad, existen diversos eventos catastróficos que han visto en los bonos catástrofe una oportunidad. Por ejemplo, muchos se emiten para cubrir el riesgo de huracanes en zonas como Florida o el Caribe o la actividad sísmica en California. También, después de la pandemia de la covid-19, ha habido un creciente interés en emitir bonos catástrofe para cubrir riesgos pandémicos futuros.

Entre los más recientes, encontramos el bono catástrofe de 360 millones de dólares para cubrir el riesgo de huracanes en el Pacífico y el Golfo de México emitido en 2017; el de 1.450 millones de dólares para cubrir el riesgo de terremotos en Japón que emitió el Banco Mundial en 2018; o el que Nueva Zelanda lanzó en 2019 para cubrir el riesgo de erupciones volcánicas por un valor de 3.650 millones de dólares.

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