El coste invisible de la DANA en Valencia: salud, empleo y educación

La alerta roja decretada este pasado lunes por la Aemet en parte de la provincia de Valencia reavivó un miedo aún latente. Once meses después de la trágica DANA, los valencianos siguen conviviendo con las secuelas de aquel 29 de octubre de 2024. Mientras la reconstrucción avanza en la ‘zona cero’, la catástrofe continúa generando preguntas sobre lo sucedido y, sobre todo, sobre cómo prevenir un nuevo golpe de estas dimensiones.

Lo que parece claro es que los fenómenos meteorológicos extremos no desaparecerán, y la Comunitat Valenciana, por su ubicación y configuración, seguirá siendo especialmente vulnerable a ellos. Así lo advierte un estudio de la EAE Business School dirigido por la profesora Marina Mattera, que llama a repensar el modelo económico, urbano y sanitario actual, que se vio sobrepasado ante una catástrofe de magnitudes inéditas.

«El impacto de un desastre climático no se mide solo en euros, sino en vidas interrumpidas, salud mental afectada y sistemas colapsados», explica Mattera. «Hay que elaborar planes y estrategias que contrarresten estos fenómenos, que probablemente seguiremos viendo en el futuro».

Un golpe a todos los niveles

El informe, titulado ‘Lo que se llevó la DANA. Emergencia climática, habitacional, urbana y humanitaria’, concluye que esta catástrofe supuso el mayor impacto económico documentado por un evento climático en la península ibérica. Cabe recordar que alrededor de 325.000 personas tuvieron que abandonar sus hogares, se contabilizaron 227 víctimas mortales y más de 75.000 viviendas resultaron dañadas. El balance económico superó los 7.000 millones de euros.

Pero el coste invisible de la tragedia no se queda atrás. La interrupción de las clases afectó a más de 40.000 niños y adolescentes, 24.000 de los cuales tuvieron que ser trasladados a centros provisionales. El empleo se resintió con 30.000 puestos de trabajo en riesgo, mientras que el sistema sanitario se tensionó de manera importante. Solo en salud mental, las consultas aumentaron un 63%, con un repunte del 60% en diagnósticos de ansiedad y del 147% en casos de estrés postraumático, sobre todo en hombres de entre 45 y 74 años.

La presión fue tal que el 82% de las consultas psicológicas terminaron siendo atendidas por Médicos del Mundo, según el estudio.

Secuelas sociales y psicológicas

El estudio también pone de relieve cómo las catástrofes, además de arrasar infraestructuras, también profundizan desigualdades. La DANA dejó tras de sí un aumento significativo de la violencia de género. En los meses posteriores se registraron más de 10.000 visitas a los Centros Mujer 24 horas y 875 mujeres tuvieron que recibir dispositivos de protección.

Mattera subraya que este tipo de efectos deben formar parte del análisis y de la preparación para futuros desastres: «Si solo analizamos las cosas desde una o dos miradas, nos perdemos la visión general, una visión de 360º». 

Luces y sombras en las ayudas

El estudio también revisa el papel de las ayudas públicas. Aunque se aprobaron paquetes económicos tanto para empresas como para particulares, muchas de las solicitudes seguían en tramitación en el primer trimestre de 2025. Esa demora frenó la reactivación del tejido productivo y retrasó la vuelta a la normalidad.

«Era necesario dar una respuesta inmediata», remarca la profesora. «La lentitud en los procedimientos acaba teniendo un efecto dominó: pérdida de empleo, reducción de horas de trabajo y problemas mucho más graves que los provocados por el desastre inicial».

Por ello, propone crear una «vía rápida» que permita agilizar la gestión de ayudas en futuras emergencias.

Reconstrucción y futuro

Más de 75.000 viviendas sufrieron daños graves, muchas en áreas urbanas y periurbanas. El informe plantea la necesidad de una aproximación multidisciplinar que combine ingeniería, arquitectura y planificación urbana con un análisis del comportamiento humano en el día a día, para diseñar infraestructuras y materiales adaptados a los riesgos de este tipo de catástrofes.

«Hasta ahora ha habido esfuerzos importantes, pero no me da la sensación de que hayamos aplicado una perspectiva 360 grados y se nos pueden escapar cosas», advierte Mattera.

El reto, concluye el estudio, no es solo reconstruir lo perdido, sino aprender de lo ocurrido para que si hay otra catástrofe, nuestro sistema sea mucho más resiliente.