Crear contextos para que las cosas pasen, por la experta en liderazgo Mercè Brey

En el ámbito de las organizaciones, tenemos un buen número de palabras que, de tanto usarlas, hemos desdibujado o, más bien, customizado su significado. Sin lugar a dudas, liderazgo, éxito o bienestar son algunos ejemplos.

Me quedo con la primera: liderazgo. Uno de esos vocablos al que cada quién otorga su particular sentido. Para ir metiéndonos en harina, veamos algunas definiciones de personas autorizadas en la materia:

«Es la habilidad de convencer a otros de que trabajen con entusiasmo para lograr los objetivos definidos». Keith Davis.

«No es más que la actividad o proceso de influenciar a la gente para que se empeñe voluntariamente en el logro de los objetivos del grupo». John Kotter.

«Los buenos líderes lo son no por su poder, sino por su habilidad de motivar a otras personas». John Maxwell.

Que quieres que te diga, estas definiciones se me quedan algo «cortas».

¿Qué es un líder?

Barruntando andaba yo cuando vi con claridad lo que un líder, una líder, significa para mí: esa persona capaz de crear contextos para que las cosas pasen. Así de sencillo, así de complicado.

Bajo mi punto de vista liderar no consiste en «hacer hacer» sino en tener la capacidad de generar esos espacios donde las personas encontramos el confort suficiente para comprometernos y mostrar nuestra mejor versión. Un lugar confiable donde soltar capas de protección no nos suponga una amenaza.

Estos espacios creados con mimo para que pasen cosas se llaman zonas de seguridad psicológica y se asientan en tres pilares fundamentales: la confianza, el respeto y la imparcialidad. Veamos con algo de detalle cada uno de ellos.

Confianza: Me refiero a esa confianza que nos permite ver en las personas todo su potencial. Apreciar las habilidades que ya tienen desarrolladas y reconocer aquellas que todavía están latentes.

Pero también confianza en nuestras propias capacidades como líderes; porque cuando nuestra autoconfianza flojea aparece el control, ese yugo que condena a las personas a la mediocridad, a no cuestionar, a no arriesgar, a no brillar.

Respeto: Con respeto quiero decir esa mirada íntegra hacia las otras personas. Verlas como lo que realmente son: seres humanos. Desproveernos de esa mirada tóxica a la que nos invita el mecanicismo, viendo a quien trabaja con nosotros como meros instrumentos para la consecución de nuestros objetivos.

Imparcialidad: Aplicar este tercer pilar requiere despojarse de prejuicios, de tomar consciencia de los sesgos que pueden estar perturbando la forma en que nos relacionamos con quienes conforman nuestros equipos. Significa tomarse el tiempo para revisar nuestros modelos mentales e ir podándolos de inclinaciones a favor o en contra de determinados perfiles, influenciados por un pensamiento común estereotipado.

¿Y cómo llevar a cabo esta ardua tarea? Pues, específicamente, moldeando nuestro estilo de liderazgo hacia la aceptación y puesta en valor de la diferencia genuina de cada persona. Entender que somos seres únicos e irrepetibles y que esa diversidad que nace del más pequeño de los matices enriquece perspectivas y abre la puerta a un sinfín de posibilidades.

De hecho, una zona de seguridad psicológica se caracteriza por ser un espacio donde las personas, sabiéndonos vistas y reconocidas en nuestra diferencia, sentimos mayor bienestar. Y cuando el bienestar incrementa las personas tendemos a desinhibir nuestro talento. Y a mayor presencia de talento, más creatividad. Y a mayor creatividad, más innovación. Y a mayor innovación, más valor añadido. Y a mayor valor añadido, más rentabilidad para la organización.

Las zonas de seguridad psicológica

Dicho sintético: las zonas de seguridad psicológica generan bienestar a las personas y rentabilidad a las personas.

¿Y qué actitudes requiere de un líder, de una líder, la creación de zonas de seguridad psicológica?

Demanda, básicamente, cinco actitudes. Veamos:

1. Curiosidad: Esa bendita curiosidad que teníamos cuando éramos peques y que hemos ido perdiendo a medida que nos hemos hecho adultos. Una sana inquietud por conocer y comprender la diferencia que observo en la otra persona.
2. Humildad: Traducida en colocarse en ese lugar donde siento profundamente que algo puedo aprender de todo ser viviente, por insignificante que pueda ser.
3. Tolerancia: Referida a darnos permiso a conocer puntos de vista discrepantes al nuestro.
4. Flexibilidad: Relacionada con el punto anterior, tiene que ver con esa capacidad de cambiar de opinión si he observado un punto de vista más rico al mío.
5. Empatía: Más allá de ponernos en la piel de la otra persona, tiene que ver con aceptar que la otra persona puede tener una interpretación de la realidad distinta a la mía y que esa interpretación es tan real para esa persona como lo es mi interpretación para mí.

Acabo matizando que una zona de seguridad psicológica no es un espacio ñoño, donde las personas nos tenemos que llevar bien y ser amables y simpáticas. Para nada. Más bien es un espacio donde la discrepancia es bienvenida, un lugar donde la confrontación respetuosa permite ampliar la perspectiva y enriquecer a todos y cada uno de sus miembros.

Te deseo la mayor de las suertes en la construcción de esos contextos mágicos donde suceden cosas.

Sobre la autora

Mercè Brey es experta en desarrollo profesional de la mujer y liderazgo. También asesora a empresas en el diseño y despliegue de sus estrategias de diversidad y de transformación del estilo de liderazgo.

Mentora de líderes que se cuestionan cómo están abordando el reto profesional y su forma de liderar, Mercè los acompaña en el camino de encontrar respuestas factibles que les permitan transformar su realidad contribuyendo, a su vez, a cocrear una sociedad más sostenible, equitativa y humanizada.

Con casi treinta años de experiencia en banca a cargo de distintas responsabilidades y haber ejercido como presidenta de una Cámara de Comercio y miembro en distintos consejos y comisiones, ha fundado BLUE. Esta consultora y think lab tiene como objetivo pensar nuevas formas de liderar y también de abordar el reto profesional