Catedrático de Geografía Económica y Cátedra Princesa de Asturias en la London School of Economics (LSE), Andrés Rodríguez-Pose dirige el Centro Cañada Blanch en la LSE y preside el Grupo de Alto Nivel sobre el futuro de la política de cohesión de la Unión Europea.
El geógrafo económico cuenta con una extensa carrera de investigación que abarca ámbitos como el crecimiento y las desigualdades entre regiones, la descentralización tanto fiscal como política, el papel de las instituciones, el descontento social y el auge del populismo. También se ha enfocado en temas como la innovación, las migraciones, y las políticas y estrategias de desarrollo.
Además, ha sido presidente y vicepresidente de la Asociación Mundial de Ciencia Regional (RSAI) (2015-2017) y vicepresidente y secretario de la Asociación Europea de Ciencia Regional (ERSA).
«El mundo ha crecido y ha crecido bastante»
– Usted es catedrático de Geografía Económica. ¿Cómo condiciona la geografía al desarrollo económico de un país o de una región?
La geografía se puede entender de dos maneras. Por un lado, está la geografía primaria, que es la geografía física y lo que determina la localización de las actividades. Es mucho más difícil establecerse en zonas que tengan mucha montaña o que estén en un enclave sin acceso al mar. Por eso, la mayoría de las economías más dinámicas se localizan en zonas muy accesibles.
Más importante es la geografía secundaria, que es la que está ligada a los condicionantes que hay en un territorio, es decir, las dotaciones en términos de capital físico, infraestructuras, capital humano, capital institucional y social, y de capacidad de innovación. Yo creo que esto es mucho más importante hoy en día.
No tener recursos naturales no es una barrera para el desarrollo. Hay teorías que dicen que es al contrario, que cuantos menos recursos se tengan, más se tiene que utilizar el capital humano para conseguir mayor desarrollo. Es el caso de Japón, que no tiene prácticamente recursos naturales, pero sigue siendo una de las principales economías del mundo.
– ¿Qué movimientos se ven a nivel económico en el mundo?
En los últimos 20 años, a pesar de las voces que dicen que vamos mal, el mundo ha crecido y ha crecido bastante. Tenemos dos décadas en las que el crecimiento a nivel mundial ha sido de los más altos de la historia, fundamentalmente en Asia. A pesar del crecimiento rápido, hoy en día tenemos 650 millones de habitantes que viven en lugares con una renta per cápita inferior a la que se tenía en el año 2000, de los cuales 60 millones están en Europa, en países como Grecia, Italia y Francia.
Aumento de descontento con el sistema
– ¿Nos dirigimos hacia un mundo más o menos desigual?
Depende de cómo se mire. El mundo es más igual y ha habido una reducción de las disparidades, porque hay mucha gente que vivía en el umbral de la pobreza hace 15 o 20 años en Asia que ha salido de esa pobreza. Hay economistas como Branko Milanovic que ha publicado su famoso gráfico del elefante en el que se ve que, según la distribución por personas, prácticamente todos los grupos han crecido.
Si lo dividimos en porcentajes, todos los que estaban entre el 20 y el 80% de la riqueza han crecido, pero los que estaban en el top, en el 100%, son los que más ganan. Los que más pierden son los que estaban en la base de la pirámide, del 0 al 10%, fundamentalmente concentrados en África, que son los que no han ganado nada o han ganado muy poco. Después, los que estaban en el grupo de alrededor del 90% de los más ricos también han perdido en términos relativos, que son las clases medias de los países desarrollados, algo que está aumentando el descontento con el sistema económico que tenemos.
Crecimiento de sistemas iliberales y populismo
– ¿Es optimista con respecto al futuro?
El mundo es más igualitario, otra cosa es si esto va a llevar a un mundo más próspero y armonioso para todos. Tampoco soy muy optimista, aunque haya una reducción estadística de las disparidades, hay dos factores que cuentan.
El primer factor es que la percepción es que estamos en un mundo más desigual y que siempre nuestros vecinos están mejor que nosotros. Eso está creando muchas tensiones que se están traduciendo en pérdidas de oportunidades y en tensiones sociales y políticas con el crecimiento de sistema iliberales, partidos antisistema o movimientos populistas. Se da en países desarrollados como con Trump o el Brexit, pero también ocurre en países en vías de desarrollo, como Argentina que lleva en un ciclo populista prácticamente desde hace un siglo o Tailandia desde los años 90.
El segundo factor es que hay una convergencia a nivel mundial en la reducción de las desigualdades. Muchas veces dentro de estos países se ha creado una mayor polarización, porque la riqueza se concentra en capas relativamente amplias, pero en grupos cada vez menores. Ha habido un aumento y concentración de la riqueza en el 1 % más alto y no hay nada malo en que los ricos se hagan más ricos, pero sí cuando la concentración se hace en un grupo muy reducido, mientras los demás no participan en estos beneficios.
«La transición ecológica no es neutra»
– ¿Cómo influye el cambio climático en el desarrollo económico?
Es un factor fundamental. Cuando tenemos falta de agua, temperaturas muy elevadas o fenómenos meteorológicos extremos, se limita la capacidad de generar capacidad económica y bienestar. Tenemos un planeta donde la temperatura está aumentando y esto está alterando los ciclos climáticos y el proceso de producción. Es necesario hacer algo, porque las consecuencias del cambio climático desde el punto de vista económico van a ser importantes. Para eso tenemos la transición ecológica y la UE está a la cabeza.
Ahora bien, la transición ecológica no es neutra. Es necesaria, es importante y va a generar a medio y largo plazo beneficios importantes para todo el planeta, pero también es intensiva en capital, en recursos, en investigación y va a crear procesos de ajustes importantes. Va a crear cambios en nuestros modos de consumo, cambios legislativos, va a afectar a determinados sectores, en algunos de manera positiva y en otros negativa. Entonces, el problema es que esta transición ecológica puede llevar a una mayor polarización a corto plazo, aunque tenga beneficios a medio y largo plazo.
En el caso europeo, las áreas que están más preparadas para afrontar la transición ecológica son aquellas donde se hace investigación verde y se tiene más capacidad para producir productos verdes, mientras que las zonas mucho más vulnerables son aquellas que dependen de sectores como la agricultura intensiva, el transporte, la logística o el turismo, que están más afectados de manera negativa por la transición ecológica.
Esto puede acelerar el proceso de tensión de que a corto plazo se tenga que elegir entre la actividad económica hoy, frente a la viabilidad de la actividad económica a futuro.
El problema de competitividad de la UE
– ¿En qué momento se encuentra la Unión Europea en materia económica?
La UE tiene un problema de competitividad cada vez mayor. En el año 2000 representaba el 25 % de la economía mundial, hoy en día estamos alrededor del 17 %. Antes mencionaba que en la UE hay 60 millones de habitantes que están en regiones con un nivel de renta inferior al del año 2000. Si añadimos que hay 75 millones de habitantes que viven en regiones que han crecido por debajo del 0,5 % anual, tenemos 135 millones o un tercio de la población europea que vive en zonas que están estancadas o en declive.
Esto representa un problema importante porque tenemos mucho talento que se está perdiendo. Muchas de las regiones europeas están de manera prolongada en una trampa de desarrollo. Si hay una trampa de desarrollo prolongado, se está perdiendo un potencial económico brutal que no se está utilizando y eso lleva a tensiones sociales y políticas que después se reflejan en sistemas políticos y partidos de corte populista y extremos.
Problemas estructurales de España
– En cuanto a España, todos los organismos internacionales van en línea con las previsiones de crecimiento del PIB del Gobierno. ¿Cómo ve la situación económica del país?
España está saliendo de la crisis bastante bien y eso es una buena noticia, pero es una situación coyuntural. El problema que tiene España es un problema estructural a largo plazo. Si medimos lo que ha pasado en los últimos 20 años, España no ha sido de los países a los que les ha ido peor en Europa, pero tampoco le ha ido nada bien. Sobre todo, desde 2006 estamos perdiendo de manera importante en términos relativos con respecto al resto de Europa. Esto se debe a que estamos especializados en sectores que son poco dinámicos y con un nivel innovación bastante bajo, tenemos un capital humano que está por debajo de nuestro potencial y tenemos problemas institucionales que nos ponen por debajo de la UE en muchos casos.
Hemos de aprovechar esta situación de bonanza coyuntural para lidiar con los problemas estructurales existentes. Porque estos problemas no son nuevos, tenemos una baja productividad que se remonta a los años 80, prácticamente ha habido muy poco crecimiento de la productividad y es un problema de todos los países europeos, pero en el caso de España es más agudo.
Hay que utilizar esta situación coyuntural para afrontar y mejorar los problemas estructurales, es decir, reinventar España a partir de lo que tenemos para que después tengamos una situación que sea mucho más viable y que la coyuntura actual se transforme en un sistema más sostenible, resiliente y dinámico.