Elegante, bella y eficaz. Son algunos de los adjetivos que emplean los usuarios de este tradicional tipo de navegación que se remonta a los griegos. En el Mediterráneo se consolidó durante la dominación árabe, hasta llegar a La Albufera. Es una embarcación de entre cinco y ocho metros de eslora, que debe el nombre a su peculiar vela triangular, antiguamente de algodón. Está dispuesta en una antena que cruza transversalmente el arbre (mástil) de quince centímetros de diámetro y más de cuatro metros de longitud, situado en el pont, una gruesa pieza de madera con forma curvada como un puente.
Lo que diferencia un barco de vela latina que navega en mar abierto a uno que lo hace por el lago valenciano es su quilla, el fondo de su estructura. Las embarcaciones albuferenques, tradicionalmente construidas en madera de fresno, tienen la quilla plana y eso les facilita la navegación en aguas de poca profundidad.
«Algunas con más de 100 años todavía navegan»
“La que estás viendo es de carga, como las que se hacían antes. Navega con 30 centímetros de agua. Tiene mucha base plana que permite cargar tierra, arroz, paja, arena, grava. Todos los materiales que se sacaban del lago para trabajar. No había motores y lo mejor era ir a percha, empujándose con un palo y con una cuerda atada que se lanzaba por los márgenes de las acequias, y cuando se podía, que hacía viento, a vela. Y la mejor era la vela latina”, señala Batiste Granero, presidente de la Asociación de Vela Latina de Silla, constructor de la barca a la que hace referencia.
La organización de Silla es la más antigua, se creó en 1988, de las que se han fundado en los últimos años con el objetivo de promocionar y dar a conocer el diseño autóctono de esta modalidad de embarcación.
“Que al mismo tiempo cuida del parque natural”, resalta Granero mostrando orgulloso su artesanal barca. “Aquí hemos rescatado lo que mucha gente tenía guardado en su casa y en el puerto. Por eso tenemos un material tan auténtico y hemos podido realizar una tipología de las antiguas embarcaciones. Algunas con más de 100 años y que todavía navegan”, agrega uno de los fundadores de la Federación Valenciana Cultural de Vela Latina, que se constituyó en 2012.
Patrimonio cultural valenciano
El objetivo, formado por las asociaciones de Silla, Catarroja, Els Pescadors de Catarroja, el Palmar, Sollana, Alfafar y el Perellonet, era recuperar el patrimonio cultural valenciano de las embarcaciones y la navegación de vela latina en La Albufera. Y lo consiguieron.
El 4 de noviembre de 2016 el Consell declaró de Bien de Interés Cultural Inmaterial (BIC) las actividades tradicionales de La Albufera de València: la pesca artesanal y la navegación de Vela Latina. La finalidad de la declaración proporcionó varias medidas de protección. Como realizar tareas de identificación, vista e investigación, estudio y documentación con criterios científicos; incorporar los testigos disponibles a apoyos materiales para garantizar la protección y preservación; velar por el normal desarrollo y pervivencia de esta manifestación cultural y tutelar la conservación de sus valores tradicionales y su transmisión a las generaciones futuras.
La declaración BIC facilitó que, con criterios científicos, se consensuaran las tipologías de las embarcaciones tradicionales albuferenques. Además de sus elementos más característicos, permitiendo obtener un referente histórico del pasado que Vicente Blasco Ibáñez muestra a la perfección en Cañas y Barro y Flor de Mayo. “Las embarcaciones que navegan por La Albufera apenas han variado. Afortunadamente, el Ayuntamiento ha ido restringiendo la normativa del uso del lago y en la actualidad solo las barcas albuferenques pueden hacerlo. Tienen que ser de madera y con la fisonomía clásica valenciana. Ahora hay matriculadas 1.100 barcas”, destaca Granero.
Más de 20 años navegando por La Albufera
Rafael Noguera, exjefe de cardiología del Hospital General Universitario de València, navega en vela latina desde hace más de 20 años. En la actualidad, recorre los parajes del parque natural con su centenaria barca rehabilitada, Illa de l’Estell. “Cuando empecé en la navegación a vela en La Albufera formamos el Club Asociación de Vela Latina Valenciana El Palmar. Rehabilité un albuferenc gamber y me lancé a navegar”, comenta.
“Dado mi espíritu innovador diseñamos una embarcación, La Trina, respetando las morfologías de todas las embarcaciones del lago. Aportando el máximo de seguridad en la flotabilidad y con un amplio espacio interior seguro, ya que la enfocamos a la docencia de gente joven. Estaba realizada con materiales sostenibles y con el máximo respeto al medioambiente. Sin problemas de mantenimiento. La llamamos el Albuferenc del siglo XXI y el proyecto en su totalidad fue promocionado por su utilidad. Durante esa etapa la pedanía de El Palmar también nos ayudó a diseñar un pantalán de amarres en su puerto«, comenta.
Noguera había navegado desde muy joven en el mar Mediterráneo con catamaranes. “Con un grupo de amigos, al frente del cual estaba Paco Ballestero, fuimos los primeros que diseñamos y construimos nuestros barcos en Bellrreguart y Daimuz, disfrutándolos mucho en la década de los 70. Luego, pasamos a otros catamaranes de clases competitivas”, recuerda.
Pero, descubrió la vela latina y La Albufera. Tanta es la pasión que Noguera siente por esta histórica actividad lúdica y deportiva que tiene previsto publicar en breve un libro titulado ‘Vela Latina en la Albufera de Valencia’. “Intento, junto con mis amigos y colaboradores, describir la rica herencia recibida por nuestros antepasados de València, La Albufera y su vela latina”, resalta Noguera.