Jueves, 18 de Abril de 2024
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Emxys: la empresa alicantina que convierte la basura espacial en estrellas fugaces

Emxys: la empresa alicantina que convierte la basura espacial en estrellas fugaces

Dos profesores universitarios especializados en el ámbito de la electrónica y sus aplicaciones aeroespaciales -José Antonio Carrasco y Francisco García de Quirós- decidieron en 2005 que todo el conocimiento tecnológico atesorado a lo largo de los años tomara tierra. Así nació Emxys, la spin-off del Parque Científico de la Universidad Miguel Hernández de Elche centrada, entre otros aspectos, en poner en práctica soluciones a uno de los retos principales de la Agencia Espacial Europea: eliminar la basura espacial y sacar de su órbita satélites en desuso para evitar colisiones u otras amenazas. José Antonio Carrasco es, además de catedrático en la UMH, su CEO. El sistema BETs – Bare Electrodynamic Tethers-, es uno de los proyectos de innovación más avanzados de la empresa.

-Está claro que los seres humanos somos generadores natos de basura por tierra, mar… y espacio.

Ponemos cosas a funcionar y cuando dejan de ser útiles no nos preocupamos por su retirada. No somos capaces de dejar los lugares como estaban. No en la tierra, ni fuera de ella.

-Hasta que ese comportamiento descuidado – o al menos esa falta de previsión-  empieza a convertirse en un problema… ¿La basura espacial es ya un problema preocupante?

En estos momentos todavía no es grave, pero lo será en un horizonte temporal que diferentes estimaciones sitúan entre el año 2030 y el 2050.  Hoy en día no es obligatorio prever sistemas para desorbitar satélites, pero las agencias espaciales ya se han puesto a trabajar en la creación de un marco legal internacional que recoja esa obligatoriedad. Lo más lógico es hacer que caigan y se quemen al entrar en la atmósfera. Es la solución más sencilla y, de hecho, ya se está haciendo. Pero no con todos los satélites.

– ¿Qué solución tecnológica aporta Exmys?

El sistema que hemos desarrollado contempla instalar dentro del satélite un cable desnudo que se desenrolla una vez finalice su vida útil. El cable, que tiene una longitud de unos 20 kilómetros, por su interacción con el campo magnético de la tierra, hace que el satélite sea empujado hacia abajo hasta rozar las capas altas de la atmósfera. Cuando esto ocurre, empieza a quemarse en su trayectoria de caída hacia la tierra. Es como una estrella fugaz pero más grande. Con el fin de evitar peligros, previamente se realizan los cálculos necesarios para que caiga sobre el océano.

–  Ha comentado que actualmente hay satélites que ya contemplan esta forma de autodestrucción…

– Sí, pero se realiza con motores que, además de ser caros, pueden fallar cuando llegue el momento de ponerlos en marcha.  Como finalmente va a acabar siendo obligatorio sacarlos de su órbita cuando terminen su vida útil, hoy en día ya se están buscando diferentes alternativas viables.  Hay empresas, por ejemplo, que proponen empujarlos hasta la ionosfera con una especie de arpón. Otras apuestan por lanzar otro satélite que los persiga y los empuje hacia abajo para que caigan a la tierra. Y también hay quien trabaja en una propuesta a base de globos. El consorcio europeo del que nosotros formamos parte apuesta por la opción del cable porque consideramos que es un mecanismo relativamente sencillo.

– ¿Quiénes forman parte del consorcio?

La Universidad Politécnica de Madrid, la Universidad de Padua, la Universidad del estado de Colorado, las agencias espaciales de Italia- ONERA- y de Alemania – DLRDLR-, la empresa Tecnalia y nosotros. Todos, desde nuestros respectivos ámbitos nos complementamos. En Emxys, como expertos en electrónica, nos ocupamos de la parte correspondiente a la elaboración de ese cable conductor.

– ¿En qué fase se encuentra el proyecto?

– Ya hemos realizado una demostración en tierra, con la ayuda de un simulador. Ahora lo que necesitamos es conseguir la financiación necesaria para hacer la demostración en vuelo y así poder, a partir de ahí, iniciar su comercialización. Lo que pasa es que estamos hablando de proyectos de mucha envergadura económica. La demostración en tierra costó cerca de 3 millones de euros y para la de vuelo calculamos un coste de entre 5 y 6 millones de euros. A esa cantidad hay que sumar el satélite y el sistema de lanzamiento, aunque para ello podríamos unirnos a otros grupos  de investigación y repartir los costes.

-¿ Qué tipo de inversores pueden apostar por proyectos de estas características?

-Básicamente la financiación que necesitan este tipo de proyectos procede de fondos gubernamentales. En este caso, de la Comisión Europea. La Agencia Espacial Europea cuenta con un programa de eliminación de la basura espacial y de protección frente a posibles amenazas no solo relacionadas con los satélites en desuso sino también, por ejemplo, con la entrada de asteroides. De hecho, nosotros también estamos participando en un programa de defensa de asteroides con un proyecto del que estamos igualmente buscando financiación para su demostración en vuelo.

-¿ Qué perspectivas tenéis en cuanto a poder lograr esos fondos europeos?

-Pues precisamente a finales de mes se reúnen en Sevilla todos los ministros de los países que forman parte de la Agencia Espacial Europea para la asignación de fondos a aquellos proyectos que se consideren más interesantes. Es una reunión que se celebra cada dos o tres años y en esta ocasión el punto de encuentro es España. Sabemos que el nuestro es uno de los programas que se va a financiar, pero queda ver hasta dónde llegará el apoyo económico.

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