Jueves, 25 de Abril de 2024
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David de las Heras: poder, violencia y belleza en Pepita Lumier

David de las Heras: poder, violencia y belleza en Pepita Lumier

«De niño, en Bilbao, viví en un ambiente en que la violencia lo impregnaba todo. Cuando me hice mayor, intenté comprender qué ocurría. Por entonces, leí la Metamorfosis de Ovidio, y la historia de Apolo y Dafne me remitió a aquello. Todo conflicto se basa en relaciones de poder, lo que quiere imponer una parte sobre la otra, y esas relaciones de poder, incluido el mito del amor romántico, conducen a menudo a la violencia». 

David de las Heras (Bilbao, 1984) inaugura hoy en Pepita Lumier a las 20h su exposición Cazadores, una serie de ilustraciones que pretenden conducir al espectador a través de los caminos entrecruzados de la belleza y la violencia; mejor dicho, la violencia que a veces provoca la belleza, porque bien sabe el ilustrador, testigo directo de un ambiente hostil en los años de ETA, que la violencia en sí misma nunca es bella.

La sorpresa que espera a los visitantes de Pepita Lumier consiste en que de las Heras no ha fabricado un relato animalista, ni ecológico propiamente dicho. «La naturaleza, en sí, es violenta» . Las figuras de cazadores que, a veces sutilmente, otras de modo más explícito, aparecen tras la belleza natural de coloridas flores, son metáforas sobre «hombres imponiendo su poder sobre lo irracional», cualquier aspecto que no sepan dominar y despierte el fuego interior de la violencia como herramienta.

Apolo es el gran cazador que persigue en la mitología clásica a Dafne, una representación del deseo egoísta, que con frecuencia se representa mediante conceptos como «amor» o «patria», en palabras del artista, «construcciones que sólo existen en el interior de la mente de las personas».

Pero de las Heras es consciente de que, en determinadas ocasiones, la belleza se construye como un artificio barroco que oculta la agresión y en otras existe simplemente en la consecuencia de crear.

Colores planos, juegos semiocultos, un lobo con ojos inyectados en sangre, figuras sobre colores planos que son atravesadas por el rastro de proyectiles primarios, anatomías rasgadas por la simple lucha por la existencia, mueven a la reflexión del espectador que, por suerte, tiene la oportunidad de sumergirse en temas tan ásperos entre la belleza que emana de la visión de David de las Heras.

 

 

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