Bulgaria en 1973 trató de integrarse en la URRS, pero no lo consiguió, aunque era una de los aliados más estrechos de Rusia. Después de la desintegración de la Unión Soviética, Bruselas fue benévola con Sofía. El 1 de enero se integró en la Unión Europea acompañada por su vecina Rumanía, aunque ninguna de las dos naciones realmente cumplía los criterios de adhesión. El vincularse con Bruselas, hizo que se frenaran en los dos países, algunas derivas de carácter antidemocrático o una inestabilidad como la que ha podido tener Ucrania, estando sometidos a la presión del gran vecino ruso.
A pesar de este dato positivo, una década después de la adhesión, los dos socios continúan descolgados de la UE. No son países pertenecientes a la zona sin fronteras de Schengen ni visos de que en un futuro próximo se incorporen al euro. Si hablamos de términos económicos, los resultados tampoco son de gran brillantez. Son las naciones más pobres de la UE, contando en el caso de Bulgaria con un PIB per cápita de 5700 euros y de 7.200 euros en Rumanía. La media en la UE para que nos hagamos una idea es de 26.500 euros y España tiene 23.000 euros.
Los dos países crecieron la pasada década, pero no han recortado demasiado las distancias con el resto de la UE. Bulgaria pasó del 45,7% de PIB medio de la UE al 46,2% y en Rumanía el avance fue algo más importante, pasando del 34% al 56%. En Rumanía el 12,5% de su población tuvo que emigrar a otro país de la UE, el porcentaje más alto de toda la UE. Si se toma para el cálculo la población activa sería el 16%.
Son dos países que tienen además de la pobreza, la corrupción y a un Estado todavía frágil. Dos países que además están en una zona de especial interés para la política del Kremlin, el cual ejerce una buena presión sobre parte de la vecina Moldavia. Las estrechas relaciones hacen que muchos moldavos tengan doble nacionalidad y sean nacionales de la UE.
En el caso búlgaro, también sufre presión sobre sus fronteras, sobre todo por la crisis migratoria. La UE ha tenido que asumir una buena parte de la vigilancia de la frontera de Bulgaria con Turquía y Serbia.
Algunos datos de los informes que de manera periódica emite la Comisión, dejan bien claras las fragilidades en cuanto a la administración y política rumana. Solo un 13% de los funcionarios son de plantilla, el resto dependen de contratos de carácter temporal, que dependen del ciclo electoral y los resultados de las elecciones.
Una mayor eficiencia y apuesta por las infraestructuras sería vital para ambos
En cuanto a la estructura a nivel administrativo, tampoco ayuda a estos dos países que tienen una capacidad de absorción de fondos no tan eficiente como en otros países que tuvieron en dichos fondos una herramienta útil para la aceleración de la convergencia en lo económico.
Les resulta también complicado beneficiarse del plan Juncker de inversión, que no tiene cuotas nacionales y que solo se encarga de financiar los mejores proyectos. Desde que salió, solo Rumanía ha firmado un proyecto de infraestructura que contará con 20 millones de euros de aportación europea y Bulgaria ninguno.
Esperemos que la situación vaya cambiando y tanto las administraciones de los dos países como la UE colaboren en el crecimiento de estas dos nacionales.