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"Smart City": la ciudad digital del … ¿presente?

2015-marzo-OPI-Leynet-Luis-López

Socio Director. Leynet Consultores

Una Smart City no es más que un núcleo urbano diseñado para hacer más fácil la vida de sus vecinos y visitantes. La cuestión es que nuestras ciudades ya están diseñadas y, por tanto, hay que incorporarles aquellos mecanismos que la hagan evolucionar de una ciudad convencional a una ciudad inteligente. Y si en sus inicios la Smart City se identificaba con la sostenibilidad y el uso eficiente de los recursos energéticos, hoy día el concepto se ha ampliado e invade ámbitos como el de la salud o el ocio. 

Ahora, lo normal es ver en la parada del autobús el tiempo de espera del próximo vehículo; disponer de WiFi en cualquier calle, o poder gestionar el tráfico en tiempo real. Aunque no nos percatemos de ello, hay multitud de actividades gestionadas de esta forma: los consumos eléctricos urbanos están controlados en cada momento, se sabe si hay un escape de agua, o si se va a producir un colapso de tráfico en los próximos minutos.

Smart City es, en resumen, el término que integra las iniciativas orientadas a mejorar la calidad de vida, la sostenibilidad y la gestión eficiente de los servicios.

El concepto de Smart City impregna a todos los servicios que se prestan en una ciudad del siglo XXI y, especialmente, la gestión de sus infraestructuras: el transporte, la energía, el agua, los residuos o las telecomunicaciones. Y el ciudadano ni siquiera se dará cuenta de que su ciudad es una Smart City.

Salto cualitativo y «sensorización»

Cuando se conecta la gestión de todos esos servicios e infraestructuras, se produce un salto cualitativo. Podemos integrar los datos suministrados por cada servicio para tener una visión global de la sociedad en la que se actúa, prever sus necesidades y planificar adecuadamente el futuro.

Para dar un buen servicio, la ciudad precisa información fiable y en tiempo real. Conseguir toda esta información que permita una gestión adecuada sólo es posible mediante sistemas de recogida y transferencia de datos, que pueden provenir de fuentes públicas o privadas. La integración de datos, además, hace que la ciudad aprenda, que evolucione y, además, exige la participación de los ciudadanos. Estos, a través de los dispositivos móviles, no sólo son usuarios de los servicios de la Smart City; son también emisores de datos.

Ciudades como Valencia, Barcelona, Santander, Manchester, Boston o San Francisco, ya están avanzando hacia el objetivo de transformarse en Smart Cities. Pero, ¿cómo recoger y trasmitir el dato? La sensorización de la ciudad es obligada. Distintos sistemas de recogida y emisión de datos conviven, desde los fijos instalados por los poderes públicos, a los propios dispositivos móviles de los vecinos.

Una ciudad convenientemente sensorizada proporciona información en tiempo real de casi todo lo que ocurre: podemos tomar decisiones sobre el tráfico, dando información a los ciudadanos para que eviten las zonas más conflictivas; o tomar decisiones sobre reforzar o no una línea de transporte público, detectar el deterioro en el equipamiento urbano, o prever la evolución de los diferentes escenarios sobre los que se actúa.

Motor de innovación

2015-marzo-OPI-Leynet-Luis-LópezLa Smart City es un caldo de cultivo para producir nuevos productos y servicios, es un motor de innovación, que puede llegar a crear valor en actividades que podrían resultar anticuadas. Abre nuevas posibilidades al turismo, al comercio, la hostelería, los espectáculos y el ocio.

¿Quién nos iba a decir que íbamos a pagar el autobús con el móvil? ¿O que no hace falta llevar la cartera para hacer la compra? La tecnología NFC está ya disponible y cada día surgen nuevas aplicaciones que nos liberan de tareas monótonas; que nos facilitan la vida.

Sin duda, la Smart City es un concepto muy atractivo. A todos nos encanta vivir en una. Pero se nos olvida que para que exista una Smart City hay que invertir en su desarrollo y esto, en los tiempos que corren, no resulta tarea fácil.

Ya sé que podríamos recurrir a la colaboración público-privada, pero ¿cómo va se va a rentabilizar la inversión? ¿Explotamos los datos de los usuarios con fines comerciales? ¿Sería posible con la vigente Ley Orgánica de Protección de Datos? ¿Quién nos garantiza que nuestros datos no serán utilizados con fines poco claros? ¿Estamos a salvo de hackers? ¿Pueden los piratas digitales boicotear los servicios de la ciudad?

Hay dos grandes problemas que la Smart City tiene que afrontar. Por un lado, el blindaje de los sistemas de gestión de los servicios e infraestructuras, para que permanezcan libres de ataques intrusos. El otro es la seguridad del dato y la privacidad del que lo emite: el ciudadano.

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