Reducir el desempleo juvenil: Más oficio, menos másters y mayor cultura digital
El envejecimiento de la población ha tensionado las finanzas públicas, con un mayor gasto social en pensiones, atención médica, seguridad social, atención a los dependientes… Todo ello ha puesto en peligro la sostenibilidad del sistema. Una de las derivadas es que el gasto público orientado a jóvenes (vivienda, educación, empleo…) se ha visto significativamente afectado, con un gran impacto en el empleo juvenil, mermando las oportunidades y las expectativas de los jóvenes en el mercado laboral.
Por lo general, en nuestro país y en otros de nuestro entorno, se apuesta muy poco por el empleo juvenil, con una tasa de paro de más del 26 por ciento en España, más del doble que a nivel mundial, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Si se atendiera realmente este mercado juvenil se podría reducir de forma importante su elevado desempleo.

El desarrollo e implantación de nuevas tecnologías suponen una oportunidad para los jóvenes, ya que llevan consigo el aumento de la productividad y la creación de nuevas industrias y, por ende, nuevos empleos, de mayor cualificación. Esto aumenta la demanda de perfiles técnicos y abre la puerta de entrada al mercado laboral por la exigencia de las empresas de contar con jóvenes con estos conocimientos.
Jóvenes con formación del pasado
Sin embargo, para afrontar con garantías este nuevo escenario laboral, con la automatización de los procesos y el uso de la inteligencia artificial, es necesario solventar un error de base en lo que se refiere al sistema educativo. Su falta de adecuación a la realidad actual tiene un impacto directo en la formación de nuestros jóvenes. Todavía se les prepara para el pasado, no para el futuro. No se les prepara para las nuevas políticas activas de empleo, ni para las nuevas situaciones económicas y sociales que se necesitan en el mundo empresarial.
Tampoco se pone en su justo valor a la formación profesional, en la actualidad necesaria para formar profesionales cualificados que respondan a la cada vez más abundante oferta de puestos sin cubrir por falta de perfiles técnicos. Hay un gran desequilibrio entre la formación de la que disponen nuestros jóvenes, eso sí con muchos masters, y las demandas del mercado laboral.
Esta es una cuestión crucial que se ve agravada por la existencia en el tejido empresarial español de mucha empresa pequeña, que cuenta con gente muy mayor y con muy poca renovación de talento y de trabajadores. Esta combinación de factores impacta en la vulnerabilidad del empleo juvenil.
Bajas expectativas laborales
Como consecuencia, las expectativas de los jóvenes en cuanto al mercado laboral son muy bajas. Con trabajos precarios, de tiempo limitado y poco alineados con los estudios cursados, los jóvenes se ven fuera de lugar; no perciben que tengan las mismas posibilidades de encontrar empleo que sus padres. Sí, están mejor formados pero con muy pocas expectativas, lo que les genera, entre otras cosas, estados de ansiedad y mucha inseguridad de cara al futuro. Así, se produce un retraso de la sociedad adulta y cada vez encontramos desempleo juvenil con gente de 30 años. El pesimismo de los jóvenes es muy grande.
Casi el 75 por ciento de los jóvenes ve complicado encontrar trabajo y un 73 por ciento considera que los sueldos son muy bajos, según una encuesta de IO Investigación. Además, revela que más del 55 por ciento considera que la economía española es hostil para el empleo juvenil, en el que los abusos laborales, desde trabajar sin contrato o acoso hasta horas extras no pagadas, son moneda común.
Ante este panorama, la llamada generación Z o de cristal (nacidos a partir del 2000) ve un techo en su proyección de futuro; expectativas muy negativas en comparación con generaciones anteriores (generación X y baby boomers). Tampoco quieren ser como sus padres; precisamente, huyen de eso porque han vivido con unos progenitores hiperocupados, sin tiempo ni para los demás ni para ellos mismos. Buscan otras alternativas, ya que apuestan por su bienestar emocional y su libertad laboral.
Son nativos digitales que buscan la conciliación, la flexibilidad laboral, el tiempo libre; prefieren trabajar desde casa con una metodología muy freelance; no les interesan ni los premios, ni las recompensas, ni formar parte del organigrama de una empresa o poder escalar hasta posiciones ejecutivas. Su cultura choca con las conductas clásicas empresariales, por lo que las organizaciones se verán abocadas a afrontar cambios de enjundia en su estructura si quieren integrar a nuestros jóvenes talentosos en su día a día. Una ingente labor que se hace más necesaria que nunca si queremos acabar con el alto desempleo juvenil actual.
Artículos relacionados

Las Fallas de Valencia repiten como las fiestas españolas más buscadas en Google

«Zoom» analiza el Covid cinco años después