Cuentan algunos padres, entre preocupados y alarmados, que en el patio del colegio de sus hijos, los niños se entretienen imitando a los protagonistas de la serie más vista de la historia de Netflix, la surcoreana El juego del calamar. Por si queda alguien que no sepa en qué consiste la historia, un grupo de ciudadanos con mala suerte en la vida deben superar una serie de pruebas para hacerse con un ‘bote’ millonario que les debe solucionar la vida. Pero, en caso de cometer un error durante el juego, serán ‘eliminados’.

Mientras tanto, hay otro tema candente en el debate público, algo menos baladí: el continuo batir de récords del precio de la luz. Los medios, a la par que los ciudadanos, ya casi asumimos como cotidiano un nuevo pico histórico del precio del megavatio. Pero hay un día en el que de repente nos entra un calambre en el cuerpo. El momento en el que llega la factura, que estremece. A familias y, cada vez más, al tejido empresarial e industrial. Y se acerca el invierno.

El Gobierno que se etiquetó como ‘el más progresista de la historia’ ha ido poniendo tiritas a una herida que amenaza con desangrar al paciente. Pero, a todas luces, aunque voluntariosas, estas medidas están resultando insuficientes. Pasado el periodo más duro de la pandemia, el Ejecutivo que preside Pedro Sánchez se enfrenta probablemente a su desafío más importante de cara a los procesos electorales que están por venir.

No digamos en el caso de Unidas Podemos. La denominada ‘pobreza energética’ ha estado regularmente presente en los discursos y tesis de los dirigentes de la formación morada, con lo que la obligación de hallar una solución es más que urgente.

En cualquier caso, para ambos socios de gobierno, así como para los partidos satélite que sustentan al equipo de Sánchez, los elevadísimos e inimaginables precios de la luz suponen una batalla de la que sus adversarios políticos están sabiendo sacar provecho.

Tanto por el interés por la ciudadanía y el tejido económico que se le supone a nuestros gobernantes, como por el acecho de una cascada de elecciones que se acercan peligrosamente, más le vale al Gobierno conseguir ser más astuto si cabe que otros socios europeos con idénticos problemas. No sé qué tienen que hacer, pero háganlo pronto y logren resultados. O se quedarán sin ‘bote’ ni votos y, a su paso por las urnas, corren el certero riesgo de ser ‘eliminados’ del tablero.