Miércoles, 24 de Abril de 2024
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Paco Roca: «Vivimos en un país desmemoriado»

Paco Roca: «Vivimos en un país desmemoriado»

Emulando a Carlos Giménez en «Paracuellos», el historietista valenciano Paco Roca se sumerge en la vida de Antonia, su madre, en «Regreso al Edén», un cómic lleno de amor que recuerda la «épica» de todos los que sufrieron la posguerra con el objetivo de que no se «olvide» lo que supuso la dictadura. Roca ha llorado un par de veces haciendo esta nueva novela gráfica, cuenta en una entrevista un día antes de su publicación por la editorial Astiberri. Lloró porque mientras la dibujaba recordó «la crueldad» de las risas que se gastaba siendo niño por la «incultura o ignorancia» de su madre en algunos de sus comentarios.

Algo que seguro se ha vivido en cientos de hogares españoles, porque el caso de Antonia es el caso de esas mujeres que solo estaban destinadas a ser amas de casa en la posguerra, esos años de hambre y de libertades inexistentes que Roca trata con mimo, realismo y certeza en estas páginas.

«Creo que vivimos en un país desmemoriado en el que hemos tenido que pasar de puntillas una época tan importante para tanta gente como fue la Guerra Civil y la dictadura, y con ese mantra de que hay que olvidar para cerrar las heridas nos hemos dejado fuera muchas historias y testimonios, como pudiera ser el de Antonia, que es mi madre, pero también de esa gente que es anónima y que no tuvo otra cosa más que sobrevivir en un momento tan difícil», dice.

Por eso, para «recordar» y no correr el «riesgo de falsear o de que manipulen» esos años, tras la muerte de su padre (a quien dedicó el cómic «La Casa») y de darse cuenta de que no sabía casi nada de su vida, se sentó con su madre a conversar sobre su infancia, juventud y madurez y así quitarse «la espina clavada» que le había dejado despedir a su padre casi sin conocerlo.

«Es importante mantener la memoria de estas generaciones, darles una oportunidad para hablar, y para mi madre y el resto de mi familia ha sido una liberación poder hablar por un día sin que nadie le corte», explica el escritor, al tiempo que hace una crítica de cómo obviamos las «batallitas» de nuestros mayores. En concreto, «Regreso al Edén» arranca con una fotografía, la de Antonia de niña junto a su madre y a sus hermanos en un día de playa. Una instantánea que Antonia reclama a sus hijos porque ésta no aparece cuando llega a casa de uno de sus vástagos, el lugar donde va a vivir tras la muerte de su marido.

Un hecho real que fue la chispa que hizo que la historieta arrancara, porque en realidad las conversaciones de Paco y su madre no iban a ser para realizar un cómic, sino para dejar constancia a sus hijas de lo que vivió su abuela.

«Ahí surgió todo, de la necesidad de querer saber más sobre esa foto y qué pasaba más allá del encuadre, qué pasaba antes y después de que el fotógrafo la hiciera, saber más de mí. Es la historia más real, desde el punto autobiográfico, porque todos los personajes son reales y donde no llegaba la memoria de mi madre lo he rellenado con hechos reales», matiza el autor mientras reconoce que, al igual que hizo Giménez en «Paracuellos», no se trata de una «gran historia», sino de la «épica» de toda esa gente.

Sobre todo de los «rojos», de los perseguidos por el régimen franquista, de los que tuvieron que esconder sus ideales y vivir la miseria en primera persona, como le pasó a su familia. «No podías quejarte de esa miseria, todo a tu alrededor la negaba, las películas, incluso los cómics, negaban ese drama que la gente estaba viviendo», lamenta. Y es que, prosigue, negar esa realidad «era la única forma posible de subsistir y de llevar adelante esa desgracia, porque no se podía luchar contra esa injusticia social».

«El franquismo fue clasista -añade- con todo ese estrato social, porque ideológicamente ser rojos para ellos era un concepto muy amplio, era todo lo que no les encajaba. Pero no solo en el franquismo, sino que esa herencia de la pobreza subsiste ahora y ha existido siempre. La sociedad crea determinados conceptos que hacen que debamos soportarlo y aún hoy podemos escuchar desde diferentes sectores que los pobres no se esfuerzan tanto como la gente que ha triunfado».

Así que en estas páginas, Roca bucea en los pensamientos de su madre siendo niña, en cómo sufría por tener hambre continuamente o por no poder ir al cine; pero también describe lo que sentía al ver cómo el trapero no le daba una taza más a cambio de un gran número de trapos o cómo sufrió también al vivir junto a su hermana Amparito la humillación que suponía ser una mujer que había mantenido relaciones sexuales antes del matrimonio.

Ahora, a sus 89 años, Antonia «sigue teniendo la cabeza» y ha podido ojear el cómic, pero no leerlo porque, claro, a estas alturas imaginarán que es analfabeta. «Para mí ha sido muy emocionante, se lo tomó como un regalo, lloró, se acordó de su madre, lo abrazó y me dijo que tenía que cuidarlo porque pensaba que solo había ese libro, y no los 25.000 ejemplares de la tirada», concluye entre risas.

 


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