Eyesynth, unas gafas para ver oyendo

Eyesynth, unas gafas para ver oyendo

Una finalidad social como el ofrecer al colectivo de invidentes o personas con capacidad visual disminuida una solución a su problema fue lo que movió a un grupo de emprendedores castellonenses a unir esfuerzos y conocimientos para diseñar y fabricar unas gafas de visión 3D. Desde entonces han pasado ya cinco años y el proyecto de uno de sus creadores, el asturiano Antonio Quesada Hervás, se ha convertido en realidad.

Es Eyesynth, unas gafas que estarán a finales de año en el mercado y que han seguido un proceso de creación y diseño en el que han contado con ayuda de la Unión Europea. Un reconocimiento que les ha permitido ser elegida como mejor startup social. Atrás quedan su búsqueda de financiación y su paso por el programa televisivo El Hormiguero, que les permitió hacer visible su proyecto. Proyecto que aportará soluciones a las personas con algún problema de visión. Ahora, además, apunta el CEO de la empresa, les espera el reto diario de perfeccionar el software para introducir “las mejoras que nos piden los usuarios de estas gafas, los colectivos de invidentes”.

– ¿Cuál fue el origen de la empresa?

– En principio, con unos socios montamos Dembeta, que es la sociedad matriz. En ella nos dedicamos al diseño de aplicaciones y simulación en tres dimensiones. Desarrollábamos pantallas de visualización 3D, en los campos de visualización arquitectónica, naval o de simulación mecánica. Yo tengo un amigo que es padre de un niño ciego y más de una vez nos planteábamos cómo era posible que la tecnología que aportaba soluciones a todo no hubiera encontrado la clave para poder ayudar a los invidentes a controlar el campo visual. Y así, a partir de esas conversaciones de café que teníamos, empezó a gestarse la idea de buscar una solución para ese niño. Un día se me encendió la bombilla y pensé cómo podía transmitir información visual de una manera no visual. Hicimos pruebas con este niño. Pruebas que eran para una semana y que él las completó en una tarde. Probamos con más gente y vimos que todos aprendían rápido a manejar el sistema.

– ¿Fue esa facilidad de aprendizaje lo que os llevó a crear una nueva línea de trabajo en la empresa?

– Bueno, sí. A partir de ahí nos hicimos, mejor dicho, hicimos la pregunta del terror a Google para ver si había proyectos similares. Vimos que no, al menos en tanto a concepto y diseño fue cuando decidimos crear la empresa hace cinco años. Éramos tres socios con un perfil profesional técnico, que vimos que había campo de trabajo y que el proyecto podría ser viable y decidimos entrar. Primero analizamos el mercado durante dos años, mientras trabajábamos con recursos propios en las gafas. Más adelante logramos los primeros socios, que eran necesarios para desarrollar los primeros prototipos de hardware, que encarecían la iniciativa. A partir de ahí hicimos el “Frankenstein” –el prototipo de gafas para pruebas- que llevamos a El Hormiguero y nos movimos en prensa. Y hace dos años conseguimos en Europa un H2020. La UE nos concedió, a fondo pérdido, un millón de euros. Pudimos así industrializar el producto, miniaturizarlo y prepararlo todo para una fabricación masiva. Ahora estamos en la fase previa a salir al mercado a finales de año.

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Gafas que oyen. | Foto: A. Prada

– ¿En qué consiste el proyecto?

– El inicio de Eyesynth fue intentar buscar el lado práctico a una habilidad que tengo, una ligera sinestesia con el sonido y la imagen. Cada sonido me sugiere una imagen geométrica. Para mí eso es un proceso natural y me pregunté si podía hacerlo al revés, es decir, tomar geometría real y convertirla en sonido, de manera que un invidente pueda interpretar el espacio que le rodea a través del sonido. A partir de esa base surgió Eyesynth, un sistema de comprensión visual para invidentes, compuesto por unas gafas que registran el espacio que nos rodea en tres dimensiones. Un microordenador permite procesar la información recibida a la par que la convierte en audio comprensible para el invidente.

Es lo que denominamos experiencia de sentido aumentado. Algo que permite al usuario tener un panorama completo y simultáneo del entorno, dado que la información que recibe se actualiza 60 veces por segundo, con lo que el usuario puede adquirir consciencia plena de lo que tiene ante sí a tiempo real. El entorno es capturado y procesado en 3D. Esto significa que, además, tenemos información acerca de la profundidad. A continuación, el ordenador convierte toda esa información en una serie de sonidos que permiten interpretar espacios abiertos, formas y obstáculos. El sonido es abstracto, no es necesario el lenguaje verbal.

– Eso supone para el invidente tener que aprender un idioma nuevo…

– En efecto. El sonido es distinto en función de las características de las imágenes que las gafas graban. Pero es sencillo de aprender. El sonido es abstracto, no hay palabras, por lo que facilita el aprendizaje. Es un nuevo lenguaje que el cerebro puede automatizar. Así, el invidente puede dominar este nuevo idioma audiovisual y tener conocimiento de lo que hay delante suyo fácilmente. En las primeras horas de uso ya se pueden distinguir objetos grandes como mesas y sillas. Un detalle importante es que el sonido se transmite a través de los huesos de la cabeza, por lo que los oídos quedan libres para escuchar. Se evita la fatiga del oído.

– El apoyo de la UE es un respaldo y un soporte a la vez. ¿Facilita el desarrollo de la iniciativa?

– Es evidente que el hecho de que la Unión Europea escogiera nuestro proyecto fue un respaldo importante, porque, además de la ayuda económica recibida para ir impulsando el proyecto, nos abrió muchas puertas.

Además, el que hayamos tenido el reconocimiento por la Comisaria Europea de Sociedad y Economía Digital, Mariya Gabriel, como la mejor startup social de Europa ha sido muy importante para nosotros. El premio nos da reconocimiento y visibilidad, pero lo que es más importante, reputación y credibilidad. En el mundo de las tecnologías asistivas hay proyectos que son más acertados que otros. La reputación en este entorno es fundamental. Y tener a la Comisión Europea garantizando que la propuesta es buena, nos da mucho crédito a la hora de salir al mercado.
La UE nos permitió desarrollar el producto para dejarlo listo para producir en masa, nos permitió hacer la puesta a punto de patentes y propiedad intelectual, las primeras acciones de marketing, acudir a ferias y congresos, crear un pool europeo de inversores y, en definitiva, dejarlo todo listo para darle al botón rojo y empezar. Ahora empezamos a volar en solitario.

– ¿Cuándo estarán las gafas en el mercado?

– En nuestra hoja de ruta tenemos previsto empezar a distribuirlas a finales de este año. Todo de acuerdo al plan desarrollado en este tiempo. Con el apoyo recibido durante estos 24 meses, hemos resuelto el problema de navegación y comprensión del entorno. Ahora vamos a ir mejorando el sistema añadiendo software por descarga, con reconocimiento de caras, de texto y de señales de tráfico. Datos que aportan mucho valor al producto. Es una capa de información de gran utilidad para el invidente.

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Antonio Quesasda de Eyesynth. | Foto: Antonio Prada

– ¿La evolución de la tecnología digital contribuye a mejorar las prestaciones del proyecto?

– En un campo como en el que nos movemos los avances digitales ayudan porque los sensores son más sensibles, consumen menos, la capacidad de memoria y cálculo de los chips mejoran cada poco. Toda mejora técnica que llegue es importante.

– ¿Qué papel juega internet en vuestro proyecto?

– Internet tiene un papel importantísimo, porque la comunidad invidente es muy activa en internet y en las redes sociales. Para lo bueno y lo malo todo se extiende rápidamente. Hay grupos de WhatsApp muy activos. Tiene muchísima importancia. De hecho nos está ayudando en países en los que no habíamos planteado acciones de comunicación, como algunos de Latinoamérica. Las redes sociales nos potencian.

– ¿Esa proactividad de la comunidad de invidentes en la red se traduce en algún tipo de colaboración?

– Sí. Es el caso de Enhamed Enhamed, usuario de Eyesynth y deportista paralímpico, asegura que este proyecto le ha abierto un abanico de posibilidades que antes no contemplaba. Nos aporta sensaciones y apunta que el hecho de poder detectar el mundo sin intermediarios le permite aventurarse mucho más allá de lo que había imaginado. Nuestras gafas le permiten percibir todo aquello que no podemos tocar con nuestras manos o con el bastón.

-¿Cuáles son los planes de futuro?

– Somos empresas de i+D y tenemos pensado destinar parte importante de recursos a ese campo. Nuestra meta es el sentido aumentado. Hemos experimentado con la vista y el sonido pero nos queda recorrido largo por hacer y tenemos ideas en mente. De hecho, nos gustaría desarrollar el producto. Hemos pensado trabajar vinculados a las demandas de la comunidad de invidentes. Pensamos tener una comunicación directa con los usuarios finales para que sean ellos quienes nos digan qué es lo que precisan, hacia dónde debemos ir.

– Ahora se habla del Internet de las cosas (IoT) o de la Inteligencia Artificial (IA) como fenómenos que cambiarán la sociedad. ¿Marcarán el futuro?

– Sera una revolución que está en marcha y de la que no somos conscientes del todo. Por esa falta de consciencia en el IoT habrá que ponerse serios con temas de seguridad y tratamiento de datos. Con la Inteligencia Artificial el vuelco será bestial, ya lo está siendo. Google son cuatro o cinco inteligencias para cada uno de sus productos y han revolucionado el mercado de los mapas, las traducciones y el análisis de textos. La IA hace cosas increíbles y lo que está por llegar será más increíble aún.

– ¿Qué planes de comercialización de las gafas tenéis?

– Queremos ir poco a poco, siendo realistas, de ahí que empecemos por España y Reino Unido, dos países que tienen organizaciones de ciegos potentes. A nivel estatal están concienciados con la tecnología. Son dos mercados muy estables, seguros y cercanos, que nos facilitan la intervención ante cualquier problema.

La tienda en internet, la web store, la usamos como brújula porque nos detecta nichos de mercado. La mayoría de futuros usuarios quiere probar el producto, lo que hace necesario un modelo físico, que llevamos a tiendas de gafas especializadas para hacer demostraciones. Si vemos que de repente en un país hay tirón nos planteamos buscar sistema de ópticas y oftalmólogos para llevar nuestro modelo de prueba.

– ¿Este tipo de proyectos empresariales vinculados al interés social del producto generado tiene futuro?

– Considero que sí. En todo caso estamos a favor de la tecnología humanista, que te ayuda a progresar o mejorar en algún aspecto de la vida, y nos cabrean mucho las tecnologías banales, las superficiales que se gastan cientos de millones en desarrollos y te preguntas si realmente eso hacía falta. Apostamos por desarrollar tecnologías que ayuden a las personas, en este caso a los invidentes, una comunidad en crecimiento, porque actualmente hay casi 300 millones de personas con problemas serios de visión y la cifra va en aumento. Hasta el punto de que en edades adultas la OMS lo califica de epidemia.

La tecnología social está teniendo un boom importantísimo y ojalá siga así porque hay capacidad tecnológica para aumentar o mejorar las capacidades o sentidos de una persona. Además es una tecnología integradora y contribuye al progreso.

– ¿Cuántas personas trabajan en el proyecto?

– Somos nueve personas y además tenemos colaboraciones externas. Contamos con una red extendida por España, interconectada en la red, lo que nos permite trabajar en el proyecto totalmente descentralizados. Nos aprovechamos de las ventajas de internet para hacer un trabajo colaborativo.

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