Jueves, 25 de Abril de 2024
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El arte irreproducible de Nicolás Ortigosa

El arte irreproducible de Nicolás Ortigosa

“Hace unos cinco años me enviaron un catálogo de la obra de Nicolás Ortigosa para consultar mi opinión. Respondí que las reproducciones no son las obras, y que para opinar debía verlas en persona, y más en casos tan complejos como su serie sobre La Divina Comedia”, contó el pasado jueves ante la prensa Vicent Todolí, el director del Área de Arte de la Fundació Per Amor a l’Art (FPAA). Cuando visitó el estudio del joven artista riojano, “me sorprendió el modo en que abordaba el dibujo; trascendía las técnicas clásicas con un lenguaje propio. Adquirimos toda la serie”, añadió Todolí.

Con su quinta exposición en Bombas Gens Centre d’Art, la FPAA ha dado el siguiente paso en su aventura: la llegada del mecenenazgo total. Y arriesgado, como subrayó su vicepresidenta Susana Lloret en la presentación de Nicolás Ortigosa. Obras 2002-2018. Nacido en Logroño en 1983 y Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona, Nicolás Ortigosa era, hasta ahora, un talento por descubrir en su totalidad. Algunas de sus obras se pudieron ver en la feria ARCO 2019, y el año pasado obtuvo el premio de la colección DKV durante la feria Estampa. Pero la muestra de Bombas Gens es su primera exposición individual.

Lloret indicó que «quienes formamos el equipo de FPAA no somos personas convencionales ni las apuestas de la Fundación iban a serlo. Ir sobre seguro no tiene interés», aseveró. “El artista es lo primero, pero no puede estar solo. Antes de que llegue el mercado o la fama, debe ser apoyado y que su obra entre en el circuito del arte. Esa es la labor del mecenazgo, y para eso estamos”. Estableció una analogía muy visual entre el artista y sus mecenas: “Además de pintor, Ortigosa también es surfista, por lo que arriesga hasta el límite, se desliza por el borde de las cosas, y FPAA arriesga con él en esta primera retrospectiva sobre su obra”. 

Nicolás Ortigosa

El artista Nicolás Ortigosa. | E3

El recorrido por la serie sobre La Divina Comedia se inicia con los grabados inspirados en el infierno narrado por Dante. Las figuras son macabras, calaveras reunidas en círculos infernales, en trazos negros sobre un fondo ocre. La negrura va imponiéndose sobre esos fondos, y esta primera parada es más extensa que las otras dos estaciones, el purgatorio -donde el estado de ánimo no mejora- y el paraíso. Ortigosa explicó que según su interpretación de la obra literaria, «el purgatorio y el paraíso son el acompañamiento del infierno», el escenario principal de la búsqueda literaria de Dante de su amada Beatriz, acompañado por la recreación del poeta clásico Virgilio. Sin embargo, «para mí, La Divina Comedia es una historia de esperanza. Finalmente, Dante se separa de Virgilio en el Paraíso cuando siente que ya está preparado para vivir”. Así, las telas que representan el final del viaje aparecen casi desnudas, sin llegar a ser luminosas, pero con tranquilas figuras de pequeño tamaño que se despiden, apenas esbozadas, posiblemente con un sentimiento de paz en su interior.

“En La Divina Comedia encontré un lenguaje muy visual, muy fresco y natural. La leí cuando estudiaba, y la empecé a trabajar de manera fresca”, explicó el autor. “Hay muchos espacios por los que enfocar la obra de Dante. Busqué un lenguaje nuevo para ponerla en presente. Y cuando creí que ya sabía demasiado, decidí parar, justamente para no perder esa frescura”, describió el pintor sobre su aproximación a la novela. Todolí matizó que «el objetivo de Ortigosa no es ilustrar La Divina Comedia, sino que la utilizó como motivo para sus obras”.

El «silencio estruendoso»

La obra reunida en Bombas Gens no se detiene en la serie sobre el viaje de Dante. La directora del centro de arte explicó que “se ha contextualiza la serie de La Divina Comedia con el conjunto de la obra del artista”, por eso se puede acceder a “otras series que muestran la evolución de su trabajo”. Sus dibujos más actuales, realizados entre 2015 y 2018, se centran en gruesas líneas de grafito que se entrecruzan con la violencia propia de un Pollock con tachaduras obsesivas y exageradas, como espejo de una existencia en la que nos equivocamos más que acertamos, en que todo aprendizaje es una serie permanente de correcciones. Y así, llegamos a una esquina de las naves del centro de arte donde vivimos la experiencia que demuestra que, efectivamente, el arte es irreproducible, y solo puede vivirse en primera persona: la serie Cuadros tapados. 

Nicolás Ortigosa

| E3

El artista tomó la decisión de cubrir con óleo negro toda su producción sobre lienzo -de ahí el nombre de la serie- realizada desde 2002: un total de 115 trabajos que Ortigosa convirtió así en una sola obra -de la que se exhibe una parte- transformándola en un juego entre lo oculto y lo revelado, y permite al espectador intuir los trazos de la pintura anterior bajo la nueva superficie si se acerca a ellas. De todas formas, la impresión que producen los Cuadros tapados acumulados desde el suelo hasta los altos techos de las salas es importante. Al contrario de lo que pasa con otras disciplinas artísticas, eso no se puede spoilear. Todolí se refirió a ellas como un «silencio estruendoso»; yo prefiero que se dejen sorprender ante esas paredes terribles -también podría decir sensacionales- sin verlas fotografiadas. Hay que enfrentarlas en persona. Sin intermediarios.

«Para nosotros, cada exposición es una sacudida», desveló Lloret. «En este caso, la sacudida es íntima, representa una pulsión oscura que las personas solemos ocultar pero que Nicolás Ortigosa ha sacado afuera”.

Recuerden que la entrada al centro artístico de Marxalenes es siempre gratuita; que disponen de un jardín donde respirar aire fresco y escuchar el tranquilo discurrir del agua después de haberse asomado a los oscuros límites de la obra de Ortigosa. Tiene pinta de hombre tranquilo, por cierto.

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