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El flujo artístico de Miquel Navarro inunda la Fundación Bancaja

El flujo artístico de Miquel Navarro inunda la Fundación Bancaja

Durante la infancia de Miquel Navarro (Mislata, 1945), su esponjosa mente absorbió las sensuales percepciones de los aromas del campo, el verde de la huerta, extrañas formas de insectos. Después veía películas en las que monstruos gigantes como Godzilla destruían grandes rascacielos. «Mi carrera artística no empezó hace cuarenta años, sino mucho antes, cuando de niño hacía figuras con el barro de las acequias o con trozos de cartón», ha recordado hoy durante la presentación de la exposición antológica Fluidos en Fundación Bancaja.

La muestra está integrada por 73 obras (esculturas, pinturas, dibujos y fotografías), datadas entre 1976 y 2018. La comisara Lola Durán ha explicado que está estructurada en dos bloques, a su vez, las dos grandes temáticas del artista: las ciudades y el cuerpo humano. «Miquel Navarro es un constructor de paisajes y de personajes donde mezcla fantasía y realidad», ha manifestado Durán. 

Destacan cuatro instalaciones de sus ciudades que se extienden de forma horizontal, en las que de pronto surgen elementos verticales y puntiagudos como símbolos de poder: La Ciutat (1984-1985), Espacio de batalla (2000-2001), Marjal (2017-2018) y Ciudad de las torres (2018). A modo de tótems se presentan sus esculturas -algunas de más de tres metros de altura- realizadas con aluminio marino macizo, poderosas, firmes, amenazadoras y al mismo tiempo protectoras, en esa dualidad que es propia de la obra del escultor. Junto a ellas, un conjunto de esculturas de menor formato ejecutadas en barro, cinc o aluminio, que recrean el laboratorio de experimentación del artista.

La obra bidimensional está representada por un importante conjunto de acuarelas, dibujos y fotografías. Las obras sobre papel permiten a Navarro la transcripción directa del pensamiento, creaciones inmediatas frente a la lentitud del proceso escultórico. En ellas manifiesta además su deseo y su sexualidad más abierta.

En la obra de Miquel Navarro existe un elemento que actúa de catalizador, o condensador, de sus temáticas tanto sensuales como amenazantes. Las representaciones fálicas, sutiles, directas, o crueles a través de su mutilación, «son la representación de la fuerza procreadora, del deseo o del temor», ha indicado la comisaria. A menudo aparece el falo como símbolo de muerte, «porque el artista también asocia el sexo al vacío, al dolor y a la supervivencia. También la sexualidad es, por el contrario, el motor de la creatividad y de la voluntad de trascendencia».

Las ciudades fantasiosas -y fantasmagóricas- que reciben al espectador provocan un viaje a través de la imaginación que puede partir desde la visión de un niño que ordena pequeñas piezas casi de juguete, hasta las altas torres que, amenazantes, vigilan todo lo que ocurre en sus cimientos. «Soy un constructor, pero no un arquitecto», ha declarado Navarro«La arquitectura incluye elementos funcionales; pero el arte no, el arte es inútil, sólo tiene una misión espiritual».

Hasta el 11 de noviembre se podrá visitar esta antología -que incluye obras de la colección personal del autor, de la Fundación Caja Mediterráneo y de la propia Fundación Bancaja– en la que se puede apreciar la evolución en la creación de Navarro. Una evolución sujeta a sus materiales preferidos en cada etapa -desde la terracota hasta el papel y la fotografía-, «que implican diferente sensibilidad», y siempre sujeta a «una profunda reflexión y autocrítica».

 

 

 

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