Sábado, 20 de Abril de 2024
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València, la segunda Denominación de Origen que más exporta de España

València, la segunda Denominación de Origen que más exporta de España

La Denominación de Origen Valencia se ha convertido en la segunda exportadora de España en volumen de botellas, solo por detrás de La Rioja. Lo que es un éxito, sin lugar a dudas, también es una de sus principales debilidades: el mercado interior. Aunque se ha avanzado para corregir esto en los últimos años, gracias al pundonor de los dirigentes del Consejo y ya son profetas en casa, todavía hay camino por recorrer en el resto del país.

La DOP Valencia se caracteriza por la variedad de sus vinos gracias a las cuatro subzonas que puntean la provincia: Valentino, Moscatel, Clariano y Alto Turia son las cuatro zonas que conforman la DOP, cada una con sus peculiaridades muy marcadas.

Unas 13.000 hectáreas suman los viñedos con etiqueta València, que cada año venden toda su producción.

Concretamente, València cuenta con una denominación de origen vinícola que es más conocida en el Reino Unido o Alemania que en cualquier provincia del centro o del noroeste peninsular. Una contradicción que tiene su origen, precisamente, en el afán exportador de los vinos valencianos desde finales del siglo XIX, cuando la filoxera arrasó los viñedos del resto de Europa y los marchantes de vinos del norte tuvieron que buscar nuevos proveedores.

València era el puerto de embarque de millones de litros, que durante el siglo XX se fue incrementando, aunque pasando de los viejos graneles a los embotellados actuales. Aquí hemos contado en anteriores ediciones de Economía 3, como bodegas con origen italiano o suizo (Cherubino o Murviedro entre otras), levantaron sus factorías en las inmediaciones del mar para nutrir sus mercados con buenos precios y calidades.

València es una marca que vende muy bien fuera, pero que en el mercado español es una gran desconocida. Quizás porque los turistas nacionales, cuando se acercan a València, lo hacen a la costa y para ellos la imagen agraria que les entra por los ojos es de cítricos y huerta, y no tanto el vino que se esconde en el interior, en los campos del Alto Turia, Cheste, Terres dels Alforins, etc.

Todo vendido

Esa herencia exportadora hace que hoy València sea, después de La Rioja, quien más botellas de vino venda en el exterior cada año. En el año 2016 fueron 32,2 millones de botellas las que se vendieron fuera de España, de un total de algo más de 48 millones.

Esto significa que se exportan siete de cada diez botellas que llevan la contra-etiqueta de la DOP Valencia, y lo mejor es que, aunque Reino Unido y Alemania son los mercados de destino dominantes, otros 90 países también reciben vino de València.

Otro de los hitos que reconocen el saber hacer de València es que nunca han destinado vinos a la destilación subvencionada; es decir, siempre han vendido su producción, algo de lo que pocas DOP pueden presumir.

Cosme Gutiérrez, presidente del Consejo Regulador, lleva ligado al Consejo casi toda su vida profesional, ya que entró a trabajar en él en 1973, desempeñando diversos puestos hasta que hace siete años, cuando estaba pensando en jubilarse, fue invitado a poner su sabiduría y experiencia al servicio de la institución que tanto le debe como presidente.
Y ya va por el segundo mandato, manteniendo los criterios que él siempre valoró de sus antecesores: negociación y cero guerras en beneficio de las bodegas, que son las auténticas dueñas del Consejo.

Gutiérrez recuerda el esfuerzo que han hecho en los últimos años por ser conocidos, no solo en España, sino en la propia Comunidad Valenciana. “Ahora hay siete u ocho vinos nuestros en las cartas de los restaurantes de València, pero ha costado mucho”, dice. Como si ser profeta en su propia tierra fuera especialmente complicado.

Esa promoción intensa e imaginativa ha ido llevando la palabra València asociada a vino de calidad a todos los rincones del país. Iniciativas como la formación de sumilleres, la Noche del Vino o la Mostra de Cavas, Vinos y Licores de la Comunidad son aspectos relevantes de dicha promoción.

Asimismo, la presencia en ferias internacionales, los patrocinios de eventos deportivos y culturales, y la divulgación de la cultura del vino mediante seminarios, presentaciones, jornadas técnicas, visitas guiadas a bodegas, etc., son acciones que siguen empujando al marketing de las bodegas.

Gutiérrez cree que gran parte del éxito está en que los bodegueros y los enólogos son los que han defendido en primera persona sus vinos. “Nosotros queremos que nos acompañen ellos a las acciones promocionales y apoyarnos en esos profesionales que tienen una formación magnífica y que están innovando continuamente. Son unos fenómenos y el resultado está a la vista, aunque nunca hay que darse por contento, hay que seguir”, advierte.

Esa nueva generación a la que se refiere Cosme Gutiérrez está haciendo proyectos muy interesantes en las cuatro subzonas, aunque con especial incidencia en Clariano, al suroeste de la provincia valenciana, en el entorno de Terres dels Alforins.

Pequeñas bodegas, proyectos aferrados al terruño, apostando por variedades locales que estaban casi en extinción como forcallat, mandó o la blanca verdil, y con elaboraciones en las que también se arriesga y se innova, pero mirando al pasado. Es el caso de las vinos fermentados y criados en tinajas de barro, como se hizo desde la época prerromana hasta prácticamente el siglo XX.

Otra zona que está resurgiendo es el Alto Turia. Recuerda Gutiérrez cómo había sido la región que más viñedo había perdido. Los agricultores abandonaban o arrancaban las cepas centenarias y con ello un patrimonio muy valioso de viñedo viejo, especialmente de variedades autóctonas, como la merseguera. Ahora, proyectos como el de Vegamar, por ejemplo, está reflotando la subzona del Alto Turia, aprovechando el gran potencial de los suelos y de su situación en una meseta, pero con la ventaja de la cercanía al mar.

Somos Variedad es uno de nuestros lemas y es verdad porque esas cuatro subzonas, con sus diferencias geográficas, de suelo, clima y variedades, nos hace únicos”, señala el presidente del Consejo.

Y es que la DOP Valencia es como si encerrara cuatro denominaciones en su interior, a lo que se suma un aperturismo claro a las variedades que van solicitando los viticultores, al contrario que otras denominaciones, donde han apostado por dos o tres autóctonas para potenciar la diferenciación.

En València, sin embargo, esa apuesta por cabernets, chardonnay y hasta semillon no ha impedido el mantenimiento de los prodigiosos monastreles de Clariano, el moscatel (más de 3.000 hectáreas, con diferencia la más cultivada y una de las más rentables en el centro de València), o la merseguera del Alto Turia, junto con nuevos “descubrimientos” como la forcallat (apenas 55 hectáreas, pero creciendo), verdil (29 hectáreas), etc.

Variedades todas ellas muy minoritarias y que tradicionalmente se mantenían los viñedos alternando con las dominantes, pero que en manos de estos enólogos de nuevo cuño están dando vinos increíbles, todavía minoritarios pero, lo que es clave, únicos en el mundo por su tipicidad.

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