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Visita a Transilvania, tras la ruta del conde Drácula

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Fortaleza de Vlad Drâculea en el paso fronterizo entre Transilvania y Valaquia

Muy probablemente, este viaje, rodeado de misterio y fantasía, se lo debamos al novelista irlandés del siglo XIX Braham Stoker, cuya creación literaria más reconocida, donde realzó los aspectos más interesantes del vampirismo, fue la novela “Drácula” (1897), una historia ficticia basada en el personaje real Vlad III, príncipe de Valaquia, nacido como Vlad Drâculea, (Vlad hijo del Demonio o del Dragón), pero más conocido como Vlad “el Empalador”.

Transilvania es una región situada en el centro de la actual Rumanía, ubicada en una meseta elevada, totalmente rodeada por los Cárpatos Meridionales, los orientales y los Montes Apuseni. Las montañas rodean la región como una pared y en varios lugares avanzan hacia el interior. Recorrer el territorio tras haber leído la novela, supone un aliciente único.

Viajaba en coche desde Iasi, al noreste de Rumanía, atravesando la región moldava, así que antes de entrar en Transilvania hice una parada para comer. Hay muchos platos sabrosos y típicos. Siempre me gusta disfrutar de la gastronomía local en todos los lugares que visito y buscar los rincones donde podemos disfrutar de la comida elaborada con productos autóctonos.

Era un lugar acogedor, auténtico, construido todo en madera, cerca de Roman. De primero una sopa tradicional de Radanti, preparada con pechuga de pollo, nata y pimiento picante, y de segundo tochitura moldoveneasca, plato tradicional de Moldavia: carne de cerdo, salchichas caseras, con órganos del cerdo y partes grasas, huevo y una salsa casera.

Atravesando Transilvania la ruta resulta larga; los pequeños pueblecitos junto a la carretera, llenos de nieve y con aspecto de abandonados –pues el frío recoge a las gentes en las casas–, crean un clima desangelado y misterioso en el viaje. Además, con la llegada de la noche, se agudiza la nevada.

El invierno es duro en Transilvania, con nevadas constantes al atravesar los Cárpatos, en un lugar donde es fácil que la temperatura baje a -15 grados y la visibilidad nocturna sea nula, lo que hace muy oscuras las carreteras y sobrecogedor el silencio. En ocasiones, árboles cubiertos de nieve abrazan la carretera. Tal vez, la novela me hace ver más cosas de las que realmente hay, pero esa es la magia de viajar con un propósito: conocer el castillo del príncipe Vlad, la figura que inspiró a Stoker.

Estación de esquí

2015-junio-destinos-TransilvaniaPara llegar al castillo hay que abandonar Poiana Brasov, un importante centro turístico situado a 12 kilómetros de Brasov, en el macizo de los Cárpatos meridionales, a 1.030 metros sobre el nivel del mar y rodeado por cuatro montañas. La temperatura media en enero o febrero se sitúa entre -5 y -7 grados, lo que significa que en algunos momentos alcanza los -20 grados.

Este complejo turístico fue fundado en 1895 y, originariamente, fue un distrito de Brasov. Sin embargo, en 1906 fue declarado resort invernal. Actualmente, la estación es un importante centro turístico internacional, con pistas de esquí, hoteles de lujo, un funicular, piscinas cubiertas, saunas y varios restaurantes. Está claro que algo saben de esquí cuando llevan más de 100 años de historia como resort invernal.

Brasov es una ciudad muy interesante, con unos 300.000 habitantes, situada en el centro del país y con una altitud media de 625 metros, en la curvatura interna de los Cárpatos y junto a la montaña Tâmpa, que la rodea. En invierno la vista de la ciudad ascendiendo a Poiana Brasov es especialmente bonita, enclavada entre montañas, llena de nieve, con los techos inclinados, etc., aunque la tensión de llegar de noche, nevando, no es muy recomendable.

La fortaleza de Vlad Drâculea

2015-junio-destinos-Transilvania-02Desde allí sabía que al día siguiente llegaría sin dificultad a la fortaleza del príncipe Vlad. Y, efectivamente, así fue. Majestuosa sobre un montículo de piedra, fue creada para controlar un paso angosto que separa Transilvania de Valaquia; el paso de Bran.

Hasta aquí llegó “el Empalador”, quien atacó y saqueó Brasov como consecuencia de una desavenencia que el príncipe de Valaquia tenía con los mercaderes de la ciudad. La leyenda solo terminaba de empezar. Durante años Vlad Drâculea impuso su autoridad en la región y sirvió de freno a los varios intentos de expansión de las fuerzas otomanas hacia el interior de Europa. El sobrenombre de “el Empalador” se debe a que el más frecuente castigo que solía aplicar era empalar a sus enemigos y a los que, a su juicio, habían quebrantado la ley.

Con la memoria ocupada por las diversas películas que hemos visto sobre el conde Drácula, las carreteras y caminos, los difíciles pasos de montaña, la gélida nieve que deja los árboles desangelados, sin apenas vegetación, me parecían una mezcla de sueño y realidad. Y en ese marco, la fortaleza adquiere un sentido muy especial. Resulta difícil imaginar lo que sería vivir allí, a finales del siglo XV, vigilando el paso en tales condiciones.

El castillo resulta espectacular. Su interior está perfectamente conservado, pues todas sus salas han sido reconstruidas. Se levantan cuatro plantas, con distintos espacios para diferentes usos, y puede recorrerse con entera libertad, incluyendo algunos espacios secretos, como la estrecha escalera que se descubrió en una rehabilitación, escondida tras un muro, que permite acceder a las diferentes plantas oculto a la vista de los demás, en la que pequeños nichos iluminan la ascensión, como si estuviéramos en una catacumba.

La vestimenta auténtica, restaurada, que utilizaba el príncipe Vlad, la encontramos expuesta en una de las salas del castillo, tal como se muestra en la imagen.

Por último, antes de regresar tras las visita a la fortaleza, podemos disfrutar de cualquiera de los restaurantes que hoy rodean el castillo. El recorrido ha finalizado y la experiencia ha valido la pena.  

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