Más de una semana después el tiempo parece haberse detenido en muchos de los municipios valencianos afectados por la dana. Especialmente, en las zonas industriales. Camiones volcados, coches amontonados unos encima de otros, mercancía que rebosa fango. El impacto sobre las empresas que operan en estos municipios es feroz. Las 68 localidades perjudicadas acogen más de 48.700 empresas, de las cuales más de tres cuartas partes son del sector servicios.
Economía 3 continúa dando voz a las empresas afectadas. La tónica habitual estos días son interferencias, cortes a mitad de la llamada y voces cansadas, pero con esperanza. Sorprende el optimismo con el que las compañías encaran la situación, aunque reclaman «más manos» para poder volver cuanto antes a una normalidad que hace apenas unos días parecía inalterable.
Trabajar y trabajar para volver a la normalidad
«Dramática», así describe la situación que está atravesando la región Cristina Aristoy, CEO de Singularu. Todo el equipo que conforma esta marca valenciana de joyas se ha volcado desde el minuto uno en reparar los daños ocasionados por el temporal. La riada se ha llevado por delante su almacén de Picanya, destrozándolo por completo. «Solo hemos perdido cosas materiales y todo es reemplazable. Estamos enfocados en retomar nuestra actividad lo antes posible. Singularu es el sustento de 350 familias, entre trabajadores directos, proveedores, fábricas…», relata a este medio dedicándonos unos minutos en un alto de las labores de limpieza. Sin agua y sin luz la tarea se complica. Además, los accesos por carretera están cerrados, por lo que todos los desplazamientos han de hacerse a pie o en bicicleta.
La tragedia se ha cebado con ellos en un momento clave del año con la campaña de Black Friday y Navidad, a la vuelta de la esquina. «Mucho barro», resume Aristoy. A pesar de ello, la esperanza y el optimismo se hacen patentes desde el principio, repitiendo sin cesar lo «afortunados» que se sienten de no haber tenido que lamentar nada más allá que daños materiales.
«El equipo está emocional y físicamente con mucha fuerza para limpiar la nave y reoperar producto. Todas las fábricas con las que trabajamos se han volcado con nosotros y nos están ayudado a recuperar las joyas. Al no trabajar con productos textiles ni perecederos, podemos limpiar y reparar las piezas para volver a dejarlas perfectas», explica.
Polígonos arrasados
A algunos kilómetros de allí, en Beniparrell, encontramos a Ignacio Fernández, CCO de Industrias TAYG, «barriendo lodo». Especialistas en diseño y fabricación de cajas de herramientas y gama de ordenación, la mañana del miércoles 30 encontraron las naves muy dañadas, tanto las de almacén como las de producción.
Aunque la conversación viene y va debido a las interferencias en la conexión de un municipio que ha quedado arrasado por la dana, Fernández nos cuenta que llevan días sin parar y que, poco a poco, empiezan a «ver la luz al final del túnel en muchas secciones de la fábrica para disponer pronto de producto para la venta». Más de 150 puestos de trabajo dependen de esto.
Maquinaria y productos han quedado gravemente dañados por lo que han puesto en marcha un plan de contingencia que recoge las labores de limpieza y acondicionamiento necesarias. Destaca la «empatía y apoyo» de los clientes en un momento tan difícil para la compañía. Esperanzado, afirma que, de forma conjunta, esperan alcanzar «una cierta normalidad» en las próximas semanas. Aún es pronto para hablar de números y de pérdidas, eso vendrá después.
¿Qué necesitan las empresas?
La CEO de Singularu pide «manos» para volver a poner el almacén en funcionamiento lo más rápido posible. «Por suerte, somos un equipo grande y hemos estado todas las horas posibles trabajando. Es increíble como todos los empleados se han volcado», afirma.
Algo similar comenta Ignacio Fernández: «Tenemos equipos de limpieza y acondicionamiento haciendo todo lo que pueden. Trabajamos para estar en funcionamiento en una plazo más pronto que tarde».
Seguir adelante. Esa es la premisa indiscutible. «Nosotros salimos de esta; cojeando, pero salimos», concluye Cristina Aristoy antes de volver a la tarea.