Aunque la antigua civilización del Mediterráneo puso las raíces de la pizza, esta –tal y como la conocemos hoy– tiene su origen en Nápoles en el siglo XVIII cuando los napolitanos comenzaron a añadir tomate a unos panes blancos que aderezaban con aceite de oliva y hierbas. Es ya en el siglo XIX cuando le añadieron tomate, mozzarella y albahaca para representar los colores de la bandera italiana, creando la pizza margherita en honor a la reina Margherita de Saboya. Estaban creando la base de un plato que luego extenderían por todo el mundo con su emigración.
Viajar a Nápoles no solo es un viaje a una ciudad aparentemente caótica –y hay quien dice ‘decadente’–, donde una de las principales atracciones es ‘patear’ la ciudad –por ejemplo, por Spaccanapoli, una preciosa calle del casco antiguo–, es sumergirse en un entorno apasionantemente diverso. Y es, posiblemente, lo que más me atrae de este territorio: esa mezcla entre la auténtica ciudad italiana, vivir ese arraigo al origen de la pizza o visitar la vistosa costa amalfitana, con un colorido y unas aguas que nos seducen al recorrerla.
Entre medias, las ruinas arqueológicas de la ciudad romana de Pompeya, que fue literalmente sepultada por la erupción del Vesubio en el año 79 después de Cristo, ubicada junto a este volcán, que nos hace imaginar lo que debió ser aquel evento terrorífico, y que hoy podemos recorrer y visitar tranquilamente gracias a los maravillosos trabajos de restauración realizados. O viajar a la isla de Capri, deseada desde las vacaciones de los emperadores y en otra época por los artistas de Hollywood, hoy guarda el encanto de sus preciosas playas, pueblecitos integrados en el territorio y una auténtica gastronomía italiana.
Recorrer Nápoles
La calle Spaccanapoli es la que da nombre a todo el barrio, con una historia de mas de 3.000 años. Aunque alrededor de ella todo son calles laberínticas y retorcidas, recorrerla te permite disfrutar, desde mi punto de vista, de lo más auténtico de la ciudad: sus tiendas, su bullicio, la vida que respira; también conocer la catedral o la Piazza de Santo Domingo Mayor. No es la única, adentrarse en la via Tribunali es quedarte sumergido en sus decadentes fachadas. O recorrer las 20 iglesias que la forman. O sus antiguos edificios.
Pero también hay lugares elegantes, amplios y vistosos como la plaza del Plebiscito, una de las más grandes de Italia, y con edificios emblemáticos como la Basílica de San Francisco de Paula y el Palacio Real de Nápoles. Hay también varios miradores para contemplar la ciudad desde las alturas o ver un atardecer precioso. Puede ser en la parte alta del Castillo del Huevo, el Castel Sant’Elmo o si te animas a subir hasta la iglesia de San Antonio de Posilipo, para mí uno de los mejores miradores. Por supuesto, en estas idas y venidas, es fundamental disfrutar en alguno de los muchos lugares en los que hacen de maravilla su famosa pizza. Siéntate y disfruta.
No dejes Nápoles sin haber realizado algunas de sus visitas al subsuelo. La Nápoles subterránea está llena de túneles y galerías con una historia impresionante. Muy interesante realizarla de la mano de un guía para entender qué pasó allí, cómo se originaron y por qué la historia, incluso en la Segunda Guerra Mundial, los ha mantenido y usado.
Pompeya y Capri
Cerca de Nápoles, a unos 25 km, la historia nos enfrenta a revivir lo que ocurrió en Pompeya, una ciudad romana que llegó a hacer sombra en su época a Roma y que el Vesubio sepultó, destruyendo la vida en ella. Aunque, justamente esa misma erupción destructiva, ha sido la que ha permitido que muchos objetos se conservaran en buen estado hasta nuestros días. Es una visita única e imprescindible. No se me ocurre nada mejor que coger un barco y disfrutar de Capri y de las vistas de la costa amalfitana.
Sus aguas, la población local y el encanto del pueblo –lleno de color y rincones encantadores, calles empedradas y tiendas de lujo– trasmiten la calidad del turismo que visita la isla. La costa amalfitana es una franja de 50 km, desde Salermo a Sorrento, salpicada de pueblecitos coloridos entre playas y acantilados. Además, con una gastronomía que nos trasporta a la Italia que imaginamos. Es posiblemente la escapada ideal para nuestro próximo puente.