Sumergirse en la realidad de Uganda, una experiencia transformadora
Era 14 de julio de 2024 y un grupo de empresarios y directivos, amigos, se habían unido para salir conmigo con el fin de disfrutar de un apasionante viaje por Uganda. ¿Viaje? ¿Experiencia? ¿Es Uganda transformadora? ¿Dónde está la diferencia? Sumergirse progresivamente en un país africano, su realidad, su cosmovisión del mundo, sus puntos de vista, conectar, entender, no juzgar, observar, asimilar… y no simplemente ‘pasar por ahí’. Esa es la clave. Y no es fácil.
A mí me costó muchos años y muchos viajes. Actualmente, 38 años viajando por África, 24 países y más de 100 viajes. Así que procuro diseñar el viaje como una introducción progresiva en principios atraídos por su singularidad, sus paisajes, sus recursos naturales, su fauna, pero introduciendo esos contactos con la población que nos hablan de otra realidad sumergida, que no vemos y que nunca debemos juzgar (algo muy habitual en los occidentales cuando viajamos, que lo comparamos y juzgamos todo, craso error).
¿Es Uganda transformadora? Depende de los ojos con los que la veas; depende, lógicamente, de la experiencia que vivas. Para quienes han hecho otros safaris, la abundante vegetación de Uganda ya es sorprendente por sí misma, estamos en la línea del ecuador con una climatología y un régimen de lluvias magnífico, en la región de los grandes lagos, por donde anduvo de arriba para abajo Stanley buscando a Livingstone, con infinidad de cráteres convertidos en lagos y unos paisajes que no se olvidan.
Auténtica naturaleza
Ofrece la oportunidad de navegar junto a las cataratas de Murchison, cercanas al origen del nacimiento del río Nilo –un descubrimiento que tardó años en realizarse y que costó vidas–, o adentrarnos en el parque nacional de Kibale, un bosque abrumador repleto de primates con los que podemos convivir, compartir y asombrarnos por su organización, su facilidad para trepar y sus ensordecedores sonidos. Es naturaleza auténtica, de impacto.
La abundante naturaleza ha hecho que en algunas zonas los felinos tengan que subir a los árboles para localizar las piezas. Por eso, en el Queen Elizabeth Park se habla de “leones trepadores”. No es igual que en la sabana keniata o tanzana, aquí tienen que subir para localizar la comida. Pero, también hemos compartido tiempo y charla con la comunidad de Kibale, y empezamos a descubrir una realidad oculta, que solo con una buena relación y con intérpretes podemos ir descubriendo, ansiosos por escuchar y entender. Con esa actitud. Su forma de ver las relaciones sociales, de sobrevivir, la familia… Todo parece chocar diametralmente con nuestra visión.
«Golpe» a los sentidos
Lógicamente, un viaje a Uganda tiene su éxtasis con la entrada al impenetrable bosque de Bwindi, donde se encuentran el 50% de las familias de gorilas de montaña del mundo. Y, además, con una buena noticia: la población está creciendo, según el último censo de 2024. El peligro de extinción parece ralentizarse. Entrar a pie, con rangers, con guías, caminar por un bosque sin sendas, “impenetrable” como su nombre indica, agotador, y situarte junto a una familia de gorilas, en su día a día, avanzando, sobreviviendo, comiendo, es una experiencia de las pocas que la naturaleza nos ofrece en su más puro estado ‘vivo’.
Esta protección de los gorilas también ha tenido sus consecuencias en poblaciones locales, los batua (pigmeos), expulsados de los bosques, se encuentran en una situación precaria, encaminados a la extinción. Les han obligado a cambiar su vida, alejados de sus recursos naturales. Son cazadores y recolectores igual que hace 5.000 años, pero ahora no pueden ejercer su actividad. La tertulia con ellos nos sobrecogió.
Y en medio de este paraíso de fauna y vegetación, un grupo de profesores ugandeses lucha por mantener la escuela de Ruhija, con alumnos entregados, en situaciones que para nosotros no son ‘humanas’, aunque ellos den todo lo que tienen para mantener a flote esta isla de formación y conocimiento en un paraje olvidado. Otro golpe a nuestros sentidos. Nuestra forma de ver las cosas se resquebraja. Y los ojos se nos ponen vidriosos. Estamos sintiendo, encajando, observando. Volvemos cambiados, algo singular y especial ha pasado en nosotros, y esa experiencia nos marca y nos la llevamos en el corazón