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Feria Muestrario Internacional de Valencia: un siglo al servicio de la economía

Redacción E3
Publicado a 15/06/2017 11:38

2017-may-historia-2-revista-hormiga-de-oroEn la economía caían chuzos de punta. La Gran Guerra europea –Primera Guerra Mundial–, estaba en su cuarto año de duración y, aunque España se mantenía neutral, pagaba las consecuencias del bloqueo marítimo impuesto en la práctica por un arma nueva y terrible: el submarino. Faltaba trigo y pan; el precio del carbón era prohibitivo, escaseaba el hierro, no era fácil encontrar madera y cemento… mientras, el número de parados crecía, empujado por el cierre de no pocos talleres y pequeñas empresas.

Con todo y con eso, en un año de una terrible conflictividad social, Valencia dio la campanada y celebró una Feria Muestrario Comercial e Industrial entre el 10 y el 31 de mayo. A pesar de que los periódicos publicaban a diario los precios oficiales de los productos de primera necesidad, Valencia creó la primera Feria de Muestras de España.

El promotor fue un empresario valenciano, José Grollo, que tenía una galería fotográfica. Él, presidente de la Unión Gremial, impulsó un certamen, modesto el primer año, que se ubicó en dos lugares: el patio del Colegio Imperial de Niños de San Vicente, junto a la calle de Colón, y el vestíbulo y un ala de la Estación del Norte, que se estaba terminando de decorar a toda prisa, pero todavía tenía que dejar pasar por su interior los trenes que iban a la estación de la plaza de San Francisco.

En los dos puntos, con todo el aparato oficial, Grollo recibió a las autoridades civiles y militares. Junto con él, felices estaban los miembros de un comité promotor integrado por los señores Sempere, Benedito, Vilella, Boigues, Roig y Senabre, notables comerciantes y empresarios de la ciudad, aunque ninguno era lo que hoy entendemos por grandes financieros. En realidad, con mucho empeño, lo que hacían realidad era el sueño de otro comerciante valenciano, José Aupí Ballester, que en 1913 había dado vida a la Unión Gremial en un local prestado como sede por el Ateneo Mercantil.

El objetivo principal de este empresario, propietario de un comercio de tejidos situado en la calle del Embajador Vich, era tener una herramienta asociativa que, además de defender los intereses del comercio, pudiera dialogar con el Ayuntamiento y colaborar en la animación de la ciudad en momentos de crisis del consumo.

Los inicios de Unión Gremial

En marzo de 1913, Unión Gremial eligió una directiva y en 1914 consta que intentó colaborar con la animación ciudadana, mediante la organización de un Torneo de Caballeros a la antigua usanza, una fiesta que se proyectaba celebrar en el mes de octubre. Las dificultades económicas del momento, sin embargo, no contribuyeron a dar mucho aire a las iniciativas primeras.

En la Navidad de 1916, la ciudad celebró una gran fiesta con motivo de la apertura al público del Mercado de Colón, una joya modernista enclavada en el nuevo barrio del Ensanche. Eso animó al fotógrafo de galería José Grollo Chiarri a continuar. Sin duda, en el recuerdo el éxito de Tomás Trenor con la Exposición Regional de 1909. Finalmente, los esfuerzos cristalizaron en la organización de la primera Feria, en mayo de 1917.

A través de la prensa de la época, que secundó con calor la iniciativa, sabemos que el primer proyecto contemplaba que la Feria se celebrara en el salón de columnas de la Lonja de la Seda. Pero la oposición inicial de la treintena de titulares de puestos de asentador, aunque finalmente fue vencida, dificultó que el propósito se llevara a cabo.

Es entonces cuando los promotores buscaron la alternativa de la Estación del Norte y el patio del Colegio de Niños Huérfanos de San Vicente Ferrer. No obstante, también se estudió la opción del edificio del Banco de España, que estaba en obras muy avanzadas en la calle de las Barcas, así como la del patio de butacas del Teatro Lírico, que fue ofrecido por el maestro Serrano.

Pero la gracia modernista de la Estación, la decoración aportada por notables artistas valencianos, terminó por vencer en el curso de unas semanas de vértigo e improvisación, como es tradicional en la tierra. Visitar la Feria permitía también conocer la Estación que Demetrio Ribes estaba terminando y que competía abiertamente con el Mercado de Colón, otra belleza modernista. Así, conocer los últimos productos y manufacturas valencianas en la Estación del Norte fue una gran idea.

En aquella primera edición, un lujoso coche Hispano-Suiza, especialmente carrozado por industriales valencianos, llamó la atención del público, junto con manufacturas de todo tipo y modernos aparatos eléctricos. Gramófonos y teléfonos, competían con ventiladores eléctricos y toda clase de desarrollos de la electricidad, que se implantaban en los hogares con mejores recursos. Como base insustituible, los valores tradicionales valencianos: el mueble curvado y los tejidos, las cerámicas y los abanicos, los instrumentos musicales y toda la gama de productos derivados de la agricultura.

El trayecto entre la calle de Colón y la incipiente Estación del Norte era complicado aquellos días: los trenes todavía cortaban la ronda de circunvalación, la plaza de toros estaba regularizando su perímetro para permitir la apertura de la calle de Alicante, la zona del antiguo barrio de Pescadores estaba aún por urbanizar y la plaza de San Francisco esperaba liberarse de la vieja estación ferroviaria. Con todo, el público sorteó los baches, caminó sobre tablones y saltó las vías. La Feria Muestrario de Valencia ya era una realidad.    

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