Pedro Rodríguez, COQCV: «El talento es hoy ridiculizado por discursos simplistas»

Tras repasar en las dos entregas anteriores la evolución histórica de los colegios profesionales y su transformación ante retos como la inteligencia artificial, en esta tercera entrevista del especial abordamos una cuestión clave: el papel social de estas instituciones en un momento de creciente desinformación y banalización del conocimiento. Lejos de una visión corporativista centrada únicamente en los intereses de los colegiados, el Colegio Oficial de Químicos de la Comunitat Valenciana defiende una mirada más amplia, en la que la colegiación se convierte en un compromiso ético con la sociedad y con la calidad de los servicios que esta recibe.

En una conversación crítica y profunda, Pedro Rodríguez, decano de la institución, analiza la necesidad de una legislación clara, la preocupante desconexión entre la Administración y el conocimiento experto, y los desafíos que afronta la profesión para atraer a las nuevas generaciones.

– Defienden una nueva mirada donde el Colegio actúe más allá de los intereses de sus colegiados y sea útil a la sociedad. ¿Cómo define ese compromiso social y qué iniciativas destacaría que han surgido desde este enfoque?

Los colegios profesionales han perdido gran parte de su influencia desde la Ley Ómnibus de 2009, que eliminó tarifas comunes y limitó su poder para abrir más el mercado, mientras otros sectores siguen manteniendo licencias y prácticas monopolísticas sin apenas crítica. En nuestro caso, los químicos nunca hemos tenido tarifas que limiten la competencia, pero seguimos esperando desde 2009 una ley que regule claramente qué profesiones deben tener colegiación obligatoria.

Esta indefinición deja a la sociedad sin una garantía profesional en temas clave: la mayoría de productos químicos que usamos cada día –detergentes, pinturas, adhesivos– no requieren la firma de un químico, pese a su impacto en salud y medioambiente. Por eso, defendemos que los colegios, lejos de ser un freno, pueden aportar control y soluciones reales a problemas que afectan a todos.

El momento de una nueva ley

– ¿Por qué no llega todavía una Ley de Colegios Profesionales que se adapte a la realidad actual?

Realmente no es entendible que existiendo un anteproyecto de nueva ley desde 2014, la iniciativa se haya quedado en el cajón. Particularmente, creo que el momento es ahora. La generalización de las redes sociales ha contribuido a una vulgarización del conocimiento que ya se venía extendiendo desde finales del siglo pasado.

La opinión rápida y superficial se impone al juicio experto. El talento y la erudición, antaño valorados como faros de referencia, son hoy cuestionados o ridiculizados por discursos simplistas y virales y esta banalización del conocimiento socava el pensamiento crítico y fomenta la desinformación.

Están por ver todavía sus consecuencias, pero se están debilitando los pilares culturales y científicos que sostienen una sociedad libre y avanzada. Nos esperan eras oscuras si esto sigue así y no se me ocurre mejor forma de pelear contra el avance de los males de las redes sociales que el que los profesionales asuman su papel en la sociedad: aplicar su conocimiento con ética y rigor en cualquier campo para garantizar servicios útiles y seguros a la misma.

Las soluciones, ni únicas ni sencillas

– En su opinión, ¿la Administración pública entiende y respeta la importancia de la labor de los colegios profesionales?

La Administración anda bastante perdida. Por una parte, están en la mesa los supuestos consumidores representados por un sentimiento populista liberal que lleva a la eliminación de barreras y controles; y, por otra, están las consecuencias que de todo ello se están derivando. Las soluciones no serán ni únicas ni sencillas, pero deberían originarse desde el conocimiento y desde la empatía, y eso dista mucho de los modelos actuales de hiperliderazgos sociales y políticos.

Ahí es donde la Administración, y más aún, la política, deberían actuar dando soluciones al mayor problema con el que nos enfrentamos que tiene su origen en la absoluta oposición que los modelos de las democracias occidentales tienen con el conocimiento desde hace décadas.

Atraer a las nuevas generaciones

– Uno de los principales ‘caballos de batalla’ en los últimos años es la atracción de las nuevas generaciones a los colegios.

Estamos llevando a cabo principalmente tres acciones. Por una parte, presencia en todas las universidades de la Comunitat Valenciana para que vean los servicios que presta el Colegio con jornadas en las que se le explica al alumnado de último año las salidas profesionales.

Por otra, la realización con ese mismo alumnado de un programa de tutorización de empresas para guiar las prácticas curriculares y extracurriculares de manera que tengan sentido tanto para el alumnado como para la empresa que cobija la práctica.

Y, por último, una colaboración con la Incubadora de Empresas Químicas de Quimeltia, una iniciativa que ofrece instalaciones a jóvenes que quieren iniciar un proyecto, poniendo a su disposición todo el know how del ecosistema químico que tiene esta Federación y el Colegio, así como instalaciones de producción y de laboratorio.

La química, una cuestión de vínculos

– En los últimos tiempos se ha puesto énfasis en procesos químicos que minimicen el impacto ambiental y en promocionar energías renovables, reciclaje y productos más respetuosos. ¿Qué proyectos o colaboraciones actuales están impulsando en este ámbito?

La separación tradicional de investigación, enseñanza, calidad e industria que ha existido en nuestra profesión prácticamente desde sus inicios no se sostiene hoy. La necesidad de elementos híbridos como crear redes, establecer vínculos o potenciar las cadenas de valor resultan indispensables en la sociedad actual. El medioambiente es un gran ejemplo de lo que digo. Es evidente que sin química no habrá grandes soluciones a los enormes problemas medioambientales que tenemos. Pero, donde el Colegio tiene su papel es en esa puesta sobre el tablero de los elementos híbridos o de conexión entre los actores para conseguir potenciar el trabajo que se realiza estableciendo ecosistemas de colaboración y sinergizando el trabajo de las partes. Pisar las universidades, los centros de investigación, los institutos tecnológicos, la administración, las empresas y hablar, mucho, con la gente que tiene conocimiento, es la gran labor del Colegio de Químicos en este siglo XXI.

El binomio inteligencia artificial y química está dando lugar a una revolución en múltiples áreas, desde la investigación académica hasta la industria farmacéutica, cosmética, de materiales y medioambiental. La afirmación ya se está materializando en múltiples proyectos reales. Tan cerca como en AITEX tenemos ejemplos de uso de la IA para seleccionar combinaciones de tensioactivos y enzimas con mayor eficacia y menor impacto ambiental o la combinación de materiales para conferir determinadas propiedades y diseñar formulaciones de cosméticos.

Otros ejemplos, más en el ámbito científico de las universidades son el desarrollo de materiales complejos con propiedades deseadas (semiconductores, baterías, etc.) simulando millones de combinaciones de materiales sencillos y el diseño de moléculas con actividad terapéutica en medicina.

Existen ya softwares que permiten el diseño de proteínas a partir de sus aminoácidos de origen que optimizan las propiedades buscadas, lo que elimina millones de horas de trabajo en laboratorios y, aunque todo se tendrá que ensayar después según los protocolos aprobados, el ahorro de esfuerzos y la rapidez de consecución de objetivos está acelerando exponencialmente.