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Fiscalidad del futuro: ¿está en riesgo el Estado de Bienestar?

En España, más de la mitad de los ingresos públicos provienen del trabajo y del consumo. Ante una transformación del mundo laboral impulsada por la IA, surge la pregunta de cómo podrá sostenerse el Estado de Bienestar tal y como lo conocemos.

Fiscalidad del futuro: ¿está en riesgo el Estado de Bienestar?
Publicado a 18/09/2025 18:15 | Actualizado a 19/09/2025 1:19

Mucho se habla de cómo la inteligencia artificial (IA) y la automatización están transformando el mundo laboral, pero se discute menos su impacto sobre los pilares fiscales del Estado de bienestar. Mientras se alerta sobre la posible destrucción masiva de empleos –aunque también aparezcan nuevas ocupaciones por la IA–, una pregunta surge: ¿cómo se sostendrá el sistema tributario en una economía cada vez menos dependiente del trabajo humano?

La automatización y la IA están redefiniendo la manera de crear valor, pero los sistemas fiscales siguen anclados en gravar la actividad humana. Según un informe de la Fundación FOESSA, cerca del 80 % de los ingresos públicos en España provienen del trabajo y del consumo. Si la estructura del empleo cambia radicalmente, ¿podría el modelo actual tambalearse?

Lo que en apariencia podría parecer un mero debate fiscal o laboral va mucho más allá. La transformación provocada por la IA y la automatización impacta de lleno en cuestiones sociales de fondo: desde el aumento de la desigualdad hasta el futuro del Estado de bienestar.

El socio director de GRA Consultores, Rafael Viñals, advierte que, si la actividad laboral disminuye drásticamente debido a la sustitución de personas por máquinas, podríamos enfrentarnos a una «caída estructural de ingresos públicos, especialmente si no se refuerzan otras vías impositivas».

Sin embargo, algunos expertos ven una oportunidad en esta transformación. El responsable fiscal de GB Consultores, Jaime Zaplana, sostiene que la automatización persigue sobre todo una mayor eficiencia y reducción de costes. «Eso se traduce en mejores resultados económicos», señala.

Y si aumentan los beneficios, también debería hacerlo la recaudación, ya que existen figuras tributarias que gravan precisamente esos resultados. Por tanto, en teoría, una mayor rentabilidad debería implicar también una mayor recaudación fiscal.

La clave, para Zaplana, no está tanto en cuánto más necesita recaudar el Estado, sino en cómo se gestionan e invierten esos ingresos. A su juicio, mientras se graven los beneficios y estos crezcan, habrá margen fiscal. No obstante, «si eso será suficiente para compensar la caída de cotizaciones es algo que deberá analizarse con el tiempo».

Un mercado laboral en transición

El trabajo, tal como lo conocemos, está cambiando en muchos sectores. La inteligencia artificial no solo está transformando los tipos de trabajos que existen, sino también cómo –y por quién– se genera riqueza.

Para el copresidente de la Comisión de Nuevas Tecnologías del Colegio de Economistas de Valencia (COEV), José Antonio Bravo Mateu, la revolución de la IA «va a generar un shock en el mercado laboral con impacto en la recaudación fiscal». El reto es determinar si ese impacto será temporal o estructural. En el segundo caso, se requerirán más fondos públicos para políticas sociales y formación, lo que podría aumentar la presión fiscal sobre los contribuyentes con mayores ingresos.

El socio director de Fiscal en EY Abogados para la Comunitat Valenciana y Murcia, Miguel Guillem, ofrece una visión más optimista porque la automatización puede incrementar la eficiencia de empresas y trabajadores, lo que debería traducirse en una mayor recaudación. «Lo importante desde el punto de vista de los sistemas tributarios no es cómo se realiza el trabajo, sino quién percibe los rendimientos derivados de ese trabajo», afirma.

En esta línea, gobiernos y organismos internacionales como la Unión Europea (UE) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) llevan años creando reglas para gravar la economía digital y adaptarse a nuevas formas de negocio. Iniciativas como la fiscalidad sobre las grandes plataformas digitales son un paso en la dirección correcta, aunque habrá que seguir actualizándolas para no quedarse atrás.

¿Gravar a los robots?

Ante la posibilidad de una caída de los ingresos por trabajo, ha cobrado fuerza el debate sobre si las máquinas, los robots y softwares deberían también tributar. De hecho, Bill Gates propuso públicamente en 2017 que si un robot sustituye a un trabajador, debería pagar impuestos al menos equivalentes a lo que ese trabajador generaba en términos fiscales. La idea provocó un polémico debate que continúa en la actualidad.

Viñals califica esta propuesta como «provocadora y bienintencionada, pero difícilmente operativa». El principal obstáculo es definir qué se considera exactamente un robot o una automatización gravable. Bravo coincide en que implantar este tipo de impuesto sería extremadamente complejo desde el punto de vista legal y técnico.

Además, un gravamen sobre la automatización podría penalizar a las empresas que apuestan por la innovación y la productividad, fomentando la competencia fiscal entre países.

Guillem, por su parte, se pregunta que «si no se grava una cadena de montaje robotizada en la automoción, ¿por qué debería hacerse con la IA o los robots?». Al contrario, lo que se debería hacer es incentivar su uso para lograr una economía más eficiente que incremente los ingresos fiscales.

Un caso intermedio es Corea del Sur, que en 2017 redujo los beneficios fiscales por invertir en automatización. No llegó a imponer un impuesto directo a los robots, pero sí aplicó un freno fiscal a su adopción masiva.

¿Hacia un mundo más desigual?

La automatización promete enormes beneficios, sí; pero también trae consigo una serie de desafíos que no podemos ignorar. Hablamos del desempleo tecnológico, del ensanchamiento de las brechas –económicas, educativas, territoriales– y de la concentración de beneficios en manos de unos pocos. Estamos caminando hacia un mundo más eficiente, ¿pero también más desigual?

Ante este nuevo escenario, parece claro que ha llegado el momento de repensar el sistema fiscal para adaptarlo a la economía del futuro y corregir desigualdades que vienen de lejos.
El socio director de GRA Consultores propone avanzar hacia una fiscalidad alineada con los tiempos actuales, una que asegure el bienestar común. Esto implica, entre otras cosas, una mayor carga tributaria para las grandes corporaciones y el fortalecimiento de políticas activas de empleo.

Ahora bien, tampoco se trata de poner freno al progreso. La IA y la automatización no son el enemigo; son herramientas. Como señala el socio director de Fiscal de EY Abogados, «la fiscalidad debe ser también un estímulo». Así que sería interesante ofrecer incentivos fiscales a aquellas empresas que apuesten por la formación en nuevas tecnologías.

Cada uno con su enfoque, pero con un consenso general, los expertos coinciden en que la IA y la automatización exigen una profunda transformación del sistema fiscal y social. Cuestionan, en distintos grados, la sostenibilidad del actual modelo del Estado de Bienestar si no se acometen reformas estructurales.

A esto se suma el desafío de preparar a la sociedad para no quedarse atrás en esta revolución tecnológica. «Hay que estimular la formación y el reciclaje profesional, ya que será un gran reto para las diferentes administraciones, tanto local, autonómica o nacional», señala Rafael Viñals.

La IA también debe aprovecharse como herramienta para mejorar la eficiencia del gasto público. No basta con adaptarse a los avances tecnológicos, se debe mejorar la gestión pública, especialmente ante retos como el envejecimiento poblacional que adolecen especialmente los países europeos.

«El Estado de Bienestar está al borde de la quiebra”, alerta Miguel Guillem. Según él, la IA puede ser parte de la solución, pero solo si se acomete una reestructuración profunda del sistema. “Si no cambiamos lo que funciona mal, la IA no será capaz por sí sola de sostener un sistema ahogado por la pirámide demográfica», agrega.

Más que como una amenaza, esta transición debe vivirse como una oportunidad para rediseñar el modelo. La clave está en redistribuir de forma equitativa la riqueza generada por la tecnología, invertir en formación y aplicar la propia IA para mejorar el funcionamiento del Estado.

Como se suele decir, el verdadero reto no es la tecnología, sino nuestra capacidad de adaptarnos a ella. La tecnología ya está cambiando las reglas del juego y lo que falta es reescribir el tablero fiscal.

Firma
Fotografía de Laura SanfélixLaura SanfélixGraduada en Periodismo por la Universitat de València, con un máster en Periodismo Político Internacional y otro en Comunicación y Marketing Político. He desarrollado mi trayectoria profesional en medios como Europa Press, así como en el ámbito de las agencias de comunicación. En la actualidad, escribo sobre información económica y empresarial en la web y la revista de Economía 3.
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