Bitcoin vuela a los 123.000 $ y EE. UU. debate su papel como activo estratégico

El pasado lunes 14 de julio de 2025, poco antes del amanecer en los mercados europeos, el precio del Bitcoin volvió a registrar un nuevo récord. A las 07:26, hora peninsular, alcanzó su máximo histórico de 123.000 dólares, un hito que resume no solo el momento extraordinario que vive la principal criptomoneda del mundo, sino también el cambio estructural en la forma en la que es percibida por inversores, gobiernos e instituciones financieras globales. Cada vez menos especulativo, la moneda virtual comienza a ganar en respaldo, también regulatorio.

El ascenso no es accidental ni caprichoso. Coincide con lo que ya se ha bautizado como la «Semana de las Criptomonedas» en Estados Unidos, un periodo clave en el que la Cámara de Representantes debate un paquete legislativo histórico para regular y, en cierto modo, integrar de manera definitiva el universo cripto dentro del sistema financiero tradicional.

Tres leyes están sobre la mesa: la Clarity Act, que pretende delimitar con precisión el estatus legal de los tokens digitales; la Genius Act, centrada en otorgar un marco estricto a las stablecoins; y la controvertida Bitcoin Act, que abriría la puerta a que la Reserva Federal (Fed) y el Tesoro estadounidense acumulen hasta un millón de bitcoins como reserva estratégica nacional. Nunca antes el Estado norteamericano había flirteado tan abiertamente con la idea de blindar la autocustodia y abrazar el Bitcoin como activo estratégico.

¿Se ha tocado techo?

Para muchos, la respuesta es un no rotundo. En medio de los datos positivos, los analistas se apresuran a revisar sus proyecciones. Juan Ignacio Crespo, veterano economista y analista en eToro, ha deslizado que el precio del bitcoin podría llegar a 179.000 dólares antes de que finalice el año, lo que implicaría una revalorización cercana al 50 % respecto a sus niveles actuales. Un escenario que, de concretarse, consolidaría a Bitcoin no ya como un instrumento financiero alternativo, sino como un nuevo pilar dentro de los activos de reserva globales.

Este momento culminante no puede entenderse sin revisar el complejo camino que el Bitcoin ha recorrido en los últimos cinco años. En julio de 2020, el criptoactivo rondaba los 9.000–10.000 dólares. Ya era conocido, pero seguía siendo considerado un experimento de nicho, plagado de dudas regulatorias, extrema volatilidad y reticencias institucionales.

A finales de 2020 y en los primeros meses de 2021, impulsado por la entrada en escena de grandes actores como PayPal, Square o Tesla, y por los rumores de un ETF de futuros en EE. UU., su precio se disparó hasta alcanzar los 64.000 dólares en abril de 2021. Era la primera gran ola institucional.

China frenó la primera oleada y llegó el invierno

Pero no duró. Aquel mismo verano, China endureció su política contra el minado de criptomonedas y los precios se desplomaron hasta los 30.000 dólares. Fue el comienzo de un prolongado «invierno cripto» que se intensificó durante 2022 y buena parte de 2023, con el colapso de proyectos como Terra/Luna, el hundimiento de Celsius y, sobre todo, la quiebra de FTX, que arrastró a miles de inversores minoristas y sembró serias dudas sobre la viabilidad del ecosistema cripto. En noviembre de 2022, Bitcoin llegó a cotizar por debajo de los 17.000 dólares.

Y sin embargo, resurgió. La limpieza del mercado, unida a la profesionalización del sector y al endurecimiento regulatorio en Europa y Estados Unidos, sentó las bases para una nueva etapa. A finales de 2023, la aprobación de los primeros ETF al contado de Bitcoin en EE. UU. marcó el inicio de una recuperación sostenida.

Ya no era una moda, ni una apuesta especulativa: Bitcoin comenzaba a consolidarse como un activo financiero de largo plazo. Durante todo 2024, su precio fue escalando con consistencia, superando los 100.000 dólares por primera vez en noviembre de ese año.

El Bitcoin, ¿un papel estratégico?

Y llegamos a este julio de 2025, con el precio coqueteando con los 123.000 dólares, las criptomonedas en el centro del debate legislativo estadounidense y un creciente número de analistas institucionales incluyendo Bitcoin en sus carteras modelo. Incluso bancos centrales empiezan a estudiar su papel como activo refugio, más allá del oro o los bonos soberanos. El dólar estadounidense ha mostrado signos de debilidad estructural y eso ha empujado aún más la narrativa de Bitcoin como cobertura frente a la inflación y reserva de valor descentralizada.

No obstante, el futuro inmediato sigue envuelto en incertidumbre. Mucho dependerá de la forma en la que se aprueben —si lo hacen— las leyes cripto en EE. UU., del comportamiento de los flujos de capital hacia los ETF y, sobre todo, de si los inversores minoristas y grandes fondos siguen apostando por este nuevo ciclo alcista como lo hicieron en los pasados. Hay quien ya habla de una burbuja; otros, de un cambio estructural.

Lo único claro es que el Bitcoin ya no es un actor secundario. Ha irrumpido con fuerza en el escenario principal y, esta vez, parece dispuesto a quedarse.