La inversión de capital privado debe transformarse en consonancia con los cambios que experimenta la economía y la ciencia. Y dentro de esa transición, la categoría de inversión con mayores perspectivas de progreso en los próximos años es el science equity.
Este término denomina a los fondos de capital privado destinados a aprovechar el conocimiento científico para impulsar proyectos industriales innovadores basados en deep science desde etapas muy precoces. Así lo explicaba Almudena Trigo, investigadora y fundadora de BeAble Capital, en una ponencia realizada hoy durante la segunda edición de la Cumbre de Innovación, evento organizado por la Confederación Empresarial de Madrid-CEOE (CEIM).
Con su trabajo, Trigo trata de convencer a todos los agentes involucrados en el sector de la inversión privada de que «la ciencia no es de unos pocos». En este sentido, defiende que la ciencia es y debe ser un motor económico, y que la manera de que efectivamente lo sea, es el science equity.
Su labor como miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española de Capital Privado (ASCRI) y del jurado del programa EIC Accelerator (de innovación de la Comisión Europea) constituyen dos buenos ejemplos de cómo esta científica está tratando de impulsar un nuevo modelo de inversión que posibilite aplicar la ciencia para desarrollar una industria centrada en el valor que permita aumentar la competitividad de las empresas españolas.
Qué es el science equity y su relación con la deep tech
Para entender qué es el science equity, apunta Trigo, es necesario entender el concepto de deep tech. Este término engloba todas aquellas tecnologías disruptivas que la estrategia de la Comisión Europea considera fundamentales para favorecer la transición de la región hacia el futuro sostenible, mantener la calidad de vida, afianzar la influencia y el posicionamiento a nivel global y tener una independencia a nivel energético, industrial y de materias primas.
Señala también la investigadora que dentro de las tecnologías disruptivas existen dos grandes pilares que deben diferenciarse para poder llevar a cabo unos procesos de inversión adecuados. Por un lado, explica, están las tecnologías digitales, categoría en la que se incluirían la inteligencia artificial, el machine learning, el big data o el blockchain. En otra parcela se encontrarían las llamadas deep tech (tecnologías profundas), entre las cuales podemos destacar la nanotecnología, los materiales avanzados, la robótica, la fotónica, la nanoelectrónica o la biotecnología industrial.
La science equity, por tanto, es la práctica de invertir en el desarrollo de soluciones deep tech con el objetivo de estimular la transferencia de tecnología. Dicho de otro modo, los inversores en esta modalidad buscan transformar los desarrollos científicos en herramientas industriales y proyectos empresariales capaces de dinamizar e impulsar el crecimiento del tejido industrial.
¿Quién invierte en ciencia?
Tal y como remarca Trigo, la science equity pone el foco de inversión en tecnologías que requieren grandes recursos para la investigación y desarrollo. Es por ello que el perfil del inversor en science equity no puede ser el mismo que el del inversor en tecnologías disruptivas digitales como el machine learning o el blockchain. Mientras las tecnologías digitales están basadas en la integración de tecnologías conocidas para crear nuevas aplicaciones que permitan el progreso, el desarrollo de tecnologías deep science tiene requisitos más complejos de obtener.
En este sentido, apunta Trigo, «estas innovaciones requieren un mayor grado de patentabilidad y tiempos de desarrollo más lentos que los de las tecnologías digitales. Además, el origen también es distinto, ya que el grueso de los proyectos de deep science se encuentra en las universidades y centros tecnológicos».
Todo ello hace necesario contar con fondos de inversión especializados que sepan cómo convertir estas investigaciones y desarrollos en empresas que puedan crecer y ser competitivas. De este modo, la investigadora define a las empresas inversoras de science equity como «vehículos imprescindibles» para conseguir que la ciencia contribuya a la mejora de la industria.
Science equity: diferencias con private equity y venture capital
En la cadena de valor de la inversión privada suele sobresalir lo que se conoce como private equity: inversiones en compañías consolidadas y estables que han superado su etapa de crecimiento y que implican un bajo riesgo.
Pero existen otros niveles de inversión. El venture capital, por ejemplo, es una forma de inversión enfocada a empresas que se encuentren en sus fases iniciales. El venture capital se centra en convertir startups con potencial en empresas con importantes ventas que consigan tracción en el mercado.
El science equity va aún más allá y ataca el problema desde el origen. Es el tipo de inversión que se efectúa en las fases anteriores al lanzamiento de una empresa. Busca la transición desde las investigaciones en las universidades y centros tecnológicos hasta conseguir las primeras ventas en el mercado.
La inversión en venture capital ha igualado recientemente al private equity, lo cual es un síntoma de que los grandes fondos se están dando cuenta de la valiosa oportunidad que representa invertir proyectos innovadores que se encuentran en sus fases iniciales. El science equity sería el siguiente paso y, aunque en la actualidad representa un porcentaje pequeño dentro de la inversión en capital privado, los grandes fondos se están dando cuenta de que es indispensable para conseguir soluciones a los retos en desarrollo sostenible, acelerar la innovación y empujar el crecimiento de la economía.
Science equity: la nueva tendencia dentro del capital privado
La science equity está llamada a ser la gran tendencia dentro del capital privado en los próximos años. Y Europa es una gran potencia en lo relativo a deep science. Según los datos presentados en la ponencia, la región aporta alrededor del 20% de la producción de deep science, duplicando a EEUU y quedando al nivel de China.
«Europa está bien posicionada para que el science equity sea el gran asset class del futuro», asegura Trigo, que también incide, sin embargo, en la necesidad de sumar a los grandes patrimonios y compañías para que inviertan en esta categoría.
«Se necesitan 5,4 billones de inversión para los próximos años para poder abordar las necesidades de inversión en science equity en Europa. El objetivo es multiplicar por 3,5 el número de empresas relacionadas con esta categoría en la región. Actualmente hay en torno a 9000 empresas de deep science en Europa y el capital privado solo aporta 900 millones, una cantidad que aún queda lejos del presupuesto requerido», ha asegurado.
No obstante, las instituciones públicas ya han advertido el potencial de este tipo de innovaciones para conseguir cambios profundos que mejoren el ecosistema industrial y productivo y crear soluciones que atiendan las nuevas demandas de las personas con un enfoque en la sostenibilidad y el bienestar.
Una muestra de ello es el programa EIC Accelerator del Consejo Europeo de Innovación, que destina el 50% de su presupuesto a la creación de empresas de deep science.