El 2022 no está siendo, en absoluto, un ejercicio sencillo para los inversores. La tensión inflacionaria vigente, la ralentización generalizada de la actividad económica (con las consiguientes expectativas crecientes sobre una posible recesión global), los escándalos vividos en el sector y las múltiples incertidumbres (la guerra entre Rusia y Ucrania, la inestabilidad política en varias de las principales democracias occidentales, etc.) han instaurado la volatilidad en los mercados con un carácter prácticamente permanente.
Pero si hablamos de un mercado especialmente castigado en lo que llevamos de año este sería el de las criptomonedas. Durante los últimos meses, el pánico se ha instalado en el mundo de los criptoactivos, siendo sus múltiples –y cada vez más– inversores los grandes damnificados.
En conjunto, las principales criptomonedas han perdido la mitad de su valor
En este sentido, las 20 divisas digitales con mayor capitalización de mercado en el ámbito de las monedas encriptadas han perdido de media más del 50% de su valor desde que 2022 comenzara su andadura.
Sin ir más lejos, el Bitcoin –criptoactivo de referencia– se ha desplomado casi un 65%. Si a principios de año su precio se situaba en torno a los 50.000 dólares, actualmente se mantiene –no sin dificultad– en el de los 17.000 dólares.
Sin embargo, esta merma en el valor no atañe solo al buque insignia de las divisas encriptadas. Ni mucho menos. Algunas de las más célebres como Ethereum (-67,64%), Dogecoin (-55,10%), Cardano (-81,14%) o Soldana (-93,34%) han visto como sus cotizaciones se hundían drásticamente.
De hecho, de las 20 criptomonedas de mayor market cap, tan solo cuatro se han mantenido prácticamente estables en este ejercicio. Es decir se han mantenido completamente planas o con ínfimas variaciones.
¿Cuáles son las causas que justifican este hundimiento?
No hay una sola causa que justifique el desmoronamiento de un mercado que cada vez adquiere mayor tamaño: las 20 criptodivisas más relevantes –en términos de market cap– acumulan un valor en el mercado que supera los 728.765 millones de dólares (23 de diciembre) cuando apenas a iniciar noviembre era de 905.314 millones.
A continuación, repasamos algunos de los factores que más están influyendo para que el ejercicio esté resultado tan catastrófico.
Mal año para el sector
Si buscáramos una palabra a la que asociar el concepto de ‘criptomoneda’ sería ‘tecnología’. En un contexto de recuperación pandémica como el acontecido en 2021, en el que los bancos centrales inundaron el mercado de dinero barato, el sector tecnológico fue uno de los grandes beneficiados. Sin embargo, la coyuntura macroeconómica actual ha cambiado de manera drástica y no precisamente a mejor.
Con una inflación completamente desmedida –superando el 10% en varias ocasiones–, los bancos centrales se han visto forzados a realizar contundentes subidas de los tipos de interés para combatir la progresión meteórica que está experimentando el encarecimiento generalizado de los precios.
Estas subidas en los tipos de interés han provocado que los inversores hayan dejado de lado los activos de mayor riesgo para pivotar hacia activos más seguros como, por ejemplo, la renta fija. Como prueba de ello, el Nasdaq se ha desplomado en lo que va de año más de un 30%. Una evidencia más de la creciente correlación existente entre el sector tecnológico y las ‘cripto’.
El fantasma de los Bancos Centrales
Una de las premisas de la creación de las criptomonedas fue la búsqueda de un método que permitiera descentralizar el pago de los consumidores de la operativa habitual bajo el control de los Gobiernos y los Bancos Centrales.
De hecho, uno de los grandes atractivos de las divisas digitales es su falta de regulación y el difícil rastreo de las operaciones asociadas a él. Sin embargo, y ante su progresivo crecimiento e importancia, los Bancos Centrales ya no solo se plantean una regularización mucho más exhaustiva de las criptomonedas, sino que van mucho más allá.
Las máximas instituciones monetarias –la Reserva Federal y el Banco Central Europeo– ya están estudiando seriamente sacar sus propias monedas digitales. Las criptomonedas no tienen, en teoría, un activo subyacente que soporte su valor. ¿Cómo sería su convivencia con otras nuevas? ¿Supondría el estallido definitivo de la burbuja? La respuesta solo el tiempo nos la facilitará. Lo que sí parece es que los conceptos ‘volatilidad’ y ‘criptomonedas’ parecen condenados a estar unidos.
Por otra parte, que el sector se haya visto salpicado de escándalos como el del auge y caída del fundador de FTX, que ha pasado de criptomillonario al tribunal por estafa; tampoco ayuda en absoluto.