Firma Opinión Economía 3

A mí no me pregunte, yo tampoco lo sé

Mucho ruido y pocas nueces. También pueden llamarlo ‘El debate sobre la reforma laboral’. Porque seamos sinceros, ha copado titulares de periódicos, comienzos de informativos y conversaciones de bar. Que si sí, que si no, que si tal vez… Se aprueba por un voto y ¡catapum! Vuelve a pasar. ¿Qué es lo que pasa? Que no paramos de hablar de la reforma laboral, pero nadie tiene claro qué es lo que va a cambiar. Haga la prueba, pregunte a su vecino, a su madre o al tipo que se cruza todas las mañanas cuando sale de su casa camino del trabajo. ¿Alguno sabría explicarle, sin adornos, opiniones personales, ni anécdotas “técnicas” que reza el texto? A mí no me pregunte, yo tampoco.

Son tiempos convulsos para ser contratado, pero también para contratar. Incertidumbre y cambios que obedecen más al “postureo” que a las necesidades de los auténticos generadores de empleo de este país: los empresarios. No son pocos los CEO, directores generales y fundadores de compañías que señalan -durante las entrevistas dadas a Economía 3– la escasez de personal cualificado como uno de sus mayores hándicaps en la actualidad. ¿Hay paro? Sí. ¿Hay demanda de trabajadores por parte de sectores como la hostelería o el turismo? También. ¿Qué es lo que ocurre entonces? Da la sensación hoy más que nunca de que el empleo se ha convertido en una mercancía; ya no solo hay que saber captar al cliente, sino que ahora la tarea se extiende también a retener al empleado.

No lo olviden, el número total de desempleados cerró el ejercicio en 3.103.800 personas, según datos de la Encuesta de Población Activa (EPA).

¿Viviremos en España una ‘Great Resignation’ como la que lleva aconteciendo en Estados Unidos desde que estalló la pandemia? Por si aún no han escuchado hablar de este término se trata de un fenómeno económico que se caracteriza por el abandono en masa de millones de puestos de trabajo. Esos mismos millones de estadounidenses están poniendo al tejido empresarial en una complicada tesitura de la que la economía nacional -y a largo plazo también la global- podrá verse realmente perjudicada.

Sigan jugando al gato y al ratón en el hemiciclo, que ya serán otros -los de siempre- los que se ocupen de arreglar sus tropiezos.

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