Hacienda Albae, personalidad propia elaborada en siete monovarietales
Solamente es posible entender el proyecto Hacienda Albae desde la figura de Juan Antonio Carpintero, su presidente, fundador y «alma máter”, reconoce su hija, María Carpintero, quien nos atiende desde esta bodega enclavada en Argamasilla de Alba (Ciudad Real).
Y para ello, nada mejor que conocer quién es él. Presidente del Grupo Ortiz, Carpintero lidera un importante grupo constructor concesionario de infraestructuras y energía con presencia en 13 países. Vinculado empresarialmente al Grupo, prácticamente desde que se fundó en el año 61 por tres socios –uno de ellos su hermano mayor–, se vuelca profesionalmente en la compañía al acabar Ingeniería de Caminos.
Los primeros proyectos de obra civil en los años 70, los desarrolla en la zona de Argamasilla; lo que le permite conocer muy bien las bondades de una tierra donde el viñedo ofrece su máxima expresión varietal. “Une su profundo conocimiento del terreno, con su profundo amor por el campo porque, ante todo Juan Antonio es un grandísimo enamorado de la tierra”, confiesa María.
De la parcela 22 a más de 30 países
Pensado siempre como un proyecto a largo plazo, la visión de Carpintero ha sido clave tanto como ingeniero como economista. Le gusta recordar que la primera parcela que adquirió fue la número 22 en el año 88 y, a partir de ahí, ha madurado una bodega que ya conquista a más de 30 países con 7 monovarietales con personalidad propia.
Hacienda Albae es un cuidado complejo de más de 600 ha, de las cuales 200 corresponden a las plantaciones de viñedos con una media de 30 años de antigüedad.
Se gestó pensando en grande: “Primero Juan Antonio apostó por un proyecto de riego ambicioso porque aunque los terrenos se sitúan sobre el Acuífero 23, uno de los más grandes de España, decidió conectar todo el sistema de riego para aprovechar y graduar mejor el agua. Posteriormente, se acogió al proyecto de reestructuración de viñedos dotado con fondos europeos, logrando que toda la uva crezca en espaldera. A partir de ahí, nos encontramos con un gran complejo empresarial con una profesionalización muy importante de los viñedos, aplicando la máxima tecnología para obtener una uva de grandísima calidad. Su cuidado es extremo, hay un seguimiento total de los procesos”, explica la directiva.
Pero el bagage empresarial de Carpintero no concluye ahí; le anima a llevar a cabo una apuesta algo arriesgada pero de éxito, centrada en hacer monovarietales. “Cuando haces un vino solo con una clase de uva tienes la obligación y necesidad de que esa uva sea de altísima calidad”, subraya María.
Pero hasta llegar a este punto: comienza un importante proceso de diversificación muchos años antes. Hablamos de plantaciones de Tempranillo en 1998; a las que se suman Cabernet Sauvignon, Merlot, Chardonnay, Viognier, Syrah y Malbec, las más recientes.
Los vinos como los hijos…
¿De qué vino se siente más orgulloso Juan Antonio? Tanto María, como Adrián de Pablo y Julio Gómez, enólogo y director financiero de la bodega respectivamente, confiesan que es una comparación difícil: “igual que ocurre con los hijos no se puede elegir solo uno…”; “depende un poco de cómo ha ido la producción, porque cada año puede variar un poco”; “también es cuestión de gustos personales…”.
Pero convienen en afirmar que, para momentos de reposo o tranquilidad, prefiere un vino “un poco más serio como puede ser el Merlot” –que probablemente sea el monovarietal más difícil de obtener–; “mientras que en otras circunstancias se decanta más por un Chardonnay o un Cabernet Sauvignon”.
“El tener una gran uva, como él dice, es el mejor seguro para poder tener un gran vino, porque al final es la materia prima la que marca la diferencia”. Lo sabe de primera mano. No hay semana que Carpintero no visite la bodega y se interese por las uvas y su maduración.
No fue hasta 2005 cuando decidió poner en marcha la bodega, animado por los buenos resultados que habían dado pequeñas partidas embotelladas.
Ajustar la producción
Actualmente, vendimian medio millón de kilos; todos para ser embotellados –lo que se traduce en unas 350.000 botellas–. Cada año la producción aumenta entre un 15-20% al mismo ritmo que lo hace la demanda.
Pero la capacidad de expansión de la bodega es grande, está preparada para embotellar el doble de lo que lo hace actualmente.
El objetivo es claro: ganar cuota de mercado. Pero no a cualquier precio. No está orientada la venta de sus caldos a supermercados, sino a establecimientos especializados, restauración, vinotecas… De hecho, entre el 85-90 % de la producción se comercializa internacionalmente.
EE.UU. es uno de los mercados en los que más crece, pero la respuesta también es muy positiva en Canadá, países nórdicos y resto de Europa.
“Nuestros vinos tienen mucha personalidad, están cultivados en la misma parcela, vinificados por las mismas personas y son muy especializados, sabiendo que cada variedad, a nivel de campo, lleva diferentes cuidados y protocolos y requiere una dedicación extrema, porque un buen vino se hace en el viñedo”, confirma el enólogo.
Su potencial es esperanzador: confían en cuatro o cinco años alcanzar un estatus de campo-bodega-venta muy equilibrado. Prevén vendimiar unos 800.000 kg, con más de medio millón de botellas comercializadas. Esperamos que sigan cosechando muchos éxitos.
Artículos relacionados
Vicente Gandía donará el 10% de las ventas de Navidad de sus vinos El Miracle