Esta misma semana han vuelto los confinamientos a Europa. Aunque de un modo algo menos severo que en la primera ola, el pasado año, el Gobierno austríaco ha decidido recurrir a una medida de tales dimensiones e implicaciones ante un alza de las infecciones por covid-19 que nos retrotrae a los peores momentos de la pandemia. El sistema sanitario alemán no está mucho mejor. Y así en tantos otros países, entre los que llama la atención también el caso de Grecia, que ha batido sus récords en esta sexta ola.

Todos estos países tienen algo en común. Las bajas, por insuficientes, tasas de vacunación de su población. Mientras en España rozamos el 80% de vacunados con la pauta completa, en Austria registran 15 puntos porcentuales menos; en Alemania, 12, mientras que en Grecia la diferencia se dispara hasta los 20 puntos. Esta insuficiencia en cuanto a la protección contra la enfermedad, junto a la relajación casi total de las medidas que se ha ido produciendo a lo largo de los últimos meses, está causando estragos en media Europa y comienza a amenazar en España.

Parece que la comunidad científica coincide prácticamente de forma unánime en que esta sexta ola de covid-19 no mostrará la misma severidad que sus predecesoras en nuestro país gracias a la vacuna. ¿A qué se debe que la población española haya acudido como pocas a la llamada a la inmunización? Se trata de una cuestión con una difícil respuesta, que seguramente podría responder de manera más certera un sociólogo que un epidemiólogo.

En cualquier caso, ya comienzan a sonar los tambores que anuncian la llegada de restricciones también aquí. Y parece que comenzarán con el objetivo puesto en la hostelería y el ocio.

Vacuna, vacuna y vacuna

Llevamos semanas discutiendo sobre qué análisis económico acertará en sus previsiones sobre el crecimiento económico de España y dudando de si el Gobierno está siendo demasiado optimista. Lo cierto es que, a la vista de los acontecimientos, cualquier previsión puede quedar caduca en menos de lo que canta un gallo si la historia se repite y la crisis sanitaria nos golpea con dureza. ¿La solución? Desde luego, no parece sencilla. Pero sí tenemos una certeza. Vacuna, vacuna y vacuna.

Está más que demostrado -y esto es empírico, indudable, incontestable- que las vacunas han reducido más que considerablemente la enfermedad grave y la muerte por covid. Y ya de paso, parece que también la transmisión. Si no queremos pasar un frío invierno en lo que a salud se refiere y, también, en lo económico, más nos vale seguir -y profundizar- en la misma receta. Vacunar, al menos, a los colectivos y profesionales de mayor riesgo. De esto dependerá, en gran medida, que la recuperación económica a la que tantas líneas hemos dedicado no quede en un espejismo.