Viernes, 19 de Abril de 2024
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El turismo tras el COVID-19

El turismo tras el COVID-19
José Luis Gascó, Catedrático de la UA y director en Club de las Buenas Decisiones

Es difícil hablar sobre un tema que cambia casi cada día y cualquier cosa que digamos hoy, mañana podría ser completamente diferente. Hablar y, sobre todo, hacer predicciones sobre evolución de los negocios tras el coronavirus tiene muchos riesgos, pero es necesario hacerlo sobre todo en actividades que son uno de los motores centrales de nuestra economía pese a que algunos de nuestros dirigentes desconozcan su importancia.

Hoy hablo de Turismo.

2020 debería haber sido de nuevo un año brillante para el turismo en la Comunitat Valenciana. Nuestro primer motor económico comenzaba el año como estaba previsto, con un crecimiento a febrero del 10,3% de visitantes extranjeros respecto a los dos primeros meses del año anterior.

Pero ese motor, que suponía en torno al 15% del PIB, el empleo y los impuestos recaudados en la Comunitat Valenciana, de repente se gripó, todas sus piezas quedaron agarrotadas y a mitad de marzo dejó de funcionar. El coronavirus obligó al cierre de todas las empresas relacionadas con el turismo salvo las imprescindibles para atender necesidades sanitarias expresas y urgentes.

En realidad, ocurrió algo parecido con la mayor parte de los sectores productivos pero el turismo, que en la anterior crisis de 2009 había actuado como una especie de barrera frente a los problemas económicos y sociales también terribles que ocurrieron entonces, en esta ocasión ha sido el primero en caer y probablemente será uno a los que cueste más salir hasta llegar a una normalidad que, en cualquier caso, tardará en parecerse a la que conocimos antes del pasado mes de marzo.

El confinamiento en el que nos encontramos para tratar de frenar la emergencia sanitaria provocada por el COVID-19, primero y más importante de los problemas que tenemos, ha anulado la actividad de todos los sectores relacionados con el turismo (hoteles, apartamentos, hostelería, viajes, conciertos, etc.), ahora con un horizonte algo más claro de reapertura pero con muchas limitaciones que prácticamente impedirán la apertura real hasta finales de junio, habiendo perdido ya una de nuestras temporadas altas, la Semana Santa, y con mucha probabilidad, al menos parcialmente, la temporada de verano, arruinando, además, algunas de las líneas de trabajo que tratábamos de potenciar, como el turismo de Cruceros, el de Congresos, el LGTBI, etc.

La Alianza para la Excelencia Turística, Exceltur, estima que la Comunitat Valenciana dejará de ingresar este año alrededor de 13.540 millones de euros, un 80,9% menos que el año anterior, de cumplirse las pesimistas previsiones dadas a conocer días pasados por los Ministerios de Trabajo y Consumo, que quizás habría que matizar y que el propio gobierno parece que ha revisado en el plan de desescalada y, desde luego, pedir a los políticos que dejen de azuzar un fuego que lo único que hace es agrandar el incendio cuando, sin duda, es un incendio grave, pero parece vislumbrarse un cierto control y sobre todo, un compromiso de todo el mundo en su extinción que, efectivamente, no será completa hasta que exista un tratamiento eficaz y/o una vacuna, lo que no será fácil en el corto plazo.

Es cierto que la normalización del turismo internacional tardará en ocurrir; necesita un control de la pandemia en España y en todos los países que son nuestros emisores principales, y se vuelvan a abrir las fronteras y permitir los desplazamientos internacionales entre todos estos países, se corrija la siguiente epidemia asociada al coronavirus, que es la del miedo a las concentraciones, y que, además, los viajeros recuperen la confianza en el destino y vuelvan a disponer de los recursos necesarios para los desplazamientos, lo que no será inmediato en muchos casos.

Mientras tanto, poco a poco y a partir de junio/julio, con todas las precauciones, debería empezar a resurgir el turismo de proximidad, el turismo nacional, reiniciando la actividad un conjunto de sectores que son básicos en nuestra economía y de los que depende en gran medida la corrección progresiva de la emergencia social, la otra emergencia asociada al coronavirus, porque ese concepto de no dejar a nadie atrás solo será consistente si las empresas retoman su actividad de manera sostenible, recuperando la mayor parte de los puestos de trabajo ahora destruidos o sometidos a ERTEs de final incierto en algunos casos, que en la Comunitat Valenciana, a 23 de abril pasado, ascendían a 62.052 expedientes por la crisis del coronavirus con 369.844 trabajadores afectados, según publicaba este mismo medio.

Pero es verdad que la palabra que mejor define en estos momentos la situación del sector sigue siendo la “incertidumbre” tanto por las fechas reales de reinicio de la actividad, la secuencia de actividades permitidas o las restricciones a la proximidad y la movilidad que se introduzcan y que podrían hacer inviables muchas aperturas; sabiendo, además, que esas restricciones no serán homogéneas dependiendo de la situación de cada país, incluso del ritmo de normalización de los diferentes territorios en España. Sin duda es un golpe muy fuerte que nos ha llevado casi de infinito a cero en apenas unos días, sin ninguna posibilidad de haber preparado mínimamente este escenario.

Como decía, debería empezar a producirse una cierta recuperación lenta pero progresiva del turismo doméstico en la segunda parte del año, con el turismo internacional comenzando a tomar de nuevo posiciones en el último trimestre, creciendo hacia una normalización progresiva durante 2021 siempre que seamos capaces de hacer las cosas bien durante estos próximos meses, lo que pasa en primer lugar por un control  de la pandemia en nuestro país y nuestra capacidad para transmitir que España, y específicamente en nuestro caso la Comunitat Valenciana, es un destino seguro; con una sanidad capaz de resolver, además, cualquier problema de salud que pudiera ocurrir. Recuperando, en definitiva, la confianza de unos visitantes que siempre han creído en nuestra capacidad para cumplir con sus mejores expectativas. Lo que hace imprescindible, como apunta el informe del Instituto Universitario de Investigaciones turísticas de la UA “Turismo y COVID-19 en la C.V.”, plantear una agenda de trabajo orientada a la reactivación del turismo, por su carácter de actividad estratégica en el empleo y renta de la Comunitat.

Y ¿qué habría que hacer desde ahora y hasta el control real de la emergencia sanitaria?, naturalmente, asegurar que la mayor parte de las empresas del sector pueden reincorporarse progresivamente a una cierta normalidad, lo que exige que ya en estos momentos los planes de ayuda a las empresas, especialmente a las PYMES y autónomos del sector, sean eficaces: líneas de crédito y avales accesibles y suficientes, aplazamiento de impuestos, exención de cuotas empresariales a la seguridad social, apoyo al pago de alquileres de locales de negocios, o la ampliación del plazo de los ERTE por Fuerza Mayor hasta la recuperación total del sector (evidentemente, en esa recuperación progresiva que comentamos, la necesidad de recuperar los puestos de trabajo será también progresiva), muchas de las cuales se están abordando nominalmente porque cuesta mucho que lleguen a los que más las necesitan, si no es que llegan cuando ya es tarde.

Durante este tiempo de inactividad, el sector está haciendo un trabajo importante de formación de las plantillas en temas de servicio al cliente y preparación tecnológica para profundizar en la transformación digital cada día más necesaria, así como en revisión de los modelos de negocio que hasta ahora han estado vigentes (recientemente, Gabriel Escarré apuntaba tres factores que serán fundamentales en turismo a partir de ahora: digitalización, sostenibilidad y seguridad), preparando esa mayor evolución digital de las empresas turísticas, uso de la inteligencia artificial y focalización en los segmentos y actividades (turismo familiar nacional en una primera fase) que pueden tener un mayor recorrido en el corto (probablemente Congresos y Cruceros, por ejemplo, retomarán más tarde su normalización), así como la profundización en medidas higiénico-sanitarias, de seguridad y de uso de espacios compartidos y públicos que incidan en la protección de todos los clientes.

Y en esta nueva realidad, aún adquiere mayor valor la función directiva, consolidando liderazgos próximos, inspiradores, empáticos, ejemplares, impulsores de equipos, tranquilos, comunicadores, transparentes, a la vez que capaces de tomar decisiones rápidas y eficaces con información no siempre completa y sin perder la perspectiva estratégica que el directivo debe tener siempre en la primera línea de sus pensamientos, sin olvidar en estos momentos las implicaciones tácticas de esas decisiones que, como sabemos bien, no hay largo plazo sin corto, y hoy el corto es imprescindible.

En definitiva, vivimos una crisis como nunca antes habíamos soportado, pero de la que sin duda saldremos y será más fácil si lo hacemos juntos, con nueva conciencia de sostenibilidad para todas nuestras actividades y de manera especial en los sectores que son motores de nuestro progreso, a cuya cabeza está el turismo.

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