M. Peirano: «El concepto «nube» es una metáfora para tapar lo que hay debajo»

M. Peirano: «El concepto «nube» es una metáfora para tapar lo que hay debajo»

Tras la primera parte de la entrevista con Marta Peirano, que se centró en la implantación de la tecnología 5G, nos adentraremos ahora en otros aspectos que se tratan en El enemigo conoce el sistema (Penguin Random House, 2019): las características de lo que la periodista califica como «infraestructuras» de la red, la concentración de poder de las grandes tecnológicas o la capacidad de manipulación del voto de los ciudadanos a partir de las fake news, a las que tanta relevancia se les ha otorgado en casos como el referéndum del brexit o la victoria de Donald Trump.

El enemigo conoce el sistema. ¿Eso significa que una cosa es el enemigo y otra el propio sistema?

-El título es una cita de Claude Shannon, el padre de la era de la información. En el contexto de la cita, se refiere a que diseñar un sistema se tiene que hacer sabiendo que el enemigo, quienquiera que sea, lo conocerá enseguida. Yo la uso en el contexto de que estamos todos entregados a un sistema, en este caso el de las telecomunicaciones y de la infraestructura que las sostienen, que se ha convertido en un intermediario de todas las demás. Sostiene al sistema financiero, ahora que los bancos ya no son los lugares donde se guarda el dinero, sino bases de datos actualizadas y coordinadas. El sistema de telecomunicaciones es el tronco de prácticamente todos los aspectos de nuestra sociedad. Por eso, cuando hablo del sistema me refiero a la infraestructura que lo sostiene.

Una de las tesis del libro es que en los últimos 20 años, desde que Internet se convierte en un elemento comercial que se utiliza de manera regular,  las infraestructuras han crecido de una determinada manera y el concepto de Internet de otra. En esta evolución paralela, cada vez se han ido distanciando de tal manera que la gente cuando habla de Internet, en realidad no habla del Internet real, de su infraestructura que no conoce, ni la ve, ni sabe cómo es ni qué forma tiene, sino que habla de las metáforas de Internet, como “la nube”. Se utiliza todo un sistema de metáforas para vender Internet como un proyecto que en realidad no es exactamente el que se describe.

-Al hablar de infraestructuras, ¿te refieres a Google, Facebook, los grandes conglomerados que concentran la información?

-Internet es una combinación de antenas, cables de fibra óptica que en un 98% son submarinos y grandes centros de datos que manejan una cantidad absurda de información. Concentran ahora mismo el 80% de las comunicaciones y pertenecen, efectivamente, a las plataformas digitales como Google, Facebook, Amazon…Los otros grandes centros de datos son de las agencias de inteligencia. Dicen que uno de los dos más grandes del mundo está en China, en Shenzen,  y el otro es la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos, en Utah. Son capas de infraestructura superior, que son cruciales y que la mayor parte de la gente no sabe cómo funcionan ni dónde están y los llaman “la nube”.

-Si te he entendido bien, dices que el concepto “nube”, funcionaría como un disfraz de lo que has descrito…

-Exacto. Es una metáfora que está diseñada no para que se entienda lo que hay debajo, sino para taparlo.

-¿A eso te refieres con lo de “militarización del espacio público”?

-Quiero decir que las tecnologías que hasta hace muy poco, a lo mejor diez años, se utilizaban para el control de la población, o para gestión de recursos muy valiosos, como armas y ese tipo de cosas, ahora se están aplicando de manera completamente banal a todos los aspectos de la vida pública. Es decir, nos encontramos el mismo tipo de sistema de vigilancia basado en el reconocimiento facial en un complejo militar que en un campo de fútbol donde hay un partido importante o en un concierto de Beyoncé.

Peirano

| Foto: La Nau

-Dices que “el poder está más centralizado que nunca, pero se ha vuelto invisible, lo cual resulta conveniente para unos pocos”. Esos pocos, ¿son sólo las centrales de inteligencia más grandes, o también incluyes a grandes corporaciones?

-Dependiendo de cómo se mire. Desde el punto de vista de las infraestructuras, en la mayor parte de los países los cables submarinos se tiraron desde operadoras públicas, en nuestro caso Telefónica en consorcio con otras de otros países. Con la privatización de esas empresas a lo largo de los 90, hubo una burbuja de cable submarino, primero, y después de cable de fibra óptica en prácticamente todos los países. Después hubo un batacazo en el que muchas de las empresas que desarrollaron el cable quebraron y lo compraron otras.

En España, por ejemplo, todo el cable que se tiró desde empresas pequeñas como Madritel, Menta, u Ono en determinadas regiones, lo compró Vodafone. Por eso, la mayor parte del cable en España está o en manos de Telefónica, que era la operadora pública, o en manos de Vodafone. Ahora las empresas que tiran nuevos cables submarinos suelen ser Microsoft, Google o Facebook o incluso directamente Huawei, la empresa de telecomunicaciones más grande del mundo, entre otras cosas porque está completamente financiada por el gobierno chino.

-Recientemente, Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de EE.UU., ha declarado que las grandes corporaciones tecnológicas disponen de un “poder económico injustificado”, y se ha propuesto fraccionar de algún modo su actividad. ¿Crees que eso es posible aún o se ha llegado tarde para evitar prácticas monopolísticas? Google es tan enorme que, a lo mejor, ya no se puede controlar.

-Es verdad que estas empresas, que ahora mismo son las más valiosas del mercado, tienen un poder sin precedentes. Y hay un segundo problema. Se han aliado de una manera muy intensa con el poder político porque son unas herramientas de campaña muy importantes. Ahora mismo, de hecho, son las únicas herramientas de campaña que merecen la pena. Entonces, entre que son un lobby muy fuerte y que su poder como herramienta de campaña es tremendo, son difíciles de controlar.

Después del escándalo de Cambridge Analytica y de la intervención rusa en las elecciones de 2016, llamaron a Mark Zuckerberg al Congreso y al Senado para que diera explicaciones, y vimos la paradoja de que, primero, los propios miembros del Congreso y del Senado entendían muy poco cómo funcionan esas infraestructuras, no conocían el sistema y por tanto les resultaba muy difícil entender cómo operan y cómo corregirlo; y segundo, que una gran mayoría de ellos eran accionistas de Facebook. Es muy difícil tener incentivos para fragmentar una compañía cuyo poder económico les beneficia personalmente. Aunque también es cierto que las leyes antimonopolio de EE.UU. están bastante desarrolladas.

-Has mencionado la influencia de las tecnológicas en las campañas electorales. Quizá por ingenuidad, me cuesta mucho imaginar que se pueda llegar a tener tanta influencia como para cambiar el voto de tanta gente, hasta el punto de que lleguen a decidir la victoria del brexit o de Trump. ¿No es un poco exagerado achacar los resultados a eso?

-No lo sé. ¿Es un poco exagerado? Quiero decir, ¿cómo funciona la tendencia de voto?

5G

Marta Peirano. | Foto: La Nau

– De muchas maneras, claro. Pero me refiero a que directamente noticias falsas o manipulaciones informativas que circulen por las redes tengan tal capacidad de influencia como para mover el voto de un sentido a otro hasta conseguir cambiar el resultado que se hubiera producido sin esas fake news. Se necesita hacer cambiar de opinión a millones de personas. No dudo que tengan su influencia, pero ¿tanta como para cambiar el resultado de unas elecciones o un referéndum?

-Cuando se hace una campaña electoral no se intenta convencer a todo el país de que haga lo que uno quiere. Lo que se hace es publicar herramientas de publicidad segmentada para encontrar el mayor número de personas susceptibles a un mensaje. Se acude a los llamados “estados púrpura” para entender cuáles son las personas que pueden cambiar de voto y por qué. Desde esa perspectiva, se utiliza una herramienta como Facebook que está diseñada para entender a las personas, a grupos pequeños y hasta llegar a lo individual. Es decir: “¿por qué las mujeres entre 20 y 30 años, de determinado nivel adquisitivo en este barrio votan a esta candidata o tienen estas preocupaciones…?” Eso permite convencer a ciertos perfiles de que voten a alguien. Se hace una campaña que no es tradicional como las que hemos visto hasta ahora en marquesinas, sino segmentada, que solamente van a ver 50.000 personas, y no es la cara de un político explicándote algo.

-Todo ese razonamiento lo entiendo y soy consciente de que sucede. Lo que me cuesta más comprender es que si no se hubiera hecho la campaña de esa manera, no hubiera salido, por ejemplo, el sí al brexit. ¿Tú afirmas eso?

-No. No puedo afirmar lo que no se puede saber, porque sería vivir en mundos paralelos.

-Hay quien sí lo asegura, quizá más en el caso de Trump y la posible intervención rusa en la campaña.

-Como periodista, lo que afirmo con total rotundidad es que las campañas clandestinas deberían ser ilegales. Lo que probablemente concluiremos que va en contra de los principios mínimos de una campaña honesta es que se pueda prometer a un grupo poblacional una cosa y a otro la contraria, y que todos piensen que están viendo al mismo candidato haciendo la misma campaña.

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