Rafael Juan, consejero delegado y director general del Grupo Dulcesol
– Desde el punto de vista corporativo, son una empresa familiar de segunda generación. En este aspecto, ¿cuál ha sido el desarrollo y cómo está previsto el futuro?
– Mi padre falleció en 1983, el año en que me incorporé yo a la compañía. Después vinieron mis hermanos, Juanjo y Mariola. No hay accionistas ajenos a la familia y la tercera generación ya está en la empresa. Mi hijo mayor es responsable del área comercial y participa en el comité de dirección, y otro hijo estuvo en Argelia cuando montamos la planta allí y está integrándose en la estructura del grupo, pasando por diferentes departamentos. Mi hermana no tiene hijos y mi hermano tiene uno que aún está estudiando.
El reto que tenemos por delante es lograr que el traspaso generacional de la segunda a la tercera generación sea tan tranquilo como lo fue el tránsito entre la primera y la segunda, porque no es fácil hacer una transición correcta por mucho Protocolo Familiar que tengamos aprobado. Yo tengo ya 58 años y mi aspiración no es estar al frente muchos más años. La clave estará en lograr el consenso de la familia a la hora de encontrar la persona más adecuada, que puede ser o no de la familia.
– ¿Cuál es la posición inicial respecto a la política de ‘fichajes’ externos?
– Hasta ahora, siempre hemos buscado el talento dentro de la empresa, porque procuramos dar oportunidades de crecimiento a las personas de dentro. Cierto es que hemos buscado personas de fuera en algunas áreas cuando nos ha hecho falta aportar know-how, pero siempre hemos mirado primero dentro de casa. Desde luego, cuando hablamos de un puesto de tanta responsabilidad como es la dirección general, tiene que ser alguien que conozca muy bien el negocio, la empresa, los clientes, los empleados y colaboradores… Por eso, en principio no nos planteamos llevar a cabo ningún fichaje.