Miércoles, 24 de Abril de 2024
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Cherubino Valsangiacomo, innovando en enología desde finales del XIX

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Arnoldo Valsangiacomo con sus cuatro hijos, Carlos, Marta, María y Arnoldo

La evolución de Cherubino Valsangiacomo es la historia de los vinos internacionales de Valencia de los últimos 130 años. La primera generación suiza llegó por la filoxera que arruinó el norte de Europa y la quinta sigue vendiendo vino a medio mundo; casi 80 millones de litros cada año. Hoy la apuesta está en Utiel-Requena con el San Juan, una gama de bobales con la que irrumpen en el mercado de alta gama, pero con la sabiduría de una larga trayectoria exportadora. Pero también con el revival del vermut Vittore y la rareza de Cuva Vella, un lujo singular.

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«Con voluntad y esfuerzo”. Si quieren saber cómo sobrevive una empresa familiar a cinco generaciones consecutivas, es capaz de reinventarse sin salirse del sector y vender vino en tres siglos diferentes, las palabras “voluntad” y “esfuerzo” resumen la fórmula mágica que nos desvela Carlos Valsangiacomo, miembro del equipo rector de la bodega del mismo nombre afincada en Chiva, que mueve la friolera de 80 millones de litros de vino cada temporada.

Fue la filoxera, que arruinó el viñedo europeo a finales del XIX, la que empujó al primer Valsangiacomo a buscar en Alicante primero y en Valencia después, vinos que suplieran el desastre de su suiza natal, el cantón italianoparlante del Ticino.

Lo que pudo haber sido una aventura de una década o poco más, como la que emprendieron decenas de bodegueros alemanes, suizos, italianos y sobre todo franceses, para los Valsangiacomo se convirtió en su nueva vida y Valencia en la sede principal de su quehacer.

Los vinos la Comunitat se exportaban desde Valencia para medio mundo, siempre a granel hasta que la penúltima generación apostó firmemente por los embotellados; hoy son una de las bodegas de referencia de la Comunidad Valenciana, con más de veinte millones de botellas al año. Aún así, los graneles siguen siendo la mitad de las ventas, completándose el resto con concentrados de mosto, que viajan al norte de Europa a endulzar paladares.

Siempre en evolución

Carlos Valsangiacomo ejerce como gerente de la empresa, pero sus tres hermanos (Marta, María y Arnoldo), comparten labores directivas, cada uno en una responsabilidad diferente, pero bajo el denominador común de vender, vender y vender. Su padre, Arnoldo Valsangiacomo, cedió el testigo, tras 52 años al frente de la firma, por lo que casi la mitad de la trayectoria empresarial de la bodega ha estado bajo su mando.

Apasionados por el oficio que han mamado, derraman entusiasmo por lo que hacen, quizás porque tienen muy claro que lo que han heredado es solo un préstamo, que tienen que traspasar a la siguiente generación, más grande si cabe y adaptado a los tiempos.

Por eso, los tres siglos que ha conocido la bodaga Valsangiacomo no pesan para tratar de innovar a diario o poner al día viejos productos, como el vermut, una bebida que elaboran desde 1909 bajo la marca Vittore, con la estética de la época y la misma receta traída de Italia, que hoy vive una nueva juventud gracias al tirón de este aperitivo, que gana adeptos entre los consumidores que buscan salirse de las marcas y gustos clásicos, y apuestan por los vintage locales sin prejuicios, pero siempre que aguanten el pulso de la calidad.

En esa onda por adaptarse al público joven está enmarcado su vino más fácil y un poco gamberro, El Novio Perfecto, con diez grados de alcohol y el toque dulce del moscatel, que trata de hacerse con una generación que ama las bebidas dulces y, de entrada, le asustan los vinos por su graduación.

Vino familiar en Requena

Tras unos años estudiando el proyecto, en 2009 dieron el paso en Requena: elaborar un vino de alta gama pero asequible, en el que primara la viticultura de cepa vieja y la elaboración lo más artesanal posible.

La novia ideal fue la vieja cooperativa de San Juan, entre Utiel y Requena, en el corazón del territorio de la denominación de origen y con unos doscientos viticultores que tienen, en palabras de Carlos Valsangiacomo, “un oasis de bobal antiguo, algunos centenarios, siempre en vaso y con producciones muy limitadas para hacer grandes vinos”.

“En nuestra bodega no hay acero; hemos querido hacer el vino en cemento y madera”, sostiene Carlos Valsangiacomo. El cemento, del que tantos bodegueros han huido, es para los Valsangiacomo la clave de un buen Bobal, porque ayuda a redondear los vinos por la característica de la uva, de modo que en esos depósitos pasa un año antes de los embotellados.

Parker, Tanzer y otros han dado ya el sobresaliente de 90 puntos al tinto y el rosado está a la vanguardia de los grandes rosados de Bobal de la zona, todo con una cuidada puesta en escena, que se ha visto respaldada en las ventas y que ha logrado desperezar esta zona de Requena, donde cada vez hay más viticultores queriendo sumarse al proyecto.

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