Socio-Director de S2 Grupo

Cámara negra” (“cabinet noir”) fue el término utilizado en Francia para designar al servicio de inteligencia encargado de la intercepción del correo y su descifrado. La intercepción postal nació con el establecimiento de los servicios centralizados de correos, como no podía ser de otra manera, dada la naturaleza humana.

De hecho, los servicios de correos tienen su origen en la ampliación de los servicios postales reales al uso privado y no cabe duda de que la posibilidad de controlar mensajes privados fue razón fundamental de esta apertura.

La más famosa “cámara negra” fue la de Viena, la “geheime kabinetskanzlei” (gabinete secreto) que, en el más puro estilo del imperio austro-húngaro, funcionaba con la precisión de un mecanismo de relojería. Las cartas que debían repartirse a las embajadas en Viena se desviaban a la cámara, donde entraban a las 7 de la mañana, eran cuidadosamente abiertas, copiadas y reenviadas tres horas más tarde, siguiendo su camino normal.

Tan eficiente llegó a ser la GKK, que la información que obtenía era comprada por otras cancillerías europeas que carecían de los medios o la oportunidad para recabarla.

A principios del siglo XX, la postura oficial era que las “cámaras negras” habían desaparecido, aunque diversos Gobiernos mantenían la potestad de abrir el correo postal en caso de emergencia o interés nacional. Y así se ha mantenido hasta nuestros días.

Claro que ya no se trata del correo postal, cuyo contenido cada vez tiene menos importancia y cuyo volumen se ha reducido drásticamente conforme han ido apareciendo otros medios de comunicación mucho más eficientes.

Desde entonces, se han intervenido los telegramas, las señales de radio, las comunicaciones Telefónicas fijas y móviles y, por supuesto, las líneas de datos de Internet.

Comunicaciones digitales

Al tiempo que las comunicaciones se han ido digitalizando, el trabajo de los espías se ha ido haciendo más fácil y más difícil a un tiempo.

Más fácil, porque toda comunicación acaba pasando por los mismos canales, en forma de bits y es susceptible de ser interceptada. También porque, de manera voluntaria, todos publicamos más información personal en las redes sociales y utilizamos servicios en la nube.

Más difícil porque el cifrado de la información está al alcance de cualquiera y porque el tratamiento del enorme volumen de información transmitida presenta importantes problemas prácticos, cuya resolución no está al alcance de cualquiera.

Pero, claro, la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) no es cualquiera y, para la resolución de este problema, dispone de medios y oportunidad como ningún otro, lo que se ha ido demostrando fehacientemente en los últimos meses.

La NSA ha admitido tener acceso a los cables submarinos que van de Sicilia a Florida y cruzan frente a la costa de Conil, en Cádiz -directamente o través del CNI-, y que constituyen parte de la columna vertebral de Internet. 

La NSA parece disponer, según todos los indicios, de puertas traseras para descifrar cualquier información cifrada con los algoritmos más extendidos y supuestamente no vulnerados…, hasta la fecha. Y, en cualquier caso, está claro que pone todos los medios disponibles para lograr la ruptura de los códigos empleados por cualquier organización o Estado en el mundo.

En 2002 se proclamó como el mayor empleador de matemáticos de los EE.UU. y, probablemente, del mundo; recientemente ha construido un centro de proceso de datos con capacidad para almacenar información en el orden de los zettabytes (un billón de gigabytes); y cuenta con un número de empleados entre 20.000 y 40.000, según las estimaciones, ya que todo en torno a la NSA es secreto.

La NSA

¿Qué es la NSA? Aunque su fecha de fundación oficial es el 24 de octubre de 1952 -fecha que se mantuvo secreta hasta varios años más tarde-, se puede encontrar su antecesor directo en el MI-8, una agencia muy secreta del ejecutivo de EEUU, creada poco después de la declaración de guerra a Alemania en 1917, conocida también como la “cámara negra” americana.

Su director, Herbert Yardley, fue un operador de telégrafo con una extraordinaria habilidad para romper claves criptográficas; habilidad que empleó durante la guerra para servir a su país, pero también, más tarde, en tiempo de paz, para espiar a sus conciudadanos.

Curiosamente, y por aquello de las ironías del destino, Yardley, padre de la criptografía en EE.UU., cuyo MI-8 es considerado el antecesor directo de la NSA, fue también el primero que la traicionó, escribiendo en 1931 un libro llamado “The American Black Chamber”, en el que daba todos los detalles de los métodos y técnicas de su agencia, así como casos concretos de mensajes interceptados y descifrados. 

Como se ve, muy en la línea de lo que en nuestra época ha hecho Edward Snowden.

Tras el final de la guerra, el Gobierno de EE.UU. volvió a aplicar la ley de radiocomunicaciones de 1912, que protegía la confidencialidad de las comunicaciones por radio o cable, prohibiendo expresamente la divulgación de su contenido a cualquier empleado de las compañías de telégrafos. Sin embargo, el MI-8 inició negociaciones con las principales empresas del sector, para obtener copias de los telegramas que estas gestionaban. Yardley estuvo directamente involucrado en estas negociaciones, que fueron siempre secretas, incluso para gran parte del Gobierno norteamericano. Con el cambio presidencial de 1929 y la elección H. Hoovert, el MI-8 sufrió un duro golpe y Yardley perdió su trabajo, lo que, seguramente, le llevó a escribir su libro.

Hoy, la NSA, que probablemente es más fuerte que nunca, sigue teniendo sus acuerdos secretos con las empresas que controlan los flujos de información, que ya no son las compañías de telégrafos, sino los gigantes de Internet, que, por supuesto, niegan su implicación o la justifican como un servicio a su país. Quizás para compensar, de nuevo tiene sus traidores, el más conocido, Snowden.
Como decía el viejo adagio bíblico, “nihil novum sub sole”.

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